La habitaci¨®n de arriba
'La Chunga', de Vargas Llosa, triunfa, a las ¨®rdenes de Joan Oll¨¦, 27 a?os despu¨¦s de su estreno Irene Escolar, Aitana S¨¢nchez-Gij¨®n, Tom¨¢s Pozzi y Asier Etxeandia destacan en El Espa?ol
?El macarra Josefino, un guapo achulado, oscuro y violento, pierde un capital a los dados, y para seguir jugando empuja a su novia, la adolescente Meche, a la cama de la Chunga, due?a de un barucho en las afueras de la muy arenosa ciudad de Piura, al norte de Per¨². Las dos mujeres pasan el resto de la noche juntas. Por la ma?ana, Meche desaparece y nunca vuelve a saberse nada de ella. Esa ser¨ªa la premisa o punto de partida de La Chunga, la pieza m¨¢s representada de Vargas Llosa, que public¨® y estren¨® (primero en Lima, luego en Nueva York) en 1986. La temporada siguiente lleg¨® al madrile?o y desaparecido teatro Espronceda, con Nati Mistral, Emma Su¨¢rez y Jos¨¦ Sancho, a las ¨®rdenes de Miguel Narros. Veintisiete a?os m¨¢s tarde se ha repuesto, con gran ¨¦xito, en el Espa?ol, dirigida por Joan Oll¨¦. La escenograf¨ªa de Sebasti¨¤ Brosa, que reproduce la planta principal del tugurio y, en su parte superior, la habitaci¨®n de la Chunga, a la que se accede por una escalera, es minuciosamente realista, y gracias a la luz de Lionel Spycher (casi fulgor de acetileno) adquiere un aire de western sudamericano que pod¨ªa haber firmado (y filmado) Arturo Ripstein.
La acci¨®n, seg¨²n el autor, transcurre en 1945, pero sus hechuras son m¨ªticas: sucede en el territorio de los grandes relatos. Este aguafuerte podr¨ªa muy bien desarrollarse en la Santa Mar¨ªa de Onetti o en una taberna del Carmelo de Mars¨¦, aunque, a diferencia de las evocaciones contrapuestas de Para una tumba sin nombre o los aventis de Si te dicen que ca¨ª, aqu¨ª no hay especulaci¨®n verbal sino proyecci¨®n mental. A lo largo del segundo acto, y ante el mutismo de la Chunga, que se niega a revelar su historia con Meche, los cuatro farristas autoapodados los Inconquistables (Josefino, el Mono, Jos¨¦ y Lituma) imaginan lo que hubieran querido que pasara aquella lejana noche en la habitaci¨®n de arriba. Joan Oll¨¦ utiliza un mecanismo sencillo y eficaz: un tel¨®n corto convierte la habitaci¨®n en espacio de las representaciones mentales, en teatro dentro del teatro. No es mal sistema, aunque un poco redundante: quiz¨¢s le hubiera convenido m¨¢s a la puesta la manera de Bu?uel, que no hac¨ªa distingos entre lo real y lo imaginario. O jugar simplemente con la preciosa claridad enso?adora con la que Spycher ba?a a Meche cuando, invocada por los otros, se aparece, de modo literal, en el bar, como si fuera la versi¨®n humilde y juvenil de la Laura de Otto Preminger.
Irene Escolar est¨¢ perfecta de naturalidad, de encanto, de intenci¨®n y ofrece todos los matices de la entrega amorosa
Meche es Irene Escolar, una formidable idea de reparto: ha de convertirse, y lo consigue desde su entrada, en el centro de todas las miradas. Est¨¢ perfecta de naturalidad, de encanto, de intenci¨®n, y ofrece todos los matices de la entrega amorosa y la inteligencia de la muchacha. Es estupenda tambi¨¦n la escena del ¡°ascenso¡± a la habitaci¨®n, con la balada de Silvia P¨¦rez-Cruz a modo de himno, muy bien calzada por el sonidista Orestes Gas y coreada casi sonamb¨²licamente por los Inconquistables, y con unas coreograf¨ªas breves y delicadas de Andr¨¦s Corchero: Oll¨¦ es imbatible en esas repentinas cristalizaciones po¨¦ticas.
Aitana S¨¢nchez-Gij¨®n realiza un poderoso trabajo, pero creo que su belleza y su elegancia juegan en su contra para el rol de la Chunga: no me la creo en ese fig¨®n. A mi juicio, el personaje requiere un rostro m¨¢s duro y ajado, sobre el que podamos proyectar su historia anterior. La Chunga pide una actriz con m¨¢s a?os y, sobre todo, m¨¢s visceralidad, a caballo entre Chavela Vargas y Anna Magnani. Ya s¨¦ que esos altos percales no abundan y que se impone la composici¨®n, aunque Aitana S¨¢nchez-Gij¨®n ten¨ªa, en mi recuerdo, sequedad y desgarro en Las criadas de Mario Gas: quiero decir con esto que tiene los mimbres para alcanzar cotas m¨¢s altas, de voz y de quiebro, en su enfrentamiento final con Josefino. Hay que aplaudir, sin embargo, sus escenas de intimidad con Meche, culminadas con una despedida antol¨®gica: ah¨ª est¨¢ impecable de tono. Encontr¨¦ igualmente notable la escena de Meche y Lituma en la escalera, con un Jorge Calvo medid¨ªsimo y conmovedor, en un pasaje que est¨¢ muy cerca del primer Tennessee Williams: de los cuatro Inconquistables es el que tiene un perfil m¨¢s humano. Por el contrario, veo a un buen actor como Rulo Pardo un tanto plano y con una dicci¨®n algo forzada: tambi¨¦n es cierto que su Jos¨¦ tiene escasa tela que cortar.
Hay una parte de La Chunga en la que mi atenci¨®n vagabunde¨® un poco. Al principio pens¨¦: ¡°Es que es una obra de dos ¡ªde tres, contando a Josefino¡ª con una intensa historia central, y las quimeras de los Inconquistables se me antojan un poco sat¨¦lites¡±. Obviamente, esos ensue?os ayudan a levantar los perfiles de la Chunga y de Meche, pero dir¨ªa que el problema es una cierta sobrecarga en el episodio del Mono. Tom¨¢s Pozzi, que siempre me hace pensar en una versi¨®n anfetam¨ªnica de Ulises Dumont, es una elecci¨®n perfecta para ese arlequ¨ªn desastrado y casi valleinclanesco, un motor con una vitalidad danzarina y excesiva: tiene mucha gracia pero, como todo lo excesivo, fatiga un poco. Ya desde el texto, el Mono es una criatura expresionista que no se puede encarnar desde el realismo, aunque para mi gusto a Oll¨¦ se le va la mano en el masoquismo central: hay un onirismo excesivo, cercano a Castellucci, en las m¨¢scaras dionisiacas, y es igualmente desmesurada la resoluci¨®n de la escena. En el texto original, la Chunga y Meche le dan cuatro zurriagazos al Mono cuando aflora su secreto; en el montaje del Espa?ol le meten un machete por el culo: bien podr¨ªa encontrarse un t¨¦rmino medio.
El papel de Josefino, encarnaci¨®n de un machismo repulsivo y ancestral, corre a cargo de Asier Etxeandia. Es un actor con indudable fuerza y su personaje es complicado, porque no es un chulo protot¨ªpico sino un pobre hombre que juega a chulo. Etxeandia me result¨® sorprendentemente envarado al principio, pero poco a poco va desvelando las contradictorias capas de la personalidad de Josefino, y se crece y se afianza plenamente en el ¨¢spero fin de fiesta, la fantas¨ªa (?o no?) de alcohol y brutalidad que cierra la obra, epilogada por una despedida que es puro y definitivo western crepuscular, con la diferencia de que sus protagonistas son mujeres: hermosa escena, hermoso di¨¢logo y hermosa clausura.
La Chunga. De Mario Vargas Llosa. Direcci¨®n: Joan Oll¨¦. Int¨¦rpretes: Aitana S¨¢nchez-Gij¨®n, Irene Escolar, Tom¨¢s Pozzi, Jorge Calvo, Rufo Pardo, Asier Etxeandia. Teatro Espa?ol. Madrid. Hasta el 16 de junio.
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