Afecto artificial

A partir del relato Los superjuguetes duran todo el verano de Brian Aldiss, Steven Spielberg, en la profundamente maltratada e incomprendida A.I. Inteligencia Artificial (2001), ahond¨® en la insoportable levedad de ser una identidad sint¨¦tica en un futuro poblado por una humanidad necesitada de pr¨®tesis emocionales. Un amigo para Frank, primer largometraje de Jake Schreier, no adopta un tono tan oscuro y problem¨¢tico como la pel¨ªcula de Spielberg y tampoco facilita acceso a la vida interior de su rob¨®tico coprotagonista ¡ªque no est¨¢ programado para sentir, ni, por tanto, para sufrir¡ª, pero su descripci¨®n de un futuro a la vuelta de la esquina, donde las m¨¢quinas suplen las carencias afectivas humanas, parece el esbozo, m¨¢s o menos amable, de la distop¨ªa propuesta en A.I.

Un amigo para Frank recuerda el tono de esa ciencia ficci¨®n humanista que con tanta elegancia practic¨® Ray Bradbury y que Rod Serling supo canalizar tan bien en series como The Twilight Zone. Frank (Frank Langella) es un anciano v¨ªctima del alzh¨¦imer al que uno de sus hijos (James Mardsen) regala un mayordomo androide para que vele por ¨¦l. El punto de partida se guarda varios secretos en la rec¨¢mara que el guion del tambi¨¦n debutante Christopher D. Ford va desvelando con un estrat¨¦gico sentido de la progresi¨®n dram¨¢tica. El primero de esos secretos tiene que ver con la identidad profesional del anciano y transforma la pel¨ªcula en un irresistible thriller en miniatura. El ¨²ltimo secreto, quiz¨¢ discutible en su mec¨¢nica, acaba intensificando la potencia dram¨¢tica del desenlace.

Schreier maneja su delicado material con inteligencia y humor ¡ªsensacional el di¨¢logo entre robots en la fiesta¡ª, aunque no siempre controla el tono de sus apuntes sat¨ªricos: el retrato de la hija concienciada es extraordinario, pero la mirada sobre el entorno snob de Los ?ngeles sucumbe al trazo grueso.