Ef¨ªmero paisaje de barro y paja
Los artistas Adri¨¢n Villar Rojas y Enrique Radigales colaboran para mostrar el arte m¨¢s radical en La Casa Encendida de Madrid
El patio central de La Casa Encendida de Madrid, espacio habitualmente dedicado a charlas y conciertos, estuvo todo el mi¨¦rcoles pasado ocupado por una peculiar pir¨¢mide de balas de paja amontonadas en desorden, tal como se puede ver en la fotograf¨ªa. 24 horas despu¨¦s all¨ª no quedaba nada, salvo un resto de olor a campo reci¨¦n trillado. Por algunos rincones del edificio se encuentran todav¨ªa algunas huellas: unas pinturas sobre papel de algod¨®n cargadas de colores o alg¨²n escondido aparato reproductor con fragmentos de pel¨ªculas de Herzog o Tarkovski. Todo ello formaba parte de una intervenci¨®n realizada conjuntamente por dos artistas emergentes: el argentino Adri¨¢n Villar Rojas (Rosario, 1980) y el espa?ol Enrique Radigales (Zaragoza, 1970). Bajo el t¨ªtulo de El barro y la paja, ambos creadores han volcado su concepto del arte, de los (no) talleres de los artistas y de la (no) memoria de las obras. La comisaria independiente, Luisa Fuentes (Murcia, 1979) ha coordinado este trabajo que forma parte del proyecto En Casa protagonizado tambi¨¦n en sus dos anteriores ediciones por artistas latinoamericanos y espa?oles.
La obra desaparece con las ¨²ltimas briznas que han formado los fardos de paja que han ocupado el patio. Pero los artistas y la comisaria entienden que la obra en s¨ª arranca desde el mismo momento en el que ellos se ponen en contacto. En realidad, todo comienza al escoger a los artistas. Ambos son conocidos en los circuitos internacionales. Radigales trabaja en mundos virtuales en los que depende del n¨²mero de p¨ªxeles. Villar Rojas lo hace con las manos en una vieja f¨¢brica de ladrillos, La ladrillera, y para ¨¦l es esencial el trabajo artesanal, hasta el punto de que se mueve por el mundo con varias personas expertas en diferentes oficios. A este viaje le ha acompa?ado C¨¦sar Martins.
Luisa Fuentes les contact¨® por correo electr¨®nico y skype facilit¨® las numerosas conversaciones previas hasta que el argentino viaj¨® a Espa?a para levantar conjuntamente el proyecto. Hablaron mucho de cine, de literatura, de la importancia de no tener un taller convencional, de la memoria de los paisajes y de su forma de estar en el mundo del arte. Eligieron un lugar para intervenir: una finca heredada por Radiales el campo oscense llamado ¡°Pericast¨®¡±. All¨ª trabajar¨ªan un d¨ªa recogiendo la cebada y empaquet¨¢ndola despu¨¦s en grandes fardos, antes de trasladarla a La Casa Encendida.
¡°Fue el comienzo de una road-movie curatorial¡±, explica Adri¨¢n Villar.¡±Lo que nos importa es la reflexi¨®n sobre el lugar en el que se trabaja. Yo vengo de hacerlo con ladrillos de adobe. Enrique quer¨ªa convertir su campo en un laboratorio de digitalizaci¨®n. Los dos hemos explorado nuevos lugares de trabajo. No buscamos musas que domestiquen la inspiraci¨®n. Encontramos nuestro sitio y ah¨ª intervenimos¡±.
Enrique Radigales, con m¨¢s de 15 a?os trabajando en la red, habla del concepto de ruina y de lo ef¨ªmero como algo indisolublemente unido al arte. ¡°M¨¢s del 80% de mi trabajo ha desaparecido en un bosque de servidores hostiles. Crees que todo queda ah¨ª, en ese cibermundo, pero no es cierto. La sofisticaci¨®n digital est¨¢ llena de agujeros por los que se pierde la memoria¡±.
El desaf¨ªo consisti¨® en digitalizar el campo de cebada y acabar convirti¨¦ndolo en una gran escultura ef¨ªmera. Los obst¨¢culos fueron muchos. El primero, el clim¨¢tico. La cosecha se hace el 15 de junio y ese d¨ªa diluviaba en una tierra que habitualmente es un secarral. Esperaron y al final pudieron ponerse en marcha.
?Que quedar¨¢ de todo esto?. Ambos coinciden en que lo importante es la intervenci¨®n. Creen que luego todo se pierde en la memoria colectiva.
Representados por importantes galer¨ªas (Villar expone estos d¨ªas en el MoMa PS1 y en septiembre en la Serpentine de Londres) los dos restan importancia a la parte comercial de su obra. Prefieren que sus coleccionistas sean instituciones y miran perplejos cuando se les habla del mercado. En el caso de Villar, lo que se vende son las esculturas (¡°las que yo decido¡±, puntualiza). Enrique Radigales tiene en la pintura por ordenador la forma de vivir del arte.
Pero lo que quedar¨¢ en La Casa Encendida lo resume la comisaria: una reflexi¨®n sobre como el paisaje humano puede transformar la informaci¨®n del paisaje topogr¨¢fico o virtual.
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