Toledo-Madrid: el viaje de El Greco
La restauraci¨®n de 'El expolio' en El Prado es el 'chupinazo' del IV centenario de su muerte
La mujer se encuentra de espaldas y viste una t¨²nica color mostaza y la tela le recorre la espalda como una cascada desde el hombro. Los pliegues del ropaje forman valles en sombra y colinas de un tono vivo de madera cruda. En lo alto, coronando uno de los dobleces, se ve un grumo de aceite seco m¨¢s encendido y luminoso que el resto. Tendr¨¢ un par de cent¨ªmetros de ancho y su relieve terroso invita a pasar el dedo por encima. En un extremo, la plasta oleaginosa cae como un fogonazo hasta que se vuelve una huella plana y sin pigmento y se acaba fundiendo con el resto del manto. El brochazo tiene 443 a?os. Y ahora mismo nos encontramos a un palmo de ¨¦l y el brillo de las l¨¢mparas vibra en la pintura y uno puede intuir el gesto del artista cretense sobre el lienzo; su pincelada "a plena pasta", la llama Leticia Ruiz, conservadora del Museo del Prado. Gruesa y rebosante, segura en su recorrido, como dibujando un siete. "Est¨¢ intacta, virgen", a?ade Ruiz mientras sigue el trazo con el ¨ªndice hasta el final de la t¨²nica y de pronto se apaga la luz en la nave y golpea el rel¨¢mpago de la c¨¢mara de fotos sobre El expolio. Cuando vuelve la luz, Rafael Alonso, el hombre que habr¨¢ de meter mano a esta obra maestra de Domenicos Theotocopulos, El Greco, la observa a un par de metros de distancia, inm¨®vil, echando las cejas canas hacia lo alto. No pesta?ea. Murmura: "Estas gotas de cera se ven siempre. Y aqu¨ª tambi¨¦n est¨¢ tocado¡". El equipo de restauraci¨®n del Prado se toma su tarea con la prudencia de un m¨¦dico con a?os de oficio.
?La situaci¨®n es la siguiente: el paciente se encuentra tumbado en posici¨®n de c¨²bito lateral y Cristo, ubicado en el centro del lienzo, y por lo tanto tumbado de canto en mitad de esta guarida subterr¨¢nea del Museo del Prado, tiene el rostro p¨¢lido e iluminado y mira al cielo o quiz¨¢ hacia dentro, con un hilillo blanco de pintura en el iris de cada ojo, que le confieren un halo de emoci¨®n contenida similar al que tanto explotan hoy los dibujos japoneses; a sus pies un individuo prepara la cruz y a sus espaldas le sigue una turba de hombres "de rasgos duros y aspecto sombr¨ªo", tal y como escribi¨® en 1907 Manuel B. Cossio, quiz¨¢ el primer gran estudioso de El Greco, una de las personas que reivindic¨® su modernidad despu¨¦s de tres siglos de ostracismo. Sus verdugos, los sayones, son una mancha sombr¨ªa, una nube cenicienta que revolotea en torno al Salvador y en ellos ya se intuye la escena que da nombre al cuadro, pero a¨²n no ha sucedido: en unos instantes, se repartir¨¢n entre ellos los jirones de la t¨²nica carm¨ªn que viste Jes¨²s, antes de ser clavado a unos maderos en forma de cruz. En la esquina inferior izquierda; su madre, la Virgen; la prima de esta Mar¨ªa de Cleof¨¢s y Mar¨ªa Magdalena, la mujer de la t¨²nica apergaminada y de color mostaza, donde a¨²n se puede apreciar ese brochazo intacto.
En 2014 se cumplen cuatro siglos de la muerte de El Greco y entre los movimientos soterrados que empiezan a percibirse ante la inminencia del IV centenario, El despojo de las vestiduras de Cristo sobre el Calvario ¡ªeste es su nombre original¡ª abandon¨® el jueves pasado, para ser restaurado en el Museo del Prado, lugar para el que fue concebido en 1579: el retablo de la sacrist¨ªa de la catedral de Toledo, ante el cual los sacerdotes se engalanan antes de oficiar la misa, y donde suelen admirarlo ¡°como si fuera un contrasentido¡±, en palabras de Juan S¨¢nchez, el de¨¢n del templo; ¡°porque nosotros nos revestimos mientras que a Jesucristo lo est¨¢n despojando¡±. Se lo llevaron en secreto y a primera hora de la ma?ana. Cuenta el can¨®nigo que fueron cinco hombres los que guardaron el cuadro ¡°con mimo¡± en una caja de madera lacada hecha a medida y acolchada con poliesp¨¢n y luego la alzaron a pulso y atravesaron la nave central con ella en volandas. La polic¨ªa local cort¨® calles y cambi¨® el sentido de traves¨ªas y callejuelas para que el lienzo, de casi dos por tres metros y clavado a un tablero de pino, abandonara la ciudad. Lleg¨® a las 12.30 a las catacumbas del Museo del Prado. El de¨¢n recibi¨® entonces una llamada: ¡°Ya est¨¢ en lugar seguro¡±. Y en el centro del retablo toledano ahora se ve un hueco que deja al aire la pared de la iglesia, blanca y desgastada por los a?os, y todo ello cubierto por un enorme manto, esperando el regreso.
Ser¨¢ la primera vez que la obra cuelgue en las salas de la pinacoteca madrile?a
La sensaci¨®n de vac¨ªo recuerda, seg¨²n S¨¢nchez, a la de quien ha perdido un brazo. El lienzo lo encarg¨® en 1577 su ¡°antepasado¡± el de¨¢n Diego de Castilla a un artista nacido en Creta, reci¨¦n llegado a la pen¨ªnsula desde Roma; a¨²n desconocido en Castilla, sin apenas espa?ol, pero con aspiraciones de ganarse alg¨²n encargo en El Escorial que levantaba entonces Felipe II. Y desde entonces, la obra, una de las cumbres del Greco, junto al Entierro del conde de Orgaz, solo hab¨ªa abandonado en una ocasi¨®n la sacrist¨ªa, para ser expuesto en la Expo de Sevilla de 1992. Este es su segundo viaje. Algo excepcional. As¨ª que ah¨ª se encuentra el paciente, en las catacumbas del Prado. Un operario silba a lo lejos y la luz se apaga de nuevo, y ahora dos torres de rayos ultravioletas refractan en el lienzo y lo vuelven p¨¢lido y morado y brilla la tela como si fuera una pantalla de cine, y los presentes revolotean alrededor, como si en el exterior del cuadro se repitiera a su vez la escena que se ve dentro, en un juego de espejos. La c¨¢mara vuelve a disparar y en el ordenador, ampliadas, se ven las salpicaduras de cera que han derramado cuatro siglos de velones en la sacrist¨ªa, y las craqueladuras y peque?os desconchones similares a la piel de un cocodrilo en la base, donde iba el marco, y tambi¨¦n los trazos firmes del pintor, y las pinceladas fin¨ªsimas, propias de un miniaturista, en la barba de Cristo, y el brillo de la dentadura de uno de los sayones, de gesto ausente e idiota. "Ojal¨¢ nos viniesen todas las obras as¨ª", dice Rafael Alonso, restaurador de 67 a?os, 35 de ellos en el Prado, y con 86 obras del Greco a sus espaldas. "Cuatro siglos y apenas tiene da?os. La suciedad l¨®gica por el paso del tiempo. Ahora lo ves como si tuviese un velo encima. Limpiarlo va a ser como retirar una cortina".
El artista lleg¨® a pedir 900 ducados y le terminaron pagando 382 despu¨¦s de un litigo
La obra ha dormido siempre a cubierto. Apenas se ha movido. Pero a su conservaci¨®n contribuye tambi¨¦n el dominio de la t¨¦cnica del pintor. El Greco no emborronaba con manchas de color unas sobre otras, formando mazacotes de ¨®leo que se resquebrajan al secarse. La paleta del maestro, de t¨¦cnica bizantina y curtido despu¨¦s entre los grandes de Venecia, era certera y confiada. Por El expolio el artista lleg¨® a pedir 900 ducados. Le acabaron pagando 382, despu¨¦s de un litigio en el que los religiosos le reclamaban que corrigiese algunas "impropiedades", por ser contrarias al dogma, como la cabeza de Cristo superada por otras a su espalda, o el hecho de que las tres Mar¨ªas figuraran tan cerca de ¨¦l, a sus pies; y hasta lo amenazaron con llevarlo preso porque el Greco, ofendido por el bajo precio, no soltaba el cuadro. Al final lo entreg¨® y tardaron dos a?os en pagarle. Pero nunca repint¨® la escena.
En los pr¨®ximos d¨ªas, continuar¨¢ el diagn¨®stico. El cuadro ser¨¢ sometido a un estudio de infrarrojos y de rayos X, para bucear capa a capa hasta descubrir el lienzo en blanco y comprender su composici¨®n; y entonces comenzar¨¢ la restauraci¨®n por parte de este equipo meticuloso, a cuya financiaci¨®n contribuye la Fundaci¨®n Iberdrola. Y cuando est¨¦ listo se colgar¨¢ por primera vez en las paredes del Prado, durante unas pocas semanas, probablemente en septiembre. Un acontecimiento que los presentes en la sala denominan ¡°el chupinazo¡± del a?o Greco. ¡°Un magn¨ªfico pre¨¢mbulo de todo lo que va a significar la celebraci¨®n del centenario¡±, puntualiza Miguel Zugaza, director del museo. En el Prado organizar¨¢n otras dos muestras; una sobre la biblioteca personal del artista, con vol¨²menes originales que a¨²n conservan sus anotaciones, y otra sobre su rompedora modernidad. Las grandes exhibiciones tendr¨¢n lugar en Toledo, ciudad a la que el cretense lleg¨® poco antes de que le encargaran El expolio, y all¨ª se estableci¨® y vivi¨® sus d¨ªas m¨¢s creativos. Muri¨® en 1614 y fue olvidado hasta finales del siglo XIX. ¡°Habr¨¢ exposiciones todo el a?o. Y espero que la ciudad se convierta en la capital cultural de Europa en 2014¡±, explica Gregorio Mara?¨®n, presidente de la Fundaci¨®n El Greco 2014. Para entonces, El despojo de las vestiduras de Cristo sobre el Calvario, ya estar¨¢ de regreso en la catedral de Toledo, limpio y sin magulladuras.
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