La ruina convertida en arte
Pintores, fot¨®grafos y grafiteros usan como galer¨ªa el barrio lisboeta de la Morer¨ªa
En el barrio de la Morer¨ªa, al pie de la plaza de Mart¨ªn Moniz, el pintor y antrop¨®logo Lorenzo Bordonaro ha adornado algunas de las calles con composiciones art¨ªsticas a base de llaves y cerraduras provenientes de un cercano taller de llaves y cerrojos abandonado hace m¨¢s de veinte a?os. Es una suerte de arqueolog¨ªa cotidiana (aunque peligrosa: el lugar tiene el techo hundido y amenaza con venirse abajo en cualquier momento). Bornonaro ha rescatado tambi¨¦n platos, cucharas, viejas fotograf¨ªas y botellas de cristal de la f¨¢brica que milagrosamente han escapado al vertedero del tiempo y con ellas consigue, con la delicadeza de un miniaturista, rehabilitar muros enteros de este barrio degradado.
Una decena de trenes de cercan¨ªas Lisboa-Cascais lucen pinturas
Es uno de los muchos ejemplos de una modalidad art¨ªstica t¨ªpicamente lisboeta: la del arte en la calle, fuera de los museos, que va en busca del p¨²blico en vez de esperar a que este acuda a su encuentro en una sala. Hay artistas multifac¨¦ticos como Bordonaro, pero tambi¨¦n fot¨®grafos, pintores o grafiteros que acuden a Lisboa o que eligen Lisboa como lienzo, como sala de exposici¨®n. Hace unos meses, la revista brit¨¢nica TNT.magazine eligi¨® Lisboa como la tercera ciudad del mundo, despu¨¦s de Nueva York y Londres, para degustar el denominado street art. En el caso de Bornonaro, el Ayuntamiento ¡ªque tiene buena parte de responsabilidad de esta marea de arte callejero¡ª colabora. La instituci¨®n, propietaria del edificio arruinado del taller, no s¨®lo aporta fondos (en unos tiempos de crisis en los que casi no hay dinero para nada) sino que dio el permiso necesario para que el artista, obsesionado con la memoria inmediata de los barrios, se pusiera manos a la obra. Adem¨¢s de llaves, utiliza tambi¨¦n platos de peltre, fotos viejas, cucharas y vasos: ¡°Los encontr¨¦ en las taquillas abandonadas de los obreros: es inquietante saber que eran objetos cotidianos de uso diario. ?Qui¨¦n los utilizaba? ?Cu¨¢ndo?¡±, se pregunta.
No lejos de A f¨¢brica da chaves, en pleno coraz¨®n de la Morer¨ªa, se encuentra el taller de la fot¨®grafa brit¨¢nica Camilla Watson. Enamorada de Lisboa, hace unos a?os se fij¨® en un pared¨®n viejo y en una anciana del barrio que se apoyaba en ¨¦l para descansar mientras iba camino de la panader¨ªa. Y las fotografi¨®. ¡°Eran parecidas, las dos, la pared vieja y la anciana, las dos provenientes del mismo lugar, las dos compartiendo algo¡±, explica. Ese d¨ªa arranc¨® una serie que ha cambiado la fisonom¨ªa de la zona. Porque Watson no s¨®lo ha fotografiado a los habitantes m¨¢s viejos del barrio frente a su casa o su comercio o caminando por su calle de toda la vida, sino que ha colocado (con permiso del omnipresente Ayuntamiento), estas fotograf¨ªas en las mismas calles que ha fotografiado, impresas en la pared. El resultado es conmovedor, un tributo art¨ªstico a un barrio ¨²nico a trav¨¦s de sus habitantes. Watson no se ha quedado ah¨ª: hace unos d¨ªas inaugur¨® otra exposici¨®n callejera: retratos de fadistas famosos, relacionados con el barrio de la Morer¨ªa, cuna del fado.
Esta especie de frenes¨ª lisboeta por llenarlo todo de piezas art¨ªsticas no se detiene en la Morer¨ªa. Desde mayo, una decena de trenes de cercan¨ªas Lisboa-Cascais lucen pinturas. El director art¨ªstico Sandro Resende recibi¨® en marzo la llamada de un representante de los ferrocarriles portugueses que le ped¨ªa ayuda para montar una exposici¨®n. ¡°Y yo les dije que el mejor espacio para eso eran, claro, los trenes¡±, dice Resende, que es una suerte de intermediario entre los artistas, el promotor y los patrocinadores. ?l lo organiz¨® todo: ¡°Cost¨® 50.000 euros, pero lo pagaron las empresas patrocinadoras, los ferrocarriles portugueses no pusieron ni un duro, bastante tienen ya con los recortes. A estas empresas les dej¨¦ una esquina visible para que colocaran su logo sin que influyera en la obra del artista¡±. Ttapando las ventanas (que no la luz) de uno de estos trenes, el viajero se encuentra con los rostros estampados del conocido artista Alexandre Farto Vhils, famoso en Lisboa por sus impresionantes pinturas en muros y en fachadas aprovechando las grietas y las roturas en las paredes. Algunos de los dibujos ferroviarios de Farto han sido medio arrancados por los viajeros. Resende no se molesta mucho: ¡°Esto es arte en la calle. Nosotros imponemos la obra al p¨²blico, pero tambi¨¦n corremos un riesgo¡±.
Paralelamente, el din¨¢mico departamento de Patrim¨®nio Cultural del Ayuntamiento de Lisboa busca emplazamientos ¨®ptimos para que los artistas callejeros los llenen de pinturas. De ah¨ª que haya edificios enteros, fachadas, paredes y aceras que, de una manera legal, se encuentren decoradas con creaciones de los m¨¢s famosos grafiteros del mundo, convocados por las autoridades de Lisboa. Ahora trabajan en el muro de m¨¢s de dos kil¨®metros que bordea el Centro Hospitalar Psiqui¨¢trico de Lisboa, con temas en azul a?il sobre el tema ¡°el rostro¡±. Han participado m¨¢s de 30 artistas y el resultado es, simplemente, espectacular: pinturas sucedi¨¦ndose, como en un enorme c¨®mic de color azul, a lo largo de la carretera. Ya hay gu¨ªas que incluyen la trasera de este hospital como uno de los puntos imprescindibles del arte callejero de Lisboa.
Hay algo m¨¢s. Algo que trata de explicar el director de este departamento, Jorge Ramos de Carvalho, cuando define la capital portuguesa como una ciudad abierta y creativa, llena, adem¨¢s, de mil rincones abandonados o semiabandonados con vocaci¨®n irresistible de lienzo. De hecho, el Gobierno prepara una ley para prohibir y multar el grafiti salvaje, dada su floraci¨®n intempestiva en la ciudad. Mientras, hasta los contenedores de vidrio se llenan de colores: otra iniciativa municipal en la que no s¨®lo participan artistas consagrados, sino la gente com¨²n, los vecinos de una misma manzana, cualquiera, en fin, con un proyecto interesante visado por el Ayuntamiento. Por eso, si le gustan los museos al sol, los que no cierran nunca, en los que no hay que pagar entrada, venga a Lisboa a toparse con el arte en la calle: desde los rostros inquietantes e inmensos de Alexandre Farto que parec¨ªan dormir en las fachadas decr¨¦pitas a llaves que ya no abren nada en los muros o contenedores de botellas disfrazados de Chewaka.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.