Aquella brillante promoci¨®n de 1758 toma el Museo del Prado
La pinacoteca dedica una exposici¨®n a los cuadernos de dibujo empleados en el aprendizaje de los artistas espa?oles en la Roma del siglo XVIII
Ocho j¨®venes artistas espa?oles, pensionados de la Academia de Bellas Artes de San Fernando, deambularon por las calles de Roma cuaderno en mano entre 1758 y 1764. Tributo a la eterna belleza de la ciudad y a la capacidad de asombro propia del aprendizaje, el Museo del Prado ha organizado una muestra en torno a aquellos libritos, que, con el tama?o de un octavo mayor, sirven de testimonio de los deberes escolares, los anhelos est¨¦ticos, las anotaciones propias de un diario y otras particularidades de la cotidianidad sobresaltada del estudiante en el extranjero.
Cuatro de aquellos cuadernos, m¨¢s uno de Goya, que no acudi¨® a Roma en 1771 en calidad de alumno, sino por propia iniciativa y ya convertido en todo un maestro, ocupan en un acierto escenogr¨¢fico de tintes dram¨¢ticos el centro del espacio consagrado por la pinacoteca madrile?a a la muestra Roma en el bolsillo. Cuadernos de dibujo y aprendizaje art¨ªstico en el siglo XVIII. Esperan al visitante hasta el 19 de enero en la penumbra que la conservaci¨®n de la obra en papel exige y suspendidos en el aire a la altura precisa en la que uno los sostendr¨ªa en sus manos. Para subrayar el efecto deseado, uno de ellos, obra de Jos¨¦ del Castillo, que aporta tres de las cinco piezas, descansa abierto por una p¨¢gina en la que se puede contemplar el retrato de un dibujante haciendo lo propio.
Los otros dos son el c¨¦lebre Cuaderno italiano de Goya y el ¨²nico que se conserva de los d¨ªas romanos de Mariano Salvador Maella, maestro del dibujo. Los cinco son propiedad del Prado, adem¨¢s de adquisiciones recientes. En 1990 se compraron los de Jos¨¦ del Castillo, que nunca hab¨ªan sido expuestos (ni tampoco estudiados a fondo). En 1993, se adquiri¨® el de Goya y en 2005, el de Maella.
Al fondo, en el interior de una vitrina, se pueden contemplar otros tres ejemplos, propiedad de la Biblioteca Nacional, el Meadows de Dallas y el MNAC, y firmados por Domingo Antonio Lois de Monteagudo, Antonio Primo y Domingo ?lvarez de Enciso, miembros todos de aquella brillante promoci¨®n de 1758. De las notas art¨ªsticas que tomaron los pensionados Jos¨¦ de Villanueva, que luego proyectar¨ªa el edificio del Prado, Isidro Carnicero y Antonio Mart¨ªnez de Espinosa, no se guardan pruebas.
La lista de los agraciados con la beca y la de las tareas que esta comportaba se exponen bajo un grabado de la ciudad de Roma, ¡°la m¨¢s bonita de cuantas se conservan¡±, a juicio del comisario Jos¨¦ Manuel Matilla, jefe del Gabinete de Dibujos y Estampas del Prado. Obra de Giuseppe Vasi, se grab¨® para el rey Carlos III, y en la exposici¨®n permite localizar con la imaginaci¨®n las idas y venidas de los pensionados, que copiaban escultura cl¨¢sica, pinturas renacentistas, obras barrocas o desnudos en la Accademia del Nudo, creada a tal efecto por el papa en el Campidoglio.
Las obligaciones de los estudiantes ven¨ªan descritas en las Instrucciones para el director y los pensionados del Rey en Roma de pintura y escultura, cuyo punto 28, redactado por Felipe de Castro, establec¨ªa que los estudiantes deb¨ªan traer ¡°siempre consigo libros de memoria en que apuntar las obras m¨¢s dignas que encuentren en los templos, palacios, jardines y fuentes, y los adornos antiguos y modernos donde quiera que los hallen¡±. Como suele ser norma, cada cual hizo de la aplicaci¨®n de aquellas reglas lo que buenamente pudo¡ o quiso: si el becado Castillo las aplicaba con met¨®dico af¨¢n, el trabajo de Maella siempre estuvo dominado por la heterodoxia de su mirada. En unos y otros casos, estos testimonios, escribe Matilla en el espl¨¦ndido cat¨¢logo, impreso con el formato de un cuaderno de notas, permiten ¡°analizar el pensamiento de un artista, manifestado en su modo de dibujar¡±.
Aquel dieciochesco Erasmus pict¨®rico nunca se repetir¨ªa. Seguramente, aventura Matilla, por demasiado ambicioso: inspirado por los programas educativos de la Academia Francesa, obligaba a los artistas a pasar seis a?os lejos de Espa?a, acaso demasiado tiempo para el temperamento de un aprendiz con ansias de triunfar en casa.
La muestra se completa con 22 dibujos independientes, que eran enviados a la Academia de San Fernando y que permiten comparar las diferentes formas de representar un mismo modelo de los becarios, as¨ª como otra veintena de cuadernos, incluidos algunos extranjeros, aunque todos ellos italianos, como el Pronti, an¨®nimo, o los de los artistas Edme Bouchardon, Carlo Spiridione Mariotti, Joshua Reynolds, Fr¨¦d¨¦ric Nepveu o el ?lbum Vallardi, de la neocl¨¢sica suiza Angelika Kauffmann.
Un acuerdo firmado entre el Prado y la multinacional Samsung, flamante miembro corporativo del museo en calidad de ¡°colaborador tecnol¨®gico¡±, ha permitido colocar en la sala 25 tabletas que, estas s¨ª, pueden ser manoseadas a su antojo por los visitantes para descubrir los secretos de los delicados cuadernos, cuyo contenido ha sido debidamente digitalizado. Los tesoros contenidos en estos ingenios tambi¨¦n se alojan en un microsite en la p¨¢gina web del Prado. Lo que en la dimensi¨®n virtual aguarda es un exhaustivo cat¨¢logo razonado que, por su propia naturaleza, permite la consulta de una informaci¨®n ampl¨ªsima y no sujeta a las contingencias, econ¨®micas y de espacio, del viejo papel.
Babelia
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