Dinero para la m¨²sica
Ontario pone encima de la mesa 32 millones de euros para dinamizar la actividad musical
Atenci¨®n: paren las m¨¢quinas. ?Una regi¨®n que cree en la industria de la m¨²sica! Que pone encima de la mesa m¨¢s de 32 millones de euros para dinamizar la actividad musical. Adem¨¢s, sin prejuicios paletos: el fondo est¨¢ abierto a discogr¨¢ficas extranjeras que apuesten por talento local o, incluso, a figuras for¨¢neas que graben all¨ª.
Un proyecto con cuatro apartados: Compa?¨ªas Musicales, Futuros Musicales, M¨²sica en Directo y Desarrollo de la Industria Musical.
Si ahora a?ado que el gobierno responsable es liberal, ya se les habr¨¢n fundido los plomos. Y sin embargo, existe. Se trata de la provincia de Ontario, con 13 millones de habitantes (el 40 % de todos los canadienses). Seg¨²n Michael Chan, ministro de Turismo, Cultura y Deportes, la m¨²sica en Ontario genera anualmente unos 420 millones de d¨®lares canadienses; gastar una d¨¦cima parte en potenciarla tiene sentido.
Ya oigo el rasgar de vestiduras de los sedicentes liberales espa?oles, tan enemistados con la cultura. Conviene se?alar que el Ontario Liberal Party, fundado en el siglo XIX, se sit¨²a entre los tories (Progressive Conservative Party) y los socialdem¨®cratas del New Democratic Party.
En la pol¨ªtica canadiense, hay un consenso general en la protecci¨®n de la cultura aut¨®ctona. Cuesti¨®n de supervivencia: est¨¢n emparedados entre EEUU, con 48 estados al sur y Alaska al noroeste. En tiempos no demasiado lejanos, Washington so?¨® con zamparse Canad¨¢ y en el Pent¨¢gono se renuevan los planes militares para, en caso de emergencia, ocupar el pa¨ªs amigo.
Con la emergencia de los mass media, los canadienses comprendieron que, inevitablemente, estaban destinados a ser victimas del colonialismo cultural. Abandonadas a las leyes del mercado, las modestas industrias culturales locales sucumbir¨ªan al din¨¢mico empuje de Estados Unidos, con una poblaci¨®n nueve veces mayor.
As¨ª que, en 1968, se estableci¨® la obligatoriedad del can-con, el contenido canadiense, en radio y televisi¨®n. En la radio musical, el 35-40 % de la m¨²sica debe tener can-con. El sistema funciona con los par¨¢metros MAPL, iniciales de M¨²sica, Artista, Performance (grabaci¨®n o interpretaci¨®n en directo) y Letra; para que sea can-con, al menos dos deben ser canadienses o, en el caso de Performance, hecha en Canad¨¢.
Y ha sido efectivo. Al comienzo, alegando que la calidad de las producciones canadienses era baja, las radios concentraban el can-con en horarios nocturnos. Ya no permiten ese truco y, de todas las maneras, el nivel medio ha subido. La legislaci¨®n es flexible: rebaja sus cuotas para jazz, cl¨¢sica u oldies.
Lo que no significa que contente a todos. Hay organizaciones que presionan para que se ajusten los requerimientos, dando prioridad a nuevos artistas. Al otro extremo, los quintacolumnistas que razonan que, dado que los artistas canadienses ya caminan solos, convendr¨ªa eliminar las exigencias del can-con.
Imagino a los liberales de la calle G¨¦nova argumentando algo parecido. En Canad¨¢, se les conoce como ¡°la voz de su amo¡±: la industria del entretenimiento estadounidense tiene voluntad de conquista global. Bajo la piel de cordero de una llamada Alianza Internacional de la Propiedad Intelectual, el pasado a?o plante¨® que el can-con atentaba contra el tratado de libre comercio TTP, al que Canad¨¢ pretende adherirse.
Un inciso: sospecho que en Espa?a existe una regulaci¨®n en favor de la m¨²sica nacional similar a la del can-con, implantada durante los a?os sesenta. Resistida por las emisoras, cay¨® en desuso pero puede que se trate de una de las pocas ideas de don Manuel Fraga que merecer¨ªa ser revisada.
Desde aqu¨ª, uno no puede evitar sentir admiraci¨®n por iniciativas como esos 32 millones de euros que apuesta Ontario en ayuda de la m¨²sica. Aumentar¨¢ el atractivo de su principal urbe, Toronto, que ya era lugar acogedor para m¨²sicos de todas las nacionalidades: all¨ª preparaban los Rolling Stones aquellas mastod¨®nticas giras mundiales.
Y se pone en pr¨¢ctica a pesar del llamado Efecto California. Es sencillo y desolador: las estrellas que se forjan en Ontario -Paul Anka, Neil Young, Joni Mitchell, Michael Bubl¨¦, Avril Lavigne- terminan emigrando a Estados Unidos. Lo cual suena a traici¨®n...si no has vivido los tremendos inviernos de Toronto.
Babelia
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