Ba?o de realismo en Buenos Aires
La Fundaci¨®n Proa acoge nueve obras de Ron Mueck, el escultor australiano que combina la atenci¨®n por el detalle con la fantas¨ªa de la desproporci¨®n
Acaba de llegar al barrio de La Boca, en Buenos Aires, una de las mejores exhibiciones que pueden verse ahora en Latinoam¨¦rica. Se trata de las nueve esculturas del australiano Ron Mueck (1958), las mismas que la Fundaci¨®n Cartier ha expuesto los ¨²ltimos cinco meses en Par¨ªs hasta convertirse en la exhibici¨®n m¨¢s visitada de la capital francesa. Nueve obras son mucho si se tiene en cuenta que Mueck solo ha creado 40. Los m¨¢s de 50 periodistas congregados en la Fundaci¨®n Proa antes de la inauguraci¨®n caminaban de una sala a otra emocionados como ni?os. Y ese es el objetivo del artista, que la gente pasee entre su obra sin ninguna carga te¨®rica, al buen tunt¨²n, dej¨¢ndose llevar.
Las esculturas reproducen al mil¨ªmetro los matices de la piel, el vello p¨²bico, las u?as, las arrugas, los pliegues de la ropa. Pero no podr¨ªan calificarse de hiperrealistas, porque las dimensiones no suelen ser humanas. O bien son figuras peque?as o gigantescas. Y siempre imponentes. Parecen pesadas, pero son muy livianas, hechas con silicona, fibra de vidrio, pinturas acr¨ªlicas y resina. Hay algo en ellas que conmueve, a veces inquieta y nunca deja indiferente, algo que va m¨¢s all¨¢ de la mera reproducci¨®n milim¨¦trica. Est¨¢n cargadas de informaci¨®n y de secretos, como cualquier persona.
¡°Queremos traer el mundo a La Boca¡±, explica Adriana Rosenberg, directora de Proa. ¡°Aqu¨ª hemos hecho muestras extraordinarias, de Giacometti, de Duchamp, de Louise Bourgeois, que son fundamentales para el conocimiento del arte. Pero lo que diferencia a esta es que el artista est¨¢ vivo. En Par¨ªs tuvo tanto ¨¦xito que tuvieron que prorrogarla un mes. Y a nosotros nos gusta que haya esa conexi¨®n con Europa. Es muy importante que la Argentina no est¨¦ aislada del resto del mundo¡±. La frase del aislamiento tiene m¨¢s sentido pronunciada desde ah¨ª mismo en La Boca, tal vez el barrio m¨¢s tur¨ªstico de Buenos Aires. Pero tambi¨¦n uno de los m¨¢s desolados en cuanto cae la noche.
En La Boca est¨¢ el Caminito que dio lugar al tango del mismo nombre, pueden verse por el d¨ªa a las t¨ªpicas parejas tangueras que cobran por hacerse fotos con los turistas, o el tipo que se da un aire a Maradona y cobra tambi¨¦n por cada foto que le hacen¡ Todo eso desaparece por la noche, el museo de la Fundaci¨®n Proa se cierra y el turista recibe el consejo de no entretenerse demasiado en tomar el taxi.
Hace 15 a?os, la familia Rocca, propietaria de Techint, la mayor multinacional argentina, decidi¨® instalar all¨ª la Fundaci¨®n Proa, con el objetivo de revitalizar el barrio a base de buenas exposiciones. Primero compr¨® una casa, despu¨¦s dos y ahora son tres. Todas ellas forman un museo que se levanta, en efecto, como una proa frente al Riachuelo, uno de los lugares m¨¢s contaminados del mundo, junto a las casas de chapas pintadas de los primeros emigrantes italianos que llegaron a Buenos Aires, los corralitos, los conventillos humildes donde decenas de familias compart¨ªan y comparten el mismo ba?o, la misma toma de corriente el¨¦ctrica.
Todo eso est¨¢ ah¨ª, al lado de las nueve esculturas de Ron Mueck. O sea, al lado de la mujer desnuda que levanta un hato de le?a, el hombre desnudo que mira a lo lejos en un bote, la pareja de ancianos recostados en una playa, el joven negro con una herida en el costado, la mujer que carga con la compra del s¨²per en una bolsa de pl¨¢stico en cada mano y a su beb¨¦ pegado al pecho¡ Todos ellos callando y mostrando su historia. Hasta el gigantesco pollo desplumado que cuelga cabeza abajo del techo parece humano. Mueck vino desde Londres a cuidar cada detalle de la exhibici¨®n y regres¨® a su taller de Londres sin comentar nada sobre las esculturas para dejar que cada una hable por s¨ª misma. Por supuesto, no concedi¨® entrevistas. Los empleados de la fundaci¨®n lo encontraron muy introvertido. Y los t¨ªtulos de las obras ofrecen la m¨ªnima informaci¨®n posible: Hombre en un bote, Mujer con le?a, Pareja bajo una sombrilla¡ Y en el caso de Mujer con compras, ni siquiera alude a la parte m¨¢s llamativa de la obra, el beb¨¦ pegado al pecho, que saca la cabeza del abrigo de la madre y la mira mientras ella solo mira al frente.
Estar¨¢n ah¨ª, en el barrio de La Boca, hasta al 23 de febrero. Y desde el 19 de marzo hasta el 1 de junio, en el Museo de Arte Moderno de R¨ªo de Janeiro.
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