Qu¨¦ estafa la gran estafa
Los personajes, los di¨¢logos, las situaciones aspiran a la complejidad, pero todo es vacuo, falso, manierista y aburrido
Es curioso, aunque imagino que tambi¨¦n coherente, el que la inmensa mayor¨ªa de las pel¨ªculas nominadas a los Oscar se estrenen al final de a?o. Es como si en el resto de la temporada solo vieran la luz los que no re¨²nen m¨¦ritos para competir en nada. Y la inmensa plataforma publicitaria que suponen esas selecciones logra que nos encontremos esos t¨ªtulos hasta en la sopa, que te forjes ilusionantes expectativas hacia aquellas pel¨ªculas que los Globos de oro y la Academia de Hollywood han designado como la cosecha imprescindible del a?o.
LA GRAN ESTAFA AMERICANA
Direcci¨®n: David O. Russell.
Int¨¦rpretes: Christian Bale, Amy Adams, Bradley Cooper, Jennifer Lawrence, Jeremy Renner.
G¨¦nero: thriller. Estados Unidos, 2013.
Duraci¨®n: 138 minutos.
Imagino que responde a la estrategia del mercado. O sea, que la pel¨ªcula est¨¦ montada en verano, estrene en oto?o en EE UU y en el resto del mundo en Navidad, y si posee pretensiones o resultados ¡°art¨ªsticos¡± y tambi¨¦n cierto poder para conectar con el p¨²blico, ponemos a su servicio una fastuosa campa?a de marketing y el aval incontestable de los periodistas extranjeros y la gente de la industria que certifica que se merece todos los premios.
Y, por supuesto, una parte considerable del cine que va a competir por las estatuillas re¨²ne acreditados m¨¦ritos, que su calidad o su inter¨¦s es incuestionable, pero siempre se cuelan pel¨ªculas hinchadas, directores pretenciosos y vanos, un tipo de cine alabado en el que resulta arduo averiguar las razones de ese entusiasmo.
Creo que son diez las nominaciones al Oscar que ha conseguido La gran estafa americana y no s¨¦ cu¨¢ntos Globos le han otorgado. Algo que se repite en el cine de David O¡¯Russell. En mi caso, esa veneraci¨®n que le profesan me deja perplejo. La ¨²nica de sus pel¨ªculas que me despist¨® inicialmente, que me pareci¨® m¨¢s que curiosa, fue The fighter, pero soporta mal las revisiones. Es un director con desmesurada voluntad de estilo, de originalidad, de contar historias desde un punto de vista muy personal, distinto, transgresor, entre hiperrealista y l¨ªrico. Todas esas ambiciones son leg¨ªtimas, a condici¨®n de otorgar inter¨¦s y credibilidad a tus historias y a tus personajes. Pero ese af¨¢n por sorprender, por ser distinto y corrosivo, resulta tan fatigoso como previsible cuando no contiene nada s¨®lido.
Si en El lado bueno de las cosas sus acelerados loquitos con hambre de amor me pusieron de los nervios, en La gran estafa americana tengo la sensaci¨®n desde las primeras secuencias de que el estafado voy a ser yo. Los personajes, los di¨¢logos, las situaciones, la presunta intriga aspiran en cada suspiro a la complejidad y a la excentricidad inteligente, pero todo es irritantemente vacuo, falso, manierista y aburrido.
Retrata a una pareja de estafadores profesionales, obsesionado ¨¦l con su peluqu¨ªn y con su ciclot¨ªmica esposa y ella fascinada por la extravagante seguridad de este y manteniendo un romance paralelo con el agente que les persigue. Hacen sofisticados montajes para corromper a pol¨ªticos con acceso ilimitado a la caja p¨²blica. Se supone que esta intriga puede generar tensi¨®n y que el espectador se implique en universo tan turbio y presuntamente abarrotado de matices. Por mi parte, no hay manera. Ni siquiera me despierta el despliegue de m¨²sica setentera y esos bailes que forman parte del sello de la casa. Tampoco soporto la intensidad de sus int¨¦rpretes, ese grupo de actores y actrices que se repiten sin gracia en el mundo de O¡¯Russell. En mi caso, aguantar esta pel¨ªcula hasta el final me confirma que me he vuelto demasiado responsable con mis obligaciones.
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