Clases de yoga con Dal¨ª en Florida
Viaje al museo del pintor espa?ol en la localidad estadounidense de St. Petersburg. Con 2000 obras, es la mayor colecci¨®n del artista despu¨¦s de la que se atesora en Figueres
M¨¢s all¨¢ de su poblaci¨®n natal, entra dentro de la l¨®gica que el legado del genio de Figueres se haya diseminado por puntos clave en su biograf¨ªa, como el Espace Dal¨ª de Par¨ªs o el extinto Dal¨ª Universe en Londres. Queda fuera de ella el imponente museo que a ¨¦l en St. Petersburg, una ciudad media de Florida que, como el resto del estado, destaca por las palmeras, campos de golf y playas que forman ese gran retiro dorado para jubilados norteamericanos.
Sorprendente no solo porque Dal¨ª nunca pisara St. Petersburg, sino m¨¢s a¨²n, porque el centro en cuesti¨®n, The Dal¨ª Museum, encierra la mayor colecci¨®n del mundo tras la de Figueres. Y toda privada. M¨¢s de 2.000 piezas entre las que se encuentran 96 pinturas, dibujos, fotograf¨ªas, esculturas y v¨ªdeos de todas sus ¨¦pocas. Las m¨¢s antiguas, Paisaje (1910) y Fiesta en Figueres (1914), pasando por varias piezas de los a?os 30, momento en el que empieza su conversi¨®n al surrealismo, y obras de gran formato como El torero Alucin¨®geno, El descubrimiento de Am¨¦rica por Crist¨®bal Col¨®n o Santiago El Grande.
Para encontrar respuesta al caso hay que rebobinar hasta 1940, cuando Salvador Dal¨ª y su esposa Gala huyen a Nueva York desde una Europa arrasada por la guerra. Dos a?os despu¨¦s, Albert Reynolds Morse, heredero de una compa?¨ªa de explotaci¨®n minera, descubre junto a su prometida la obra del pintor en una retrospectiva que le dedican en el Museo de Arte de Cleveland (Ohio). Y ah¨ª se produce el clic. En 1943, con motivo de su boda, la pareja se da el capricho y por 1.250 d¨®lares adquieren el cuadro Daddy longlegs of the evening ¡ª Hope!¡¯ (Ara?a patas largas de tarde - ?Esperanza!). Se trat¨® de la excusa perfecta para que poco despu¨¦s ambas parejas se conocieran en Nueva York. Fue el primero de muchos encuentros que en las siguientes cuatro d¨¦cadas se repetir¨ªan por todo Estados Unidos, Paris o la casa del pintor en Port Lligat.
Unos jardines recrean parcialmente el paisaje de la Costa Brava. Una roca fue donada por el Ayuntamiento de Cadaqu¨¦s
Si durante el periodo londinense de Dal¨ª, otro adinerado, Edward James, lo apoy¨® compr¨¢ndole numerosas obras e incluso colaborando codo con codo en la creaci¨®n de iconos del surrealismo como el Tel¨¦fono-Langosta y el Sof¨¢ de los labios de Mae West, los Morse tomaron el relevo en su exilio americano. Una amistad que se mantuvo hasta la muerte, soportando incluso las embestidas de la mentalidad tradicional de los patriarcas de la familia Morse, escandalizada por las extravagancias del artista catal¨¢n.
El c¨®mo esta colecci¨®n termin¨® en St. Petersburg tiene una explicaci¨®n m¨¢s trivial. Hasta finales de los 70, Albert Reynold Morse y su esposa Eleanor la repartieron por las salas de su residencia privada en Cleveland, primero, y luego en un espacio adyacente a las oficinas de su empresa. Pero anticip¨¢ndose a la posible dispersi¨®n de todas las obras en cuando fallecieran, y a la carga de impuestos que supon¨ªa poseer una colecci¨®n ya por entonces valorada en 50 millones de d¨®lares, deciden buscarle un nuevo destino para blindar su futuro. Una nota que publican en The Wall Street Journal para donar todas sus obras llama la atenci¨®n de la clase pol¨ªtica y empresarial de St. Petersburg, que echa el resto para acoger la colecci¨®n a partir de 1982. Despu¨¦s de casi treinta a?os alojada en una bodega mar¨ªtima, se inaugura el espectacular edificio que visitamos. En s¨ª, otra obra puramente daliniana, mezcla de raz¨®n y fantas¨ªa, en cuya arquitectura el arquitecto de la firma HOK Yann Weymouth (para el anecdotario, hermano de Tina, la bajista de Talking Heads), plasma gran parte de su tem¨¢tica.
La instituci¨®n recibe 300.000 visitantes de media cada a?o
Por fuera, una c¨²pula hecha con 1062 cristales triangulares, y m¨¢s all¨¢, unos jardines de disposici¨®n matem¨¢tica con recreaciones parciales del paisaje de la Costa Brava, incluida una roca donada por el Ayuntamiento de Cadaqu¨¦s. Una espectacular escalera en forma de espiral a modo de ADN preside el interior, alrededor de la cual se disponen las distintas galer¨ªas, un restaurante tem¨¢tico y, seg¨²n la web del museo, ¡°la mayor colecci¨®n del mundo de merchandising inspirado en Dal¨ª¡±. Todo ella con un calendario permanente de eventos, como la exposici¨®n temporal Warhol: Art. Fame. Mortality, que hasta el 26 de Abril y conecta ambos artistas, u otros un poco bizarros como el que propone sesiones de Yoga relacionadas con Dal¨ª cada domingo.
Aunque resulten dif¨ªciles de entender, ya se sabe que en cuestiones de marketing, poco se puede contar a los estadounidenses. Los 300.000 visitantes de media que recibe el museo cada a?o les vuelven a dar la raz¨®n.
Babelia
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