Diez a?os de infamia
'Las tres bodas de Manolita' nos transporta a los d¨ªas m¨¢s crueles y vengativos del franquismo Con esta nueva obra, Almudena Grandes confirma su dominio de todos los registros de la novela
Almudena Grandes retoma en Las tres bodas de Manolita, el tercer volumen de sus Episodios de una guerra interminable, la fibra narrativa y el largo aliento galdosiano que atesor¨® el primero, In¨¦s y la alegr¨ªa (2010). En el segundo volumen, El lector de Julio Verne (2012), Grandes situaba el punto de vista de la narraci¨®n en el coraz¨®n de la represi¨®n franquista contra el maquis. Una novela de aprendizaje entre las tinieblas de la clandestinidad y el miedo, un relato m¨¢s l¨ªrico que ¨¦pico. Ahora, el tercer volumen, cuyo subt¨ªtulo es ¡®El cura de Porlier, el Patronato de Redenci¨®n de penas y el nacimiento de la resistencia clandestina contra el franquismo, Madrid, 1940-1950¡¯, abarca la descripci¨®n de una d¨¦cada de infamia f¨ªsica y moral bajo la etapa m¨¢s cruel y vengativa del nacionalcatolicismo franquista.
El romance entre Manolita (lectora de Gald¨®s) y Silverio, me record¨® las mejores p¨¢ginas de la Merc¨¦ Rodoreda de ¡®La plaza del diamante¡¯
Trato de hacerme una idea de c¨®mo Almudena Grandes ha construido esta novela, c¨®mo ha organizado los elementos psicol¨®gicos, espirituales y f¨ªsicos de la narraci¨®n, c¨®mo los ha jerarquizado para que cumplieran con uno de los cometidos esenciales de esta novela: transportarnos hasta esos terribles d¨ªas de degradaci¨®n moral y social y comunicarnos esa sensaci¨®n de dolorosa resignaci¨®n y a la vez silenciosa rabia como el que transmiten, por ejemplo, este fragmento de la novela: ¡°Como los recuerdos dol¨ªan, no recordaban. Como las l¨¢grimas her¨ªan, no lloraban. Como los sentimientos debilitaban, no sent¨ªan¡±. En una entrevista que le hicieron hace ya unos cuantos a?os a Antonio Tabucchi, el escritor italiano contestaba, cuando se le pregunt¨® qui¨¦n establece la estructura en sus novelas, si el personaje o el tema, contest¨® lo siguiente: ¡°Para m¨ª siempre nace primero el personaje, la voz del personaje. No creo en la literatura de un tema particular¡±. Pues bien, en esta novela (se podr¨ªa decir de casi todas las suyas), la autora de Las edades de Lul¨² hace fluir su relato, la novela que leemos compartida con otras voces de manera indirecta, de la voz de su protagonista, Manolita, de su relato en primera persona. Como si toda novela sobre la memoria hist¨®rica e intrahist¨®rica, no solo se proveyese de esas memorias sino tambi¨¦n de otras no menos decisivas: la memoria visual, la auditiva, la t¨¢ctil, ese conjunto de memorias carnales que otorga a una novela su trascendencia hist¨®rica y est¨¦tica. Manolita, la chica de menos de veinte a?os, a la que le fusilan su padre, que tiene que sobrevivir a una pobreza in¨¦dita en su vida y a todas las penas inimaginables con sus hermanos m¨¢s peque?os y, sobre todo, urdir casamientos de mentirijillas para cumplir una tarea pol¨ªtica, esa chica no puede ser el producto de una elecci¨®n tem¨¢tica o ideol¨®gica, tiene que tener la madera literaria, ese rumor de la imaginaci¨®n encendida y quir¨²rgica para hacerla material y a la vez tan plena de literatura. Esa mezcla que pocos novelistas espa?oles hoy en d¨ªa alcanzan cuando lo intentan: novela, romance, follet¨ªn, ¨®pera y poema, todo en una sola amalgama de literatura en estado de gracia. En otra entrevista, esta vez al escritor y ensayista argentino Ricardo Piglia, leemos: ¡°M¨¢s que grandes temas hay grandes formas de narrar¡±. Podr¨ªamos decir que para registrar lo que se propone la escritora madrile?a, su elecci¨®n no es el tema sino la forma novela galdosiana. Como si ¨¦sta pidiera un tema a su altura art¨ªstica. La abyecci¨®n franquista de la d¨¦cada de los cuarenta tiene tantas caras, tantos territorios todav¨ªa hoy intransitados, que solo una gran forma narrativa puede aproximarse a su realidad m¨¢s dantesca para representarlo.
No voy a contar la novela. Pero s¨ª se?alar¨¦ algunas pistas. Manolita es la protagonista y su narradora. A su lado compiten otros personajes que no se nos olvidar¨¢n f¨¢cilmente. Por ejemplo, la monja Carmen y su deslumbrante encarnaci¨®n de las ¡°amistades particulares¡±. Por ejemplo, Eladia, la chica que baila y canta de noche en un tablao flamenco. No se pierda el lector su relaci¨®n con un pervertido funcionario franquista y su inolvidable casta de hero¨ªna folletinesca. En la entrevista que cit¨¦ m¨¢s arriba de Tabucchi, este se?ala la importancia de papel del traidor, no solo en sus novelas, sino, dice, como figura patol¨®gica incrustada en la propia condici¨®n humana. Bien, tambi¨¦n ponga atenci¨®n el lector al traidor que nos presenta Grandes en la figura del Orejas, trasunto literario del tristemente c¨¦lebre comisario Conesa. El romance entre Manolita (lectora de Gald¨®s) y Silverio, me record¨® las mejores p¨¢ginas de la Merc¨¦ Rodoreda de La plaza del diamante. (Y a prop¨®sito de Silverio, me llam¨® la atenci¨®n unas palabras suyas: ¡°No tienen imaginaci¨®n, no conf¨ªan en s¨ª mismos y no han le¨ªdo Robinson Crusoe¡±. En una novela del escritor ingl¨¦s Wilkie Collins, colega de Dickens, hay un personaje que siempre esgrime una cita del Robinson Crusoe, no hay cuesti¨®n enigm¨¢tica que una cita de Defoe no le aporte un rayo de luz).
Las tres bodas de Manolita vuelve a confirmar el dominio de Almudena Grandes de todos los registros de la novela. El ritmo ineludible, la pausa necesaria y una lengua literaria que asume todos los retos de la trama que se desenvuelve solo para representar con exactitud descarnada la gran trama de la vida en condiciones extremas de supervivencia. Y con apenas muy pocos resquicios para la esperanza.
Las tres bodas de Manolita. Almudena Grandes. Tusquets. Barcelona, 2014. 768 p¨¢ginas. 22,90 euros
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