Un Gabo feliz e indocumentado en Caracas
El escritor Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez pas¨® un a?o en Venezuela trabajando como periodista y perfilando algunos de sus relatos
S¨®lo cuando en 1967 Cien a?os de soledad le dio fama universal, la cr¨ªtica venezolana record¨® que su autor, un hombre delgado y bigotudo, hab¨ªa vivido en el pa¨ªs diez a?os antes. Es in¨²til dilucidar, siguiendo un impuso chovinista, si las notas que escribi¨® entonces contribuyeron en mayor o menor medida en su formaci¨®n de escritor. No parece probable. En la prensa colombiana Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez ya llevaba consigo una fama de cronista distinto. Hab¨ªa publicado Relato de un n¨¢ufrago, con la tragedia del ¨²nico sobreviviente del naufragio del ARC Caldas, una novela, La hojarasca,?que era un secreto homenaje a Faulkner, y los despachos que hab¨ªa escrito desde Europa como corresponsal de El Espectador.
Garc¨ªa M¨¢rquez lleg¨® a Caracas el 24 de diciembre de 1957 pocos d¨ªas despu¨¦s del sonoro fraude cometido por el dictador Marcos P¨¦rez Jim¨¦nez en un plebiscito convocado para decidir su permanencia en el poder. La consulta contrariaba lo dispuesto en la Constituci¨®n de 1953 y todas esas tensiones fueron captadas por el reportero que era Gabo con apenas pocas horas en la capital venezolana. Plinio Apuleyo Mendoza ha escrito en estas mismas p¨¢ginas que el periodista colombiano advirti¨® que no podr¨ªan viajar a la playa, como hab¨ªan acordado en aquellos d¨ªas de fin de a?o, porque ten¨ªa el p¨¢lpito de que algo ocurrir¨ªa. No se equivoc¨®. El 1 de enero de 1958 el coronel Hugo Trejo sobrevol¨® Caracas dando inicio as¨ª a una sublevaci¨®n c¨ªvico-militar que termin¨® 23 d¨ªas despu¨¦s con la huida definitiva del dictador.
Sus textos fueron publicados en la revista semanal Momento. Uno de ellos, El clero en la lucha, escrito una semana despu¨¦s de la ca¨ªda de P¨¦rez Jim¨¦nez, es una pieza can¨®nica que permite comprender el crucial papel de la Iglesia en su derrocamiento. La potencia narrativa de Garc¨ªa M¨¢rquez queda al descubierto aqu¨ª en toda su dimensi¨®n. Un personaje principal, el arzobispo de Caracas Ram¨®n Arias Blanco, delineado no como el declarante de ocasi¨®n, sino como el personaje central de una pieza que parece un gran reportaje con la forma de un relato de ficci¨®n. Gabo decide no entrecomillar lo que dicen sus personajes ¨Ccuras, ministros, los jefes de la polic¨ªa pol¨ªtica empe?ados en develar la conspiraci¨®n- sino que los muestra ¨Cdecididos y vacilantes, contradictorios como todos los humanos- a partir de la construcci¨®n de varias escenas. De esa forma el lector tiene la sensaci¨®n de que los ha visto actuar. El periodismo de Garc¨ªa M¨¢rquez tuvo la virtud de humanizar como nadie a sus entrevistados.
Con raz¨®n Tom¨¢s Eloy Mart¨ªnez, muchos a?os despu¨¦s, en un ensayo de 1996, identificar¨ªa esos relatos publicados en Momento como la fecha fundacional de lo que hoy se conoce como Nuevo Periodismo. Escribe el autor de Santa Evita: "Las grandes cr¨®nicas de aquellos a?os nacieron al amparo de una realidad que se iba creando a medida que se la escrib¨ªa. Estaba a punto de secarse el dique de La Mariposa (el embalse que surte de agua a Caracas), y en vez de decirlo as¨ª, con esas palabras de ¨¢lgebra, Garc¨ªa M¨¢rquez inventaba a un personaje que para poder afeitarse en la ciudad sin agua se mojaba la cara con jugo de duraznos (...) Enriquecido por un lenguaje de novela, transfigurado en literatura, el periodismo desplegaba ante los ojos del lector una realidad a¨²n m¨¢s viva que la del cine". A¨²n Truman Capote no hab¨ªa publicado A sangre fr¨ªa, la obra que los estadounidenses reivindican como el comienzo de la novela de no ficci¨®n.
La experiencia venezolana marc¨® a Garc¨ªa M¨¢rquez mucho m¨¢s all¨¢ de lo period¨ªstico. En marzo de 1958, en plena faena de la fundaci¨®n de la democracia, viaj¨® a Barranquilla para casarse con Mercedes Barcha, con quien regres¨® al pa¨ªs para trabajar en las revistas Venezuela Gr¨¢fica y ?lite, del editor Miguel ?ngel Capriles. Poco despu¨¦s forj¨® una amistad de hierro con Teodoro Petkoff, el actual editor del diario Tal Cual, por entonces un dirigente pol¨ªtico desencantado con el socialismo real, a quien don¨® el dinero que obtuvo por la concesi¨®n a Cien a?os de soledad del premio R¨®mulo Gallegos en 1972 para que fundara el partido Movimiento Al Socialismo.
El periodista venezolano Juan Carlos Zapata public¨® en 2007 el libro Gabo naci¨® en Caracas, no en Aracataca?cuyo t¨ªtulo quiere demostrar hasta d¨®nde la experiencia venezolana fue fundamental en la vida del Nobel. "Cuando se lo present¨¦ me devolvi¨® la provocaci¨®n en una dedicatoria: 'Juan Carlos, yo s¨ª nac¨ª en Aracataca", recuerda Zapata. "Caracas le da una especie de sosiego para escribir. En esta ciudad consigue la an¨¦cdota que luego le permitir¨ªa escribir El oto?o del patriarca. Aqu¨ª por fin pudo vivir con Mercedes por primera vez y escribi¨® su mejor cuento, La siesta del martes, que fue rechazado por el jurado del concurso anual de cuentos del diario El Nacional", recuerda. En un texto llamado La infeliz Caracas el escritor tambi¨¦n agreg¨® otras razones. "Venezuela fue por poco tiempo, pero de un modo inolvidable en mi vida, el pa¨ªs m¨¢s libre del mundo. Y yo fui un hombre feliz, tal vez porque nunca m¨¢s desde entonces me volvieron a ocurrir tantas cosas definitivas por primera vez en un solo a?o (1958): me cas¨¦ para siempre, viv¨ª una revoluci¨®n de carne y hueso, tuve una direcci¨®n fija, me qued¨¦ tres horas encerrado en un ascensor con una mujer bella, defin¨ª para siempre mi concepci¨®n de la literatura y sus relaciones secretas con el periodismo, manej¨¦ el primer autom¨®vil y sufr¨ª un accidente dos minutos despu¨¦s, y adquir¨ª una claridad pol¨ªtica que habr¨ªa de llevarme doce a?os m¨¢s tarde a ingresar en un partido de Venezuela (Movimiento al Socialismo-MAS)".
Eran d¨ªas donde la fama no lo abrumaba y pocos le prestaban atenci¨®n. Al contrario de lo que podr¨ªa sugerir su personalidad caribe?a, Gabo no cultiv¨® amistades cercanas. Le bastaba con el afecto de unos pocos como Plinio Apuleyo y Soledad Mendoza, con quienes trab¨® una complicidad definitiva. Este viernes santo la voz de Soledad delataba la profunda tristeza que sent¨ªa por la muerte de su amigo. Los recuerdos de su amistad en aquella Caracas provinciana de pronto se hab¨ªan evaporado.
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