Una excelente colecci¨®n de cuentos

Pronto se podr¨¢ prescindir de iniciar una nota como esta se?alando que Ibarra es un autor que solo publica cuentos y que en las colecciones de cuentos, cuatro con Bulevar, es donde parece encontrar acomodo su escritura, y donde parece estar especialmente c¨®modo, c¨®modo y dotado. Donde parece encontrar acomodo, y conseguir, pretendi¨¦ndolo, evitar lo acomodaticio, lo f¨¢cil. Y as¨ª, sin m¨¢s, ocuparse de los cuentos. Pero hablando de su autor, previamente, tambi¨¦n hablamos de sus cuentos, que son arriesgados, audaces, que no resultan f¨¢ciles, lineales, unos m¨¢s que otros, y por eso, a este lector, unos le gustan m¨¢s que otros. Como es natural. El conjunto de historias y propuestas ¡ªunas lo son, historias, y excelentes, y otras lo son, propuestas experimentales, y algunas pierden combustible, se malogran¡ª que conforma Bulevar, su ¨²ltimo libro, es excelente y tambi¨¦n desigual.

Entre los malogrados, los apartables ¡ªa mi modo de ver¡ª, estar¨ªan los que van desde la p¨¢gina 128 a la 159, a los que uno no ha sabido encontrar sustancia suficiente, aunque uno de ellos, Enciclopedia occidental (Cuento. T¨¦cnica mixta sobre base de hojaldre), gana y se ilumina con una segunda lectura; algo. Este lector valora la intenci¨®n del autor, su voluntad de riesgo, su audacia, pero prefiere centrarse en el resto del volumen, que es donde radica la excelencia del mismo. A m¨ª me gustan m¨¢s relatos como el que inicia el volumen, que es una buena historia de fondo social ¡ªtrabajo precario, soledades de inmigrantes, el peso deshumanizado de la gran ciudad, centros comerciales como hormigueros o como prisiones¡ª, o ese otro del ni?o que llora en la cuna y que es como un bocado de realidad, de esos fragmentos de vida a los que la narrativa corta norteamericana tanto recurre y en los que Ibarra moja la pluma sin quedarse cautivo.

Y, desde luego, El se?or Rem¨¢ser, que es, siendo como es un relato de hospitales, de tedios y de abandonos, un reloj de pared que da las horas con rara precisi¨®n, sin un fallo. O ese otro, espl¨¦ndido, que mezcla amistades, celos, o recelos, relaciones que atrapan como una tela de ara?a: ese que se llama, sin m¨¢s, Fuerza. Y qu¨¦ decir de esa extravagante triangulaci¨®n vecinal y fraternal, en la que nada sobra: se titula Hermanos, magn¨ªfico. Y as¨ª, otros: bocados de realidad, fragmentos de vida, que se van ovillando, o anud¨¢ndose como los ritos y conductas, relaciones familiares, de pareja, relaciones estas, aquellas, que se pueden romper y pegar ¡ªoh, milagro¡ª en mil pedazos, una y otra vez, como un jarr¨®n ornamental. Una relaci¨®n, un jarr¨®n, rotos o no; una relaci¨®n, un jarr¨®n: La inocencia, breve e intenso: para qu¨¦ m¨¢s. La inocencia, por cierto, que aparece en otra buena historia, de las del final; aparece o no aparece ¡ªseg¨²n¡ª en ese relato, otro cl¨¢sico de nuestro tiempo narrativo, el del profesor que se enreda, o queda atrapado, en un episodio adolescente. Pero, en fin, para la adolescencia, esa trampa de elefantes, a lo mejor Ibarra necesita otra colecci¨®n de cuentos, tan logrados, sin duda, como estos (la mayor¨ªa de estos).