La ciudad interminable de Jordi Soc¨ªas
El fot¨®grafo muestra en el 'off' de PhotoEspa?a un tapiz de 40 a?os de retratos urbanos
A Jordi Soc¨ªas (Barcelona, 1945) no le para nada. Ni sus casi 70 a?os, ni el hartazgo que ser¨ªa comprensible tras m¨¢s de cuatro d¨¦cadas como editor y fot¨®grafo en semanarios, diarios y revistas. Lo ¨²nico que ha conseguido pulsar el pause de este hombre criado en el rock&roll son dos muletas. A¨²n las luce, dos meses despu¨¦s de una desafortunada ca¨ªda en un autob¨²s turco cuando trabajaba en un reportaje sobre Sarajevo publicado el pasado mayo en EL PA?S. Pero apenas ha habido reposo: en estos dos meses se ha dedicado a preparar la exposici¨®n inaugurada el 5 de junioen la madrile?a galer¨ªa Fern¨¢ndez-Braso, y que permanecer¨¢ hasta el 12 de julio en el off del festival PhotoEspa?a. Una excusa para indagar en sus archivos y sacar a la luz algunos de sus trabajos m¨¢s conocidos y un pu?ado de fotos olvidadas.
Unos archivos, por cierto, poco voluminosos. ¡°De esa imagen [se?ala una fotograf¨ªa vertical de la Gran V¨ªa iluminada en la Navidad de 2002] solo habr¨¢ cinco o seis tomas. Si tengo claro lo que quiero, lo hago en seguida¡±. Ese es uno de sus trucos para desaparecer en medio del bullicio de la ciudad, su h¨¢bitat natural. Sus instant¨¢neas de an¨®nimos en la calle, en el metro, marquesinas de autob¨²s y terrazas, que parecen haber sido tomadas en una misma ciudad interminable ("Como Par¨ªs, que no se acaba nunca"), quiz¨¢ no sean sus trabajos m¨¢s c¨¦lebres. Comparados con sus retratos de Salvador Dal¨ª o Pedro Almod¨®var, desde luego, son inexistentes. Pero revelan la mirada del fot¨®grafo sin que este sea eclipsado por el protagonista de la imagen.
¡°Me hace gracia ver mi nombre ah¨ª, al lado de eso de ¡®Galer¨ªa de arte¡¯. Pero si creen que lo que hago encaja ah¨ª, yo encantado¡±, dice Soc¨ªas, sorprendido por la idea de ser visto como un informador, y abrumado por enmarcarse en la misma categor¨ªa que sus maestros. El fot¨®grafo nombra como referentes a Man Ray y a Cartier-Bresson como si sus visiones del arte (puesta en escena versus contemplaci¨®n de la realidad) no hubieran causado batallas entre dos estirpes de creadores. Lo que ¨¦l hace bebe de ambos sin complejos. ¡°Lo que s¨¦ de esto lo he aprendido viendo fotos¡±, asegura este autodidacta que acab¨® con una c¨¢mara en la mano gracias a un curso por correspondencia. Por eso su mirada (¡°veo lo que los dem¨¢s no ven¡±) se enmarca sin prejuicios entre ¡°la calle como puesta en escena¡± y ¡°el territorio de la observaci¨®n¡±.
La ¨²ltima vuelta de tuerca ha sido a?adir su experiencia como editor al c¨®ctel de fotograf¨ªas urbanas, de arquitectura, de viajes, retratos e intimidades varias (¡°esa es de una novia que tuve¡±, dice se?alando un retrato) que componen la muestra. Su ¨²ltimo trabajo consiste en unir dos fotograf¨ªas que, juntas, cobran un sentido nuevo. ¡°Es como hacer dobles p¨¢ginas, en realidad¡±, admite, refiri¨¦ndose a su trabajo en publicaciones como Madrid me mata o, desde 1997, El Pa¨ªs Semanal. En este caso, la foto de una escultura a partir del div¨¢n de Sigmund Freud se une a la imagen de un ¨¢rbol retorcido y alumbrado por una luz artificial en mitad de la noche para dar lugar a Freud, una composici¨®n fechada en 2012 pero formada a partir de im¨¢genes anteriores. La clave, asegura, ¡°no es lo que hay, sino lo que est¨¢s so?ando en esa fotograf¨ªa¡±.
En este ¡°paseo visual por el territorio de la observaci¨®n¡± apenas hay sitio para la actualidad Sacada de contexto, la imagen del escritor y periodista Juan Jos¨¦ Mill¨¢s en la gigantesca cloaca japonesa del proyecto del r¨ªo Edogawa parece una catedral gigantesca. Las gentes de las calles de Montevideo charlan ajenas a la entrevista de Mill¨¢s con el presidente M¨²jica que tambi¨¦n retrat¨® Soc¨ªas. Y, en una salita, cuatro im¨¢genes tomadas durante la Transici¨®n, desde un grupo de viandantes con el pu?o alzado a dos militares durante el golpe de Estado del 83. ¡°Tengo la suerte de haber vivido ese cambio. Era de una intensidad apasionante. Ahora, en comparaci¨®n, todo se ve un poco descafeinado. Aunque qui¨¦n tuviera 25 a?os para descafeinarse por ah¨ª¡¡±, sue?a el fot¨®grafo. Y le brillan los ojos de tal forma que casi se dir¨ªa que los tiene.
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