¡°Las instituciones en M¨¦xico son una entelequia. No hay nadie detr¨¢s¡±
Sergio Gonz¨¢lez Rodr¨ªguez describe en 'Campo de guerra' la p¨¦rdida de soberan¨ªa ante EE UU
Cojeando de camino a su estudio, Sergio Gonz¨¢lez Rodr¨ªguez saca del bolso de su minicomputadora un librillo con una portada negra que tiene dibujada una espiral en la que se repiten girando hacia adentro, en rojo y en blanco, dos sintagmas en ingl¨¦s: Extreme violence as spectacle (La violencia extrema como espect¨¢culo) y?I within (Yo dentro). Hacia el fondo de la espiral est¨¢ escrito dos veces su nombre envuelto en el movimiento hipn¨®tico de esas dos frases. ¡°La violencia: y yo en el centro¡±, dice apuntando con el dedo al n¨²cleo de la espiral.
Sergio Gonz¨¢lez Rodr¨ªguez (M¨¦xico DF, 1950) tiene una relaci¨®n doble con la violencia: es cr¨ªtico y es superviviente. En 2002 public¨® Huesos en el desierto (Anagrama), el libro en el que por primera vez se denunci¨® a fondo y de forma sistematizada la matanza serial de mujeres en Ciudad Ju¨¢rez. En junio de 1999, mientras investigaba este tema, lo asaltaron en un taxi en el DF y no lo bajaron del coche hasta que estaba hecho trizas: le pincharon los muslos con un picahielos y le tundieron la cabeza con las cachas de los rev¨®lveres. Dos meses despu¨¦s lo tuvieron que operar de urgencia para sacarle de la cabeza un co¨¢gulo de sangre del tama?o de una pelota de golf. Antes de que terminase el a?o, en diciembre, lo volvieron a abordar en un taxi y lo dejaron ir despu¨¦s de darle un aviso: ¡°Usted anda metido en una bronca muy gruesa, mi se?or. ?ndese con cuidado. ?S¨ª me entiende?¡±, y seg¨²n cuenta le repitieron eso mismo una y otra vez durante media hora. Dice que el trauma pervive y que regresa en sue?os cuando anda angustiado por algo. ¡°La pesadilla vuelve, se impone y me levanto jadeando, y es una impresi¨®n v¨ªvida, como si ahora sintiese que van a forzar la puerta y a entrar unos pillos¡±. En su escritorio, Sergio Gonz¨¢lez Rodr¨ªguez tiene un bol de metal lleno de corchos de vino.
¨C?Los colecciona?
¨CNo, ociosamente uno los guarda y van quedando ah¨ª.
Extreme violence as spectacle: I within, el librillo que tra¨ªa en el bolso, es un texto que ha escrito para la bienal 2014 del Whitney Museum de Nueva York. Es el segundo que publica con la editorial estadounidense Semiotext(e). El primero fue Femicide Machine (2012). De momento ninguno de ellos se ha traducido al espa?ol. Los dos tratan sobre el tema recurrente de la obra de Gonz¨¢lez Rodr¨ªguez: el poder del crimen organizado en M¨¦xico y su efecto sobre las v¨ªctimas. Como su ¨²ltimo libro en espa?ol, Campo de guerra, galardonado en abril con el Premio Anagrama de Ensayo. Despu¨¦s de su investigaci¨®n period¨ªstica sobre Ju¨¢rez y de interpretar en El Hombre sin cabeza (Anagrama, 2009) el fen¨®meno de las decapitaciones como extremo de la abyecci¨®n, en esta nueva obra ha tratado de ampliar su ¨¢ngulo de an¨¢lisis para encuadrar la violencia estructural de su pa¨ªs en un contexto global.
Las instituciones en M¨¦xico son una entelequia. T¨² tocas la puerta y no hay nadie detr¨¢s
Gonz¨¢lez Rodr¨ªguez sostiene que M¨¦xico est¨¢ renunciando a su soberan¨ªa y entrando en un ¡°proceso de absorci¨®n¡± en la estrategia de seguridad de Estados Unidos. Desde una perspectiva transnacional, define a M¨¦xico como el ¡°gendarme¡± de la zona sur de Estados Unidos, y en s¨ª mismo lo cataloga como un Estado sin Derecho. ¡°Las instituciones son una entelequia. T¨² tocas la puerta y no hay nadie detr¨¢s¡±. El desamparo ante una burocracia inoperante lo lleva al concepto de anamorfosis: ¡°Una herida, una huella, una grieta que, conforme las instituciones son incapaces de atender, se abre cada vez m¨¢s y nunca cierra. Ante ese desgarramiento, la v¨ªctima se disgrega¡±, escribe en Campo de guerra. La experiencia profunda del trauma de la violencia, y la ausencia de un apoyo que pueda atenuarla, ha sido una obsesi¨®n de Sergio Gonz¨¢lez Rodr¨ªguez antes y despu¨¦s de sus propios dramas. En El hombre sin cabeza lo retrotrae a impresiones de infancia de padecimientos de su familia. ¡°Cada vez que oigo llorar a una mujer, oigo llorar a mi abuela¡±. A Ciudad Ju¨¢rez lleg¨® con la curiosidad de saber qu¨¦ estaba pasando en aquel lugar en el que asomaba una misteriosa trama criminal y pronto se dio cuenta de que la historia, adem¨¢s de la macabra liga entre el mundo oficial y el hampa, estaba en el martirio sordo de las v¨ªctimas. Escribe al final de un cap¨ªtulo de Huesos en el desierto:
No pasa nada, dir¨¢ ella. Nada, repetir¨¢n los que vengan.
Nada.
Como el silencio del desierto.
Nada.
Como los huesos de las v¨ªctimas dispersos en la noche.
En su trabajo sobre la violencia se unen de una manera muy personal el reporterismo de dato duro y la interpretaci¨®n cultural. En Campo de guerra realiza un psicoan¨¢lisis de los monstruos, como le llaman en el norte de M¨¦xico a los camiones que los narcos blindan para acciones de combate o de transporte de droga y que tienen aspecto de tanques de guerra artesanales. ¡°Son aparatos de intimidaci¨®n y efecto psicol¨®gico que transmiten la percepci¨®n de un poder absoluto a partir de su apariencia escult¨®rica de fuerza y energ¨ªa masiva de la ¨¦poca industrial y las m¨¢quinas, la imaginer¨ªa de la cultura de la m¨²sica de heavy metal y las pel¨ªculas de contenido posapocal¨ªptico y de horror¡±. Su visi¨®n de la realidad se nutre de un entramado de saber que combina lo formal ¨Csus estudios universitarios de filosof¨ªa, de comunicaci¨®n y de derecho, as¨ª como su voraz disciplina de degluci¨®n de cine, literatura, ensayo e informaci¨®n¨C con lo subjetivo: ¡°Yo fui m¨²sico de heavy metal durante muchos a?os y s¨¦ de qu¨¦ se trata la imaginer¨ªa de exaltaci¨®n de las m¨¢quinas que arrasan todo¡±, dice en su estudio este se?or con m¨¢s aspecto de funcionario jubilado que de bajista sat¨¢nico: menudito, de bigote alineado, con gafas de cristal grueso contra la miop¨ªa, camisa de rayas y pantalones chinos. ¡°Imaginemos personas sin educaci¨®n cuya fantas¨ªa es tener un enorme veh¨ªculo que aplaste a todos. Es rid¨ªculo pero es real. Son fen¨®menos de reemplazo de la miseria, producto de la peque?ez educativa, una manifestaci¨®n pat¨¦tica de la cultura machista mexicana¡±. Detr¨¢s de un veh¨ªculo de agresividad grotesca, su mirada descubre la debilidad pueril de una sociedad barbarizada, la diferencia entre cantar en una cantina que con dinero y sin dinero hago siempre lo que quiero y creerse con derecho a aplicar a la realidad los principios de una tonada ranchera de Jos¨¦ Alfredo Jim¨¦nez.
Fui m¨²sico de 'heavy metal' y s¨¦ de qu¨¦ se trata la imaginer¨ªa de exaltaci¨®n de m¨¢quinas que lo arrasan todo
Para Gonz¨¢lez Rodr¨ªguez, el horror criminal es un reto intelectual, un mal de todos que afronta con el compromiso de aportar conocimiento, informaci¨®n y l¨ªneas de reflexi¨®n para intentar comprenderlo. Con ese objetivo presenta sin restricciones los efectos de la violencia. Dice en El hombre sin cabeza: ¡°Le inscriben a las v¨ªctimas en la frente una letra Z como firma de un grupo delincuencial, abren la tr¨¢quea para jalarles la lengua por el corte, le llaman corbata colombiana; descuartizan los cuerpos y arrojan los restos en un recipiente en el que ponen petr¨®leo y le prenden fuego hasta que se quema todo, le nombran horno. Otras veces, vierten en una pipa coca¨ªna y cenizas de una v¨ªctima. A este rito se lo conoce como fumarse al muerto¡±. Sobre las mujeres asesinadas en Ju¨¢rez, durante la entrevista, traduce su destino a la simple l¨®gica del consumo. La mayor¨ªa eran ¨Cson, porque los cr¨ªmenes han disminuido pero no cesan¨C trabajadoras que desde zonas pobres de M¨¦xico hab¨ªan llegado a la frontera para ganar dinero en la industria manufacturera, la maquila, y cuyos cuerpos terminaron violados y arrojados en bald¨ªos o basureros a un paso de Estados Unidos. ¡°Es la paradoja de perseguir el ideal del consumo y acabar convertido en basura. Fueron tratadas como basura en la maquila, luego consumidas como basura y finalmente tiradas como basura¡±, dice Gonz¨¢lez Rodr¨ªguez, que a su vez ha hecho de su carrera una especie de peritaje intelectual de los desperdicios que ha dejado el desarrollo del M¨¦xico contempor¨¢neo.
La cr¨®nica y la teor¨ªa sobre la marginaci¨®n urbana han sido una deriva natural para un individuo curioso que empez¨® a entrenar su lucidez durante la ¨¦poca del crecimiento posindustrial de M¨¦xico DF. Gonz¨¢lez Rodr¨ªguez rememora con cari?o un reportaje que escribi¨® en 1985 sobre una pandilla autodenominada Los mierdas punk. ¡°Les pregunt¨¦ por qu¨¦ se llamaban as¨ª, y dijeron que se llamaban as¨ª porque todo era una mierda¡±. Treinta a?os despu¨¦s, ¨¦l mismo se convirti¨® en materia de ficci¨®n para un escritor con mucho de punk, el chileno Roberto Bola?o, a quien por correo electr¨®nico ayud¨® a entender el tema de los feminicidios para su novela 2666, donde a la postre aparece un reportero cultural de M¨¦xico DF llamado Sergio Gonz¨¢lez que llega a una ciudad norte?a a investigar asesinatos de mujeres. Bola?o lo caracteriza como un perdedor reci¨¦n divorciado: ¡°Hac¨ªa rese?as de libros de filosof¨ªa, que por otra parte nadie le¨ªa, ni los libros ni sus rese?as, y de vez en cuando escrib¨ªa sobre m¨²sica y sobre exposiciones de pintura¡±. Gonz¨¢lez Rodr¨ªguez no lleg¨® a Ju¨¢rez divorciado ni fracasado. Era cronista de la secci¨®n de cultura de Reforma, un peri¨®dico nuevo y pujante que ahora es el m¨¢s influyente de M¨¦xico y en el que sigue escribiendo convertido en un columnista cultural tan admirado como temible. Todos los a?os hace una selecci¨®n de libros. Es una lista clasificada por g¨¦neros, sobria pero siempre con un par de l¨ªneas cabronas. En 2013 le concedi¨® el Premio Hannah Arendt a la Banalidad Burocr¨¢tica al pen¨²ltimo director de los servicios de inteligencia mexicanos por un libro sobre historia del narcotr¨¢fico que no lo entretuvo demasiado. De su personaje de 2666 dice que Bola?o lo concibi¨® de o¨ªdas a partir de lo que le contaban amigos que ten¨ªan en com¨²n. ¡°?l se inventaba cosas para ponerlas ah¨ª y le val¨ªa madre¡±, dice, y se r¨ªe contando su relaci¨®n con aquel punk chileno. Cuando miras a Sergio Gonz¨¢lez Rodr¨ªguez de un lado o de otro, se le ven en los o¨ªdos sendos aud¨ªfonos que a veces emiten pitidos, y entonces supones que como la cojera, o igual que las melladuras de los dientes, o como la punta de cicatriz que se le mete cabello adentro desde la frente, su leve sordera tambi¨¦n se debe a los golpes que se llev¨® por situarse en medio de una espiral de violencia. Pero eso lo supones mal. ¡°Fue del rock. Me vol¨¦ los o¨ªdos tocando rock¡±.
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