Deslucida invasi¨®n portuguesa

El cartel ten¨ªa sobre el papel muy escaso atractivo, lo que se not¨® en la taquilla y en los resultados art¨ªsticos del festejo, pues no hubo ni una vuelta al ruedo. De hecho, la plaza no se anim¨® hasta que sali¨® el quinto, al que esperaba en chiqueros un joven Joao Moura hijo, que se mostr¨® muy animoso y certero con los rejones. Templ¨® muy bien y conect¨® r¨¢pidamente con los tendidos, si bien el pinchazo final y tres descabellos le impidieron pasear el trofeo que se hab¨ªa ganado por sus m¨¦ritos. Tampoco triunf¨® el ¨²ltimo, Francisco Palha, que despert¨® todas las ilusiones con un rejoneo m¨¢s actual y ce?ido con arpones y banderillas. Uno de sus caballos se cay¨® en la cara del toro y ¨¦ste, sorprendido, mostr¨® su bendita dulzura. Mat¨® muy mal y todo qued¨® en silencio.

La verdad es que la corrida de rejoneo fue una invasi¨®n portuguesa en toda regla, pues cuatro caballeros y hasta la ganader¨ªa son originarios del pa¨ªs vecino. El pase¨ªllo, con los caballeros y caballos vestidos a la federica, -un aut¨¦ntico enjambre de floripondios- m¨¢s bien parec¨ªa una exhibici¨®n ecuestre en el palacio de Versalles que una corrida de toros en Madrid. Y otro asunto m¨¢s importante: los intervinientes, los nacionales y los extranjeros, pertenecen a la segunda divisi¨®n del rejoneo, lo cual tiene, necesariamente, su repercusi¨®n en el balance final. Estos toreros est¨¢n unos pelda?os por debajo de las figuras, y eso se nota.

Abri¨® plaza un representante patrio, Mart¨ªn Burgos, ante un toro muy manejable y de suave embestida, como toda la corrida, al que clav¨® rejones y banderillas desde la distancia m¨¢xima que le permit¨ªa el brazo derecho, no a la grupa, sino m¨¢s all¨¢. Templ¨® bien y se luci¨® con un par de garapullos a dos manos que le sali¨® de dulce.

Le sigui¨® Rui Fernandes, que destac¨® con un caballo llamado ?nico, torero y valiente, que se dej¨® llegar el toro muy cerca. Se mostr¨® lento y pesado en la preparaci¨®n de las suertes y fall¨®, como casi todos, con el rej¨®n de muerte.

El joven y apasionado madrile?o Mariano Rojo, desbordante de ¨ªmpetu, lleg¨® con facilidad a los tendidos, pero clav¨® siempre a la grupa, aunque su actuaci¨®n fue de las m¨¢s espectaculares de la tarde.

El toro de Moura Caetano se derrumb¨® en el tercio de banderillas y su escasa codicia qued¨® de dulce para que el rejoneador se confiara y clavara, el ¨²nico de los seis, banderillas al estribo, que es como manda la ley que todos incumplen. Se mostr¨® muy premioso en la ejecuci¨®n de las suertes y se anim¨® solo; tanto que inici¨® una vuelta al ruedo por su cuenta de la que desisti¨® en el primer burladero que encontr¨®.