Dentro del laberinto
Hay pel¨ªculas que viven dos vidas (o m¨¢s) antes de llegar a los circuitos comerciales
Hay pel¨ªculas que viven dos vidas (o m¨¢s) antes de llegar a los circuitos comerciales. La cueva,segundo largometraje de Alfredo Montero, es uno de esos casos: el proyecto tuvo su puesta de largo en el Festival de Sitges, en el a?o 2012, donde atrajo la atenci¨®n del productor Juan Gordon, que vio posibilidades en la propuesta pero no un acabado a su entera satisfacci¨®n.
LA CUEVA
Direcci¨®n: Alfredo Montero.
Int¨¦rpretes: Marta Castellote, Xoel Fern¨¢nde
G¨¦nero: terror. Espa?a, 2014.
Duraci¨®n: 80 minutos.
Dos a?os m¨¢s tarde, otro festival, el de M¨¢laga, acogi¨® el estreno de lo que podr¨ªamos llamar la reencarnaci¨®n de La cueva ¡ªo, de forma m¨¢s pragm¨¢tica aunque tambi¨¦n algo inexacta, su producer¡¯s cut¡ª: una nueva versi¨®n que conserva parte del metraje original (la mitad del total), pero que integra material rodado de nuevo por Montero, que pas¨® del rechazo a la aceptaci¨®n de las sugerencias de su mediador entre su creaci¨®n y el mercado. Ser¨ªa interesante haber visto esa primera versi¨®n de La cueva para calibrar la mejora, pero, con s¨®lo este montaje final y definitivo como objeto de an¨¢lisis, este cr¨ªtico no puede sino lamentar que las sugerencias de Gordon no se hubieran inclinado antes por la originalidad que por la eficacia.
La cueva se inscribe en la variante del terror de supervivencia ya transitada por la amplia descendencia de metrajes encontrados pos-El proyecto de la bruja de Blair (1999): una cueva de Formentera se convertir¨¢ en el laberinto subterr¨¢neo donde un grupo de cinco j¨®venes excursionistas encontrar¨¢ su particular infierno. En un momento en que esa especialidad ya ha logrado generar discursos autorreflexivos y seductoramente barrocos ¡ªEl ¨²ltimo exorcismo, Monstruoso, Chronicle y, en Espa?a, la trilog¨ªa REC, donde el uso de c¨¢maras digitales ya no era tan s¨®lo soporte sino parte medular del discurso, sorprende que La cueva conf¨ªe tanto en despojar su propuesta de todo retorcimiento. A la carnaza de arquetipos de cualquier pel¨ªcula de terror estadounidense de los ochenta, la pel¨ªcula de Montero ofrece un homologable cargamento de carnaza local: que sus modos de expresi¨®n y relaci¨®n sean tan reconociblemente espa?oles no libra a los personajes de ser muy poco interesantes. Cuando la historia llega a sus zonas m¨¢s turbias, todo parece apresurado y llega incluso a rozar lo inveros¨ªmil.
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