Un mundo de veranos literarios
Los pasajes de libros relacionados con el est¨ªo constituyen una perfecta gu¨ªa para acceder a la mejor literatura
El verano es la manzana del para¨ªso literario. No s¨®lo por la tentaci¨®n que despierta en los autores escribir sobre ese periodo y su eterno efecto vivificador en los lectores, sino porque suele guardar la clave que define el destino del libro, el curso de la historia narrada. S¨ª, ah¨ª est¨¢ en muchas obras cl¨¢sicas cuando...
¡Bajo una luna veraniega, despu¨¦s de lunas incontables, el capit¨¢n Ahab avist¨® a Moby Dick¡ entre sus vientos c¨¢lidos se oscureci¨® el destino de la Tierra Media, en El se?or de los anillos¡ al amparo de sus sombras, Sherezada empez¨® su salvaci¨®n en Las mil y una noches¡ por ¨¦l y durante ¨¦l, Alonso Quijano emprendi¨® su aventura de desfacer entuertos¡ en uno de sus atardeceres Humbert Humbert engendr¨® su deseo malsano por las n¨ªnfulas en Lolita... y su embrujo trastoc¨® la vida de todos en Sue?o de una noche de verano...
Pero, ?a qui¨¦n no le gustar¨ªa vivir su verano literario favorito? Juan Mars¨¦ querr¨ªa ser invitado a las fiestas de El gran Gatsby, de Francis Scott Fitzgerald, ¡°y, ya puestos, viajar con Gatsby y Daisy a la Costa Azul, con todo lo que eso implica de estar junto a un personaje entra?able, adem¨¢s de un aprendizaje en el ejercicio literario moral¡±.
Del verano de Anna Karenina, de T¨®lstoi, con Vronsky, su amante, le gustar¨ªa ser testigo a N¨¦lida Pi?¨®n: ¡°Al anticipar los acontecimientos, es el preludio de la felicidad con fracturas sutiles. Los problemas que experimentan los amantes presagian un desenlace tr¨¢gico, escenas bellas¡±.
Javier Reverte acompa?ar¨ªa a Ulises a su paso por el mar de las sirenas en la Odisea, de Homero; Clara S¨¢nchez se emociona y conmueve con El jard¨ªn de los Finzi-Contini, de Giorgio Bassani; Clara Us¨®n ser¨ªa testigo de c¨®mo Rodolfo seduce a Emma en Madame Bovary, de Flaubert.
Son atajos hacia la felicidad. Y un pasaje hacia algunos de esos veranos literarios ofrece dos rutas: dar la vuelta al mundo, como sugiere el atlas que acompa?a este art¨ªculo, y hacer un periplo tem¨¢tico y emocional por gran parte de las estaciones de la vida que llevan¡
¡a la infancia:
Para recordar el descubrimiento de la belleza de la naturaleza,la alegr¨ªa y la realidad creando un universo propio en los recuerdos de Katherine Mansfield en Nueva Zelanda en el relato En la bah¨ªa.
¡a la iniciaci¨®n:
Para enfrentarse a los miedos y la verdadera sociedad y la familia zurcida de prejuicios a trav¨¦s de los tres ni?os de Matar a un ruise?or, de Harper Lee, en el condado de Maycomb donde el calor alarga las horas y al que se le hab¨ªa dicho que su ¨²nico enemigo eran ellos mismos.
¡a las travesuras:
Para ser c¨®mplices y disfrutar de Las aventuras de Tom Sawyer, de Mark Twain, con la promesa fresca del r¨ªo Misisip¨ª, e, incluso, compartir su mirada del mundo adulto y reconocer alguna t¨ªa Polly alrededor.
¡a la aventura:
Para enrolarse con Jim para seguir sus peripecias detr¨¢s de un tesoro mientras esquiva y se enfrenta a traidores, rufianes, piratas y filibusteros, seg¨²n lo contado en La isla del tesoro, por Robert Louise Stevenson.
...al descubrimiento:
Para ser hu¨¦spedes del capit¨¢n Nemo y disfrutar con ¨¦l Veinte mil leguas de viaje submarino y, de paso, agradecer a Julio Verne sus billetes literarios que sacan de este mundo a los lectores con sus historias maravillosas que enriquec¨ªan la imaginaci¨®n.
¡a la realidad:
Para reconocer la aplastante realidad de la guerra que se precipita y empieza a colonizar y socavar la candidez infantil descrita por Kenzaburo O¨¦, en La presa, en cuya aldea solo quedan los ni?os en la calle envueltos por el sol y el aire cargado de malos presagios en medio de las risas.
¡a la juventud:
Para comprender que lo que un joven llama la patria de su infancia ya es recuerdo, y da los primeros pasos en la edad adulta, al sentir que el mundo se abre al deseo de conquistar nuevas felicidades y proyectarse en compa?¨ªa de la libertad y la autonom¨ªa como lo cuenta Herman Hesse en El cicl¨®n.
¡al arribo del primer amor:
Para evocar c¨®mo un cruce de miradas puede juntar destinos tras despertar emociones y sentimientos desconocidos y extra?amente felices como los de Hatsue y Shinji, en El rumor del oleaje, de Mishima.
¡a los deseos:
Para emocionarse con la vida inquietante y turbadora de una adolescente tanteando en sus instintos cuando se enreda en una relaci¨®n con un rico comerciante chino de 26 a?os. Y esa joven es Marguerite Duras, en El amante, en la Indochina donde los hilos de sudor seducen.
¡a la amistad:
Para reconocer los infinitos horizontes que pueden unir a los amigos, los lazos invisibles entre los afectos y la soledad descritos en el sopor sure?o de Estados Unidos por Carson McCullers en El coraz¨®n es un cazador solitario, aunque algunos digan que es m¨¢s una historia de amor no correspondido.
...al placer:
Para reconocer la lujuria, el poder, el deseo, la traici¨®n, la infidelidad, la insatisfacci¨®n y las pasiones sexuales ocultas y so?adas a trav¨¦s de la sociedad china bajo la dinast¨ªa Ming en los ¨¢mbitos p¨²blico y privado, en la primera novela moderna de China: Jin Ping Mei.
¡a la b¨²squeda del yo:
Para saber que seguir el rastro de un padre, por ejemplo, descubre los rostros del mundo, de los dem¨¢s, de uno mismo, del pasado, del presente, de las promesas, de las ilusiones, y que todo eso vive en un solo tiempo sin tiempo de verano eterno, real, cre¨ªdo y m¨ªtico, seg¨²n Juan Rulfo en Pedro P¨¢ramo.
¡al r¨ªo de la vida:
Para dejarse llevar por el fluir de la cotidianidad, la convivencia y los sentimientos con sus meandros y brazos inesperados que en alg¨²n punto volver¨¢n a juntarse en el caudal principal, como lo refleja Naguib Mahfuz en El callej¨®n de los milagros.
¡a los ideales:
Para acompa?ar Alonso Quijano, m¨¢s conocido como Don Quijote de la Mancha, de Miguel de Cervantes, en una aventura que despierta las ganas de ser su escudero en su intenci¨®n de acabar con los miedos agazapados en los campos.
¡a la prueba de s¨ª mismo:
Para subir a bordo del Pequod y ver los terrores en los ojos de la tripulaci¨®n y envidiar su osada valent¨ªa, y sentir las pulsaciones de la obsesi¨®n de Ahab por acabar con Moby Dick, novela hom¨®nima de Herman Melville, sobre todo cuando una noche espolvoreada de luna se alz¨® refulgente el chorro de la ballena.
¡a las razones de existir:
Para preguntar y preguntarse sobre los reales motivos por los que vale la pena estar en el mundo, por lo bueno y lo malo, seg¨²n lo plantea Albert Camus en El extranjero, donde el brillo del cielo es insoportable.
¡a la ca¨ªda del esplendor:
Para ser testigos del ocaso en El Gatopardo, de Tomasi di Lampedusa, cuando Fabrizio, el pr¨ªncipe de Salina, y su sobrino Tancredi acaben de llegar a Donnafugata. Es agosto. El cambio del mundo de la sociedad siciliana ha empezado en mayo con el desembarco de Garibaldi, y est¨¢ a punto de ser reforzado por sus estrategias de adaptaci¨®n y la revoluci¨®n en sus corazones.
¡a la muerte:
Para aprender de Thomas Mann, en Muerte en Venecia, sobre la belleza, la atracci¨®n y las sensaciones e ideas que despiertan en el individuo; sobre la existencia y su agon¨ªa; sobre lo que rodea cada vida.
¡a lo que siempre queda:
Para echar un vistazo atr¨¢s como lo hacen dos amigos en El ¨²ltimo encuentro, de S¨¢ndor M¨¢rai, cuyas preguntas resuenan: ¡°?Crees t¨² tambi¨¦n que el sentido de la vida no es otro que la pasi¨®n, que un d¨ªa colma nuestro coraz¨®n, nuestra alma, nuestro cuerpo, y que despu¨¦s arde para siempre, hasta la muerte, pase lo que pase? ?Y que si hemos vivido esa pasi¨®n quiz¨¢s no hayamos vivido en vano? ?Que as¨ª de profunda, as¨ª de malvada, as¨ª de grandilocuente, as¨ª de inhumana es una pasi¨®n?... ?y que quiz¨¢s no se concrete en una persona en concreto, sino en el deseo mismo?¡±.
Son veranos literarios en los que sobrevuelan las palabras de Toni Morrison en Jazz, cuando uno de sus personajes dice que hay que morder la manzana por que solo as¨ª se conoce su sabor.
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