Revelaciones en el tri¨¢ngulo de Possagno
Una visita a la casa del escultor Antonio Canova, junto al templo que convirti¨® en su tumba
Possagno est¨¢ a desmano, pero una vez que se visita, ya entra en la vida del viajero, y se regresa siempre hasta sentir que, poco a poco, ya no est¨¢ tan lejos. Cerca de Treviso, en el centro de la regi¨®n v¨¦neta, Possagno est¨¢ en la historia del arte por derecho propio: all¨ª naci¨® Antonio Canova, el m¨¢s grande de los escultores neocl¨¢sicos, el ¨²ltimo poeta del m¨¢rmol y quiz¨¢s la ¨²nica personalidad creadora que mantuvo un hilo m¨¢gico de comunicaci¨®n est¨¦tica directa con ese glorioso pasado que son Miguel ?ngel, Donatello y Bernini, atribuci¨®n que se?al¨® en su d¨ªa el cr¨ªtico y coleccionista Mario Praz.
Hay un tri¨¢ngulo m¨¢gico en Possagno que lleva al caminante desde la casa-museo de Canova a la vecina Ala Scarpa para despu¨¦s ascender hasta el llamado ¡°templo canoviano¡±, que se pag¨® el mismo escultor y que se concluy¨® tras su muerte: ¨¦l sab¨ªa que iba a ser su tumba, y por eso recrea con grandes evidencias, de la columnata a la rotonda, al Pante¨®n de Agripa romano. Es, como tantas veces en Canova, otra evocaci¨®n estilizada y potente del mundo antiguo, concebida para su t¨²mulo y como sitio de peregrinaci¨®n, lo que explica que su ubicaci¨®n en la parte m¨¢s elevada de la suave colina, signifique la culminaci¨®n del camino de la vida. Los restos de Canova est¨¢n all¨ª, menos su coraz¨®n, que est¨¢ en una urna en la Bas¨ªlica dei Frari de Venecia.
El ala Scarpa es el pabell¨®n moderno proyectado por el veneciano Carlo Scarpa (1906-1978) para albergar todos los bienes patrimoniales y art¨ªsticos de Canova que no cab¨ªan en la casa antigua, ya de por s¨ª muy recargada de yesos, muebles Imperio y ¨¢mbitos naturalmente estrechos. No es tampoco que a Scarpa le sobrara espacio. Precisamente la genialidad de esta construcci¨®n de hormig¨®n, m¨¢rmol travertino, acero y cristal suavizada con l¨¢minas de agua en su entorno, est¨¢ en crear de lo angosto lo grandioso. Al principio, llovieron las cr¨ªticas negativas por acercar tanto ¡°esa mole agresiva y desnuda¡± a los originales constructivos del siglo XVIII, pero el tiempo lo ha puesto todo en su sitio justo, como con la vida profesional del propio Scarpa, que estuvo rodeada, a la vez, de pol¨¦mica y laureles hasta el final: solamente se le concedi¨® un t¨ªtulo honor¨ªfico de arquitecto despu¨¦s de morir.
De su genio nadie discute, de su sensibilidad, tampoco, pero en su tiempo se le masacr¨® con aquello de no tener un t¨ªtulo acreditativo, de nada le vali¨® haber tenido una exposici¨®n monogr¨¢fica en el MoMa. Si la museograf¨ªa moderna tiene un maestro a quien agradecer tantas cosas, es a Scarpa, que entendi¨® a trav¨¦s de todos sus museos y exposiciones esa noble servidumbre del dise?ador a la obra por exhibir, lo que en Possagno llev¨® a territorio de ¨¦xtasis funcional.
Entrar al ala Scarpa es como sumirse en un laberinto trasparente de l¨ªneas rectas que contrastan con la morbidez natural y curvil¨ªnea de las obras de Canova. Dibujos en las paredes, yesos en los pedestales de obra o de acero oscurecido y mate, vitrinas-cubo de cristal que parecen suspendidas en el aire, tragaluces y ventanucos estrat¨¦gicamente horadados en el muro para que el chorro de claridad caiga sobre la pieza espec¨ªfica. Sin miedo a la acumulaci¨®n, Scarpa sigue la pol¨ªtica expositiva de la gran sala de la Gipsoteca antigua, donde los yesos, como fantasmas, dialogan entre s¨ª, juntos pero no revueltos. All¨¢ donde miras, te espera la l¨ªnea de una vestal o un argumento hom¨¦rico, la proporci¨®n de un Apolo o la serenidad doliente de los relieves funerarios.
Los restos del artista est¨¢n aqu¨ª, excepto el coraz¨®n que fue a Venecia
Canova trabajaba sin descanso desde el dibujo de boceto y el modelado de arcilla, que entregaba a los artesanos del molde de yeso, para despu¨¦s pasar al bloque de m¨¢rmol. Aqu¨ª los yesos son los testigos activos de un proceso hasta llegar a la perfecci¨®n marm¨®rea, pero en su ¨¦poca, esas ¡°pruebas de artista¡± en escayola eran ya tambi¨¦n muy valoradas por coleccionistas y mecenas. La princesa Lubormirski encarg¨® a Canova dos yesos de su ¡°principito de la boca temblorosa¡±, como una poeta llam¨® a la escultura viajera, una historia apasionante que ya cont¨¦ antes.
En algunas de mis excursiones a Possagno me he encontrado aut¨¦nticamente solo mientras recorr¨ªa el tri¨¢ngulo casa-museo-ala Scarpa-templo canoviano; apenas un lugare?o indiferente, y alguna vez, japoneses que lo traen bien aprendido. Por recordar dos viajes inolvidables y m¨¢s recientes, me cit¨¦ con el tri¨¢ngulo de Possagno cuando en 2007 llevaron hasta all¨ª desde Polonia la escultura El pr¨ªncipe Henryk Luborminski como Amor y en el oto?o de 2012 la muestra Canova y la danza, que reuni¨® dibujos, acuarelas, m¨¢rmoles y sobre todo yesos m¨ªticos, como la Bailarina con cr¨®talos. El m¨¢rmol de marras est¨¢ en Berl¨ªn, el yeso en Possagno. Otro tanto pasa con Maria Taglioni (m¨¢rmol en el Hermitage de San Petersburgo), con los pies desnudos y alzada sobre sus dedos, brazos en alto y en arco, sosteniendo una corona de laureles de bronce. Canova dibuj¨® tambi¨¦n a la bailarina madrile?a Mar¨ªa Medina, que antes de recorrer mundo con Salvatore Vigan¨® trabaj¨® en el Teatro del Pr¨ªncipe (hoy Teatro Espa?ol) donde tocaba las casta?uelas y era copista de m¨²sica.
Carlo Scarpa proyect¨® un espacio para acoger los bienes del escultor
Algunas de estas piezas no pueden trasladarse ya. Mover un m¨¢rmol o un yeso no es como hacerlo con un cuadro, la fragilidad de dedos, ropajes al viento y guedejas ondulantes asusta. De modo que hay que ir hasta all¨ª, y si es en oto?o, mejor. El paisaje que rodea a los tres monumentos adquiere a partir de octubre una policrom¨ªa indescriptible que se al¨ªa precisamente con la obra del hombre, ya sea la del siglo XVIII memorial como la del siglo XX de Scarpa, para constituir un todo arm¨®nico, una continuidad crom¨¢tica y volum¨¦trica como la que ve¨ªa Antonio Canova en la danza, tema profusamente estudiado desde los viajeros del siglo XIX a hoy. El acto de la danza llevado a la gentileza escult¨®rica como un reto de atrapar el movimiento en su m¨¢s excelso momento, un instinto creativo que tambi¨¦n est¨¢ el¨ªpticamente en los edificios contenedores del arte canoviano.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.