Hopper se mueve

Cuando hace dos a?os se estren¨® El molino y la cruz, acercamiento del polaco Lech Majewski al universo pict¨®rico flamenco de Peter Brueghel, El Viejo, a partir de su cuadro El camino al calvario, comentamos en estas p¨¢ginas que las tentativas de la cinematograf¨ªa por otorgar a la pintura de movimiento aquello que por definici¨®n le est¨¢ vedado corr¨ªan el peligro de que al liberar a los personajes del cuadro quedaran encerrados en la pantalla. Algo que le acababa ocurriendo a aquella pel¨ªcula, hermos¨ªsima por momentos, tediosa en su conjunto, e indefinici¨®n en la que tambi¨¦n cae un experimento en cierto modo semejante: el del austriaco Gustav Deutsch con Shirley: visiones de una realidad, en el que 13 pinturas de Edward Hopper cobran vida durante unos minutos para, a la manera de un tableaux vivant, intentar capturar el esp¨ªritu del autor de Nighthawks.

El proyecto es interesant¨ªsimo y de una belleza formal deslumbrante. Deslumbrante, pero ef¨ªmera, algo que no tienen las obras originales. El trabajo de escenograf¨ªa y de fotograf¨ªa hasta adquirir la tonalidad y la textura del cuadro es maravilloso, pero narrativamente la idea de que las piezas acaben conformando la existencia de una actriz que recita todos sus parlamentos en off no realza el loable experimento t¨¦cnico, por mucho que el subtexto de la sociedad que coarta sus aspiraciones sea m¨¢s que cierto. Todas las secuencias se abren poco a poco desde negro y el impacto inicial es may¨²sculo, pero tras unos segundos, la narraci¨®n pesa m¨¢s que ayuda. Y a¨²n m¨¢s discutible es la decisi¨®n de encabezar cada fragmento con un noticiario radiof¨®nico en el que se da cuenta de los acontecimientos pol¨ªticos y sociales de la ¨¦poca en la que est¨¢ pintado cada cuadro (de 1931 a 1963: comunismo, racismo...), cuando Hopper estaba lejos de ser un artista cr¨ªtico pol¨ªticamente y s¨ª un pintor de tormentos interiores, de desasosiego, m¨¢s simb¨®lico que comprometido.

Quedan, eso s¨ª, dos matices positivos que son los que deber¨ªan llevar a todo interesado en el arte en general hasta el cine: primero, su componente did¨¢ctico, y segundo, poder comprobar in situ qu¨¦ resulta m¨¢s certeramente hopperiano, si este acercamiento expl¨ªcito o, por ejemplo, los que realizaron el Coppola de Llueve sobre mi coraz¨®n, o el Lynch de Terciopelo azul y Mulholland drive.