Jos¨¦ Tom¨¢s ya luce canas
Solo la historia demandar¨¢ al diestro por haberse permitido ser un genial torero que nos rob¨® a todos muchas tardes de gloria
Parece como si con Jos¨¦ Tom¨¢s hubiera que ser condescendiente, tan exigente como es ¨¦l mismo con la fiesta, a la que con tanta indolencia trata, y con el aficionado, a quien est¨¢ robando lo mejor de su esperanza. Pero es un torero de leyenda y ello le concede una bula de generosidad y cari?o cuando abandona la extra?a cueva de su soledad y aparece cual fantasma en una plaza, he aqu¨ª en M¨¢laga, y revoluciona ¡ªcada vez menos, es verdad¡ª el orbe taurino.
Esta es la tercera vez que Jos¨¦ Tom¨¢s se viste de luces este a?o. L¨®gicamente, no est¨¢ placeado, y parece normal que, al igual que sus compa?eros postineros, elija d¨®ciles toros de Domecq, bondadosos, descastados, nobles y birriosos. Pero da igual, o parece que debe darlo, porque es Jos¨¦ Tom¨¢s y ha aparecido entre nosotros.
Varias ganader¨ªa / Hermoso y Tom¨¢s
Tres toros despuntados para rejoneo de San Mateo, manejables; y dos de Parlad¨¦ y uno de Victoriano del R¨ªo, justos de presentaci¨®n, blandos y muy nobles.
Hermoso de Mendoza: bajonazo (ovaci¨®n); pinchazo hondo y rejonazo trasero (oreja); rej¨®n trasero y tres descabellos (ovaci¨®n).
Jos¨¦ Tom¨¢s: estocada tendida (silencio); pinchazo y media (oreja); media tendida (dos orejas). Sali¨® a hombros.
Plaza de la Malagueta. 23 de agosto. S¨¦ptima corrida de feria. Lleno de ¡®no hay billetes¡¯.
Ambiente excepcional en la plaza malague?a, de bote en bote, para ver al genio y asistir a esa corrida hist¨®rica que todos quieren contar a sus nietos. Para empezar, la primera noticia es que el torero tambi¨¦n cumple a?os ¡ª39 ya¡ª y luce en el frontal de su cabellera un mech¨®n canoso que lo asemeja al maestro Chenel.
Mantiene su personalidad ¨²nica, y a pesar de que ha preferido los banquillos a los campos de juego, se le ve suelto y firme, si bien es verdad que sus oponentes no est¨¢n a la altura de la primera divisi¨®n. A pesar de todo, sigue enloqueciendo cuando mueve los brazos a la ver¨®nica con su firmeza caracter¨ªstica y buen gusto, o por delantales, como dibuj¨® ante su muy inv¨¢lido primero, un torete enfermizo y descastado que no abrigaba los mejores anhelos.
Mostr¨® su torer¨ªa en el segundo, nobil¨ªsimo y de corta vida. Luci¨® de verdad con el capote ¡ªpor ver¨®nicas y pur¨ªsimas chicuelinas, primero, rematadas con una media de cartel; y despu¨¦s en un vistoso quite en el que enhebr¨® faroles, saltilleras, caleserinas y una revolera final¡ª, y la franela. Los estatuarios iniciales fueron un dechado de perfecci¨®n, asentadas las zapatillas y la mirada fija en la arena, al tiempo que la banda iniciaba los compases de una ranchera, que sonaba a reconocimiento, abrazo y reverencia al maestro. Ten¨ªa poco toro, pero los redondos surgieron templad¨ªsimos, hondos y bellos, fruto de una lentitud que parec¨ªa ensayada. Manda parar la m¨²sica y surge un fandango en el tendido, que no parec¨ªa improvisado. Una oreja lo reconcilia con sus seguidores. Otro torete bueno es el sexto, y su escasa casta le permite dibujar redondos y naturales que surgen largos, hacia dentro, y pre?ados de cadencia. Media estocada, dos orejas y se lo llevan a hombros.
Pocos toros, torero a medio gas y un mech¨®n canoso que indica que los a?os pasan para todos. Y la historia, solo la historia, demandar¨¢ a Jos¨¦ Tom¨¢s por haberse permitido ser un extra?o y genial torero que nos rob¨® a todos ¡ªsobre todo, a la tauromaquia¡ª muchas tardes de gloria.
Acompa?¨® al torero el rejoneador Hermoso de Mendoza en un raro mano a mano que carec¨ªa de sentido. El caballero ofreci¨® toda una lecci¨®n de toreo a caballo porque es un maestro consumado, y sus caballos son toreros sin necesidad de vestir el traje de luces. Disparate, Viriato, Chenel, por citar solo a tres, torean mejor que muchos cualificados representantes del escalaf¨®n de matadores. Pero ni el p¨²blico ten¨ªa inter¨¦s en ver a un rejoneador, ni a Hermoso se le vio metido en el ambiente, de modo que pas¨® por M¨¢laga casi como si no hubiera estado.
Acab¨® el festejo y el p¨²blico, a tenor de las caras, sali¨® encantado de la plaza. No vio toros, pero se reencontr¨® con su ¨ªdolo. La pregunta es si Jos¨¦ Tom¨¢s se habr¨¢ reencontrado con s¨ª mismo, o someter¨¢ a sus seguidores a una nueva traves¨ªa del desierto. Las canas no anuncian nada bueno. Su personalidad, sus formas y su fondo torero confirman que sigue siendo un torero de leyenda que destaca, incluso, con los toretes infames que eligi¨® para su reaparici¨®n. A fin de cuentas, Tom¨¢s es hijo de su ¨¦poca.
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