La cuarta dimensi¨®n era un resfriado
El sistema de proyecci¨®n con ventiladores ideado para el filme despista
Casi desde los tiempos de ola olorvisi¨®n no se experimentaba nada igual. El que lo hiciera, porque aquello empez¨® en 1916, cuando en un cine de Pensilvania pusieron una bola de algod¨®n con aceite de rosas delante de un ventilador para ambientar una pel¨ªcula sobre un partido de f¨²tbol americano llamado Rose Bowl. Mucho m¨¢s tarde, en 1982, lleg¨® la fant¨¢stica broma de John Waters y su versi¨®n en odorama de Polyester, con tarjetas para rascar y efluvios marranos. Modas de un d¨ªa. Bromas para la historia, pero bromas al fin. Sin embargo, el correo de aviso para el pase de prensa de En el ojo de la tormenta parec¨ªa algo serio: "Los pases cuentan con un sistema de ventilaci¨®n y nebulizador que ir¨¢n sincronizados con los efectos especiales de la pel¨ªcula, y para hacer la experiencia m¨¢s impactante la sala estar¨¢ equipada con la tecnolog¨ªa de audio Dolby Atmos". Todo ello para acompa?ar a una especie de Twister menor, en digital y sin caras conocidas en el reparto; una pel¨ªcula sobre cazadores de tormentas, esos tipos a medio camino entre el documentalismo de naturaleza y la osad¨ªa idiota en la era del youtube, que se dedican a correr en direcci¨®n a un fen¨®meno del que todos los dem¨¢s huyen.
El asunto se pon¨ªa peliagudo porque en la entrada del cine te daban un chubasquero. Y aunque hab¨ªa informadores que se lo pon¨ªan y otros que no, cuando entraba en juego tanto la est¨¦tica como la profesionalidad, el juego parec¨ªa ganado desde el inicio por los responsables de la producci¨®n. Aunque fuera por un d¨ªa, la cosa ten¨ªa gracia, como en aquella desternillante Matinee (1993) perge?ada por Joe Dante. Eso s¨ª, cada uno en su sitio y tras un vistazo al presuntamente sofisticado sistema de ese cine que algunos atrevidos se han atrevido a bautizar como en cuatro dimensiones, empezaban las dudas: en los pasillos de los extremos hab¨ªa unos grandes ventiladores cl¨¢sicos. De momento, parados.
Empezada la pel¨ªcula, dirigida por Steven Quale, realizador de segunda unidad en Titanic, y escrita con cierta gracia por John Swetnam, y desarrollada la presentaci¨®n de personajes, el asunto parec¨ªa m¨¢s apasionante fuera de la pantalla que dentro, con esos impermeables feos como la rabia. Hasta que lo bueno, claro, empezaba con la tormenta. De pronto, una fr¨ªa brisa te entraba por el lado, al que lanzabas una mirada amenazadora, y encontrando simplemente un ventilador dando vueltas, no al ritmo de los efectos especiales, sino al ritmo de toda la vida: un giro hacia un lado, peque?o par¨®n, un giro para el otro. M¨¢s tarde, conforme avanzaba la acci¨®n, que no estaba ni bien ni mal sino todo lo contrario, una pel¨ªcula de cat¨¢strofes m¨¢s, con sus conflictos familiares internos y sus protot¨ªpicas redenciones finales en forma de actos heroicos, los ventiladores a?ad¨ªan al viento unas gotas de agua que te iban salpicando sin mojarte del todo, a la manera de los nebulizadores de las terrazas de los bares, y paraban cuando la historia se desarrollaba en interiores. Consecuencia: con En el ojo de la tormenta ocurre justo lo contrario de lo que se pretende, que es agudizar las sensaciones que ya crea la propia pel¨ªcula. Al rev¨¦s, el sistema despista, cada cosa va por su lado: la pantalla, los ventiladores y la cabeza del espectador, gira que te gira al ritmo de las aspas. Un sistema en el que adem¨¢s queda un ¨¢ngulo ciego, justo en el centro del cine, al que con toda probabilidad no llegaban demasiadas gotas de agua.
Muchos directores de cine en tres dimensiones pensaron que el sistema, de por s¨ª, a?adir¨ªa emoci¨®n a la experiencia. Algo que ha ocurrido en cierto cine de animaci¨®n, que s¨ª ha sacado buen partido del 3D (?Los mundos de Coraline!), y no tanto en la acci¨®n real, donde Gravity es el caso m¨¢s palmario de ¨¦xito. Alfonso Cuar¨®n entendi¨® que no bastaba con las tres dimensiones y el escenario, sino que todo deb¨ªa ir acompa?ado de una puesta en escena novedosa, huyendo del plano-contraplano y de ciertos academicismos arraigados durante d¨¦cadas, casi desde que Griffith desarrollara el lenguaje del cine. Y la pel¨ªcula, en verdad, causaba sensaciones nuevas, pero sobre todo por su poder¨ªo visual. Tampoco Coppola necesit¨® m¨¢s que una cabeza de caballo en una cama para que se nos erizara el vello, ni Polanski m¨¢s que la fuerza del primer plano del ojeroso rostro de Mia Farrow para que se nos helara el coraz¨®n. As¨ª que de momento el futuro del cine no est¨¢ aqu¨ª, sino en la emoci¨®n de siempre, en el talento de siempre; o en otro nuevo que, definitivamente, no es este. Estas cuatro dimensiones son un resfriado de verano.
EN EL OJO DE LA TORMENTA
Direcci¨®n: Steven Quale.
Int¨¦rpretes: Matt Walsh, Richard Armitage, Sarah Wayne Callies, Max Deacon.
G¨¦nero: cat¨¢strofes. EE UU, 2014.
Duraci¨®n: 89 minutos
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