Magda Olivero, una voz m¨ªtica del siglo XX
La soprano italiana pose¨ªa un desbordante talento dram¨¢tico
El pasado d¨ªa 8 ha muerto en Mil¨¢n a los 104 a?os la soprano Magda Olivero, una de las voces m¨ªticas del siglo XX tanto por sus capacidades y t¨¦cnica vocales como por su desbordante talento dram¨¢tico. Hab¨ªa nacido en Saluzzo, cerca de Tur¨ªn, el 25 de marzo de 1910. Al principio, algunos maestros turineses encontraron fisuras en su voz, pero su inter¨¦s por cantar la llev¨® al aula de Luigi Gerussi y a tomar clases alternadamente con el Maestro Simonetto y con el compositor Giorgio Federico Ghedini, que adem¨¢s la inici¨® en los estudios te¨®ricos musicales y de direcci¨®n, aunque su principal maestro vocal fue Luigi Ricci (1893-1981). Primero cant¨® en la radio de Tur¨ªn en 1932 el oratorio?I misteri dolorosi de Nino Cattozzo (1886-1961) y un a?o m¨¢s tarde hace la Lauretta de?Gianni Schicchi (Puccini, 1918). Al escucharla, Tulio Serafin la aconseja estudiar roles como Amina (La son¨¢mbula), Adina (El el¨ªxir de amor) y Gilda (Rigoletto), pero la joven Magda dar¨¢ un giro de 180? a este consejo y prepara los papeles de Manon (Manon Lescaut), Mimi (La boh¨¨me), Elsa (Lohengrin) y Li¨´ (Turandot), con los que debuta en la temporada 1936-37, a los que sigui¨®, su primera Violetta (La Traviata) en Reggio Emilia, y la Cio-Cio-San (Madama Butterfly) en M¨®dena y N¨¢poles. A esta enorme capacidad de asimilar repertorio, en la temporada 1939-40 Olivero canta por primera vez la Adriana Lecouvreur (Cilea, 1902) en los coliseos de Roma, N¨¢poles, Venecia y Florencia recogiendo un triunfo que la consagra tempranamente y que hace manifestar al compositor que ha encontrado por fin a su int¨¦rprete ideal para el rol de la tr¨¢gica actriz amiga de Voltaire, trono que comparti¨® con Gina Cigna y Renata Tebaldi. Diez a?os despu¨¦s de su primera retirada de la escena en 1941 por su matrimonio, Magda Olivero vuelve a la escena en este papel, a sugerencia otra vez del compositor, que no lleg¨® a escucharla de nuevo, el 3 de febrero de 1951 en el Teatro Grande de Brescia.
Explica el cr¨ªtico Paolo Issotta c¨®mo Olivero pose¨ªa una t¨¦cnica ¡°de la vieja escuela¡± (Ricci) tan perfecta, que la facilit¨® mantener una longevidad vocal excepcional. Nunca dio clases privadas, pero en los cursos de perfeccionamiento, sus alumnos hasta hace poco la escuchaban emitir notas con frescura, altura y precisi¨®n. Es leyenda cierta que ped¨ªa que le golpearan a pu?o cerrado el diafragma para comprobar su resistencia y dureza, e Issotta recuerda su temeraria interpretaci¨®n de?L¡¯altra notte in fondo al mare (Mefist¨®feles, Boito) completamente tendida sobre un banco, con los ojos mirando a las bambalinas, pues ella no necesitaba fijarse en el director de orquesta. Todas las recensiones de la ¨¦poca resaltan la afinaci¨®n y el esmero, la depurada articulaci¨®n del texto en una dicci¨®n ¨²nica, una especie de silabado cristalino a la que un¨ªa el acento expresivo, detalles perceptibles desde la Violetta a la Isolda o de la Fedora a la Margherita; hay que citar su Julieta en la Giuletta e Romeo de Riccardo Zandonai o su Sor Ang¨¦lica. Su debut en Londres fue en 1952 en el Stoll Theatre y volvi¨® al Festival de Edimburgo en 1963 con su Adriana.
Magda Olivero no se detuvo en el repertorio decimon¨®nico sino que en el Teatro alla Scala hizo la Sacristana de?Jenufa (Janacek) o en el Teatro San Carlo de N¨¢poles?La visita de la vieja dama de Gottfried von Einem. Hizo suya tambi¨¦n la encarnaci¨®n de la Condesa de La dama de Picas¡± (Chaicovski), papel que hizo a los setenta a?os, y se dice que en la sesi¨®n de maquillaje hab¨ªa que envejecerla para el rol por c¨®mo se manten¨ªa. Parte de su secreto era su profunda cultura musical; en una ¨¦poca en que muchas cantantes ni eran capaces de leer un pentagrama, ella era diplomada de composici¨®n. En su repertorio tambi¨¦n estaban La fanciulla del West, La Wally y Francesca de Rimini. En 1967 hizo una soberbia aparici¨®n el Dallas con la muy dif¨ªcil y comprometida Medea de Luigi Cherubini, no debutando en el Metropolitan Opera House de Nueva York hasta 1975 con una?Tosca que los mel¨®manos neoyorkinos consideran hist¨®rica: ten¨ªa 65 a?os; la prensa reflej¨® que la ovaci¨®n final dur¨® m¨¢s de 20 minutos con la platea en pie. Su ¨²ltima ¨®pera completa fue?La voz humana (Poulenc) en 1981, que ya hab¨ªa cantado en Nueva York en 1970, y grab¨® discos de arias en su madurez. Cat¨®lica de convicciones muy estrictas, cant¨® m¨²sica religiosa en el ¨¢mbito lit¨²rgico casi hasta el final y abogaba por la reimplantaci¨®n de la liturgia latina. El pasado d¨ªa 8 en el Teatro alla Scala de Mil¨¢n se guard¨® un minuto de silencio antes de comenzar la funci¨®n.
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