Cinco novelas crueles
Estas obras cultivan las costumbres sanguinarias del videojugador y del espectador contempor¨¢neo de series y cine de acci¨®n. La familia ocupa una posici¨®n central
Son crueles las cinco novelas que he le¨ªdo estos d¨ªas. Crueldad viene del lat¨ªn cruor, sangre derramada, a la vista. Son novelas feroces, es decir, part¨ªcipes de una f¨¦rtil tradici¨®n m¨ªtica. Las cinco comparten, por ejemplo, una man¨ªa por los ojos. En una, un m¨¦dico se limita a dilatar con atropina las pupilas de un sujeto para que parezcan las de un muerto. En las otras cuatro, los verdugos se hacen eco de antiguos libros sagrados. Me recuerdan a los caudillos b¨ªblicos que saltaban el ojo derecho de todos los hombres de un pueblo, a los filisteos que cegaron a Sans¨®n, al mandato del Serm¨®n de la Monta?a: ¡°Si tu ojo derecho te es ocasi¨®n de pecado, s¨¢catelo¡± (San Mateo, 5, 29).
La americana Karin Slaughter (1971) sigue contando en Pecado original las aventuras de Will Trent y Faith Mitchell, polic¨ªas en Atlanta (Georgia). Los criminales han secuestrado a la madre de Mitchell, jubilada que tambi¨¦n fue polic¨ªa y desenmascar¨® a una banda de polic¨ªas bandidos, sus compa?eros. Hay tambi¨¦n polic¨ªas en Un mill¨®n de gotas, del espa?ol V¨ªctor del ?rbol (1968): la subinspectora Laura Gil, sospechosa de liquidar al mafioso ruso que mat¨® a su hijo, se suicida de un tiro en el est¨®mago. El hermano de la subinspectora, abogado, no cree que su hermana sea una asesina y se convierte en investigador.
Marlowe, el detective de Chandler, se las ve¨ªa con muy pocos muertos, era pac¨ªfico y no estaba ligado a sus casos
Aparte de tratar de cr¨ªmenes y de que los autores nacieran en los mismos a?os, ?qu¨¦ tienen en com¨²n dos novelas tan distintas? Las dos se ocupan de asuntos de familia, de sangre y consanguineidad, y narran algo que ocurre en la primera d¨¦cada del siglo XXI, cuando los coches lucen en Atlanta pegatinas de Obama, y en Barcelona la especulaci¨®n inmobiliaria y financiera se al¨ªa con la delincuencia internacional. Las dos cuentan historias que se remontan al pasado. En Un mill¨®n de gotas, de la Barcelona de 2002 saltamos a la Uni¨®n Sovi¨¦tica en 1933, a los campos de concentraci¨®n de Siberia, a la guerra de Espa?a y la Guerra Mundial, al franquismo. Seguimos la vida enga?osa del h¨¦roe comunista El¨ªas Gil, v¨ªctima de Stalin y de los fascismos. Los muertos se cuentan ya por millones.
Son novelas escritas con respeto hacia quien se acerque a leerlas. Cultivan las costumbres sanguinarias del videojugador y del espectador contempor¨¢neo de series y cine de acci¨®n. La familia ocupa el lugar central que le corresponde en la sentimentalidad vigente, aunque el progenitor acabe con un cuchillo en la espalda, le corten un dedo a la madre, sesos humanos salpiquen la cocina, y el garaje sirva como oficina de tortura y no se sepa si lo que se oye gotear es sangre o agua del grifo. Incluso existe proximidad o intimidad entre polic¨ªas y malhechores, a pesar del antagonismo b¨¢sico entre el bien y el mal.
Si en la Atlanta de Slaughter los malvados son chinos y mexicanos, y rusos en la Barcelona de V¨ªctor del ?rbol, en las novelas del irland¨¦s John Connolly (1968) los alien¨ªgenas son ¡°entes terrenales o de otro tipo¡±, esp¨ªritus corporizados, ¨¢ngeles ca¨ªdos. La ira de los ¨¢ngeles se llama la nueva aventura del detective privado Charlie Parker. Los malos de Connolly disfrutan de cierto derecho a la eternidad: algunos, como el Asesino del Bocio, aparecen en fotos de 1940, en cuadros pintados hace siglos. Semejante atemporalidad les permite buscar venganza a lo largo de generaciones, hasta dar con su v¨ªctima y destrozarla. La venganza es importante en estas novelas y en ninguna falta alguna escena de tortura. Se mata r¨¢pido, como en un videojuego, pero tambi¨¦n con lentitud, como en las leyendas de esos m¨¢rtires que ped¨ªan que los sumergieran poco a poco en la caldera de aceite hirviendo para demostrar mejor la fortaleza que infunde Cristo.
La moral se ci?e a una l¨®gica mercantil. La venganza cumplida, la sensaci¨®n de deuda saldada son consoladoras, aunque el detective Parker, que sufri¨® en su d¨ªa el asesinato de su mujer y de su hija, no encuentre alivio: ¡°Yo hab¨ªa matado una y otra vez con la esperanza de aligerar mi dolor, y en lugar de eso lo hab¨ªa avivado¡±. Y a?ade una consideraci¨®n de ¨¦tica aplicada: ¡°Quiz¨¢ un fil¨®sofo moral habr¨ªa dicho que empezaba a parecerme a aquellos contra quienes combat¨ªa¡±. En La ira de los ¨¢ngeles, el bien se encarna en una figura de moda en la literatura criminal, un asesino en serie, aqu¨ª llamado el Coleccionista. Aunque los peores malvados pertenezcan al eterno ej¨¦rcito de las tinieblas, los delitos humanos de los que se habla en esta novela son tan comunes y actuales como los asesinos m¨²ltiples de ficci¨®n: podredumbre empresarial y pol¨ªtica, periodismo venal, drogas, prostituci¨®n y pornograf¨ªa infantil. Parece que la maldad posee los dos componentes que Baudelaire atribu¨ªa a la belleza: un elemento eterno, invariable, y un elemento circunstancial, seg¨²n la moda moral de la ¨¦poca.
La venganza cumplida, la sensaci¨®n de deuda saldada son consoladoras para el detective Parker en ¡®La ira de los ¨¢ngeles¡¯
Pero tambi¨¦n en este caso la historia se remonta a a?os atr¨¢s, a los bosques de Maine, a un avi¨®n ca¨ªdo en el verano de 2001. Dentro de la cabina s¨®lo quedan un malet¨ªn con dinero, unas esposas y una peligrosa lista de nombres. No muy lejos, la vegetaci¨®n devora los restos de un fort¨ªn donde los indios le extrajeron en 1764 el coraz¨®n a la mujer del capit¨¢n. Sin un enigma de fondo, sin incertidumbre de lo que pas¨® o va a pasar, estas novelas se reducir¨ªan a cat¨¢logos de atrocidades. La concentraci¨®n melodram¨¢tica de cad¨¢veres es caracter¨ªstica del g¨¦nero criminal, y Raymond Chandler recordaba en marzo de 1949 que la novela policiaca exige ¡°una exageraci¨®n de la violencia y el miedo¡±. Pero Marlowe, el detective de Chandler, se las ve¨ªa con muy pocos muertos, era pac¨ªfico y, sobre todo, no estaba ligado sentimentalmente a sus casos. Los investigadores de estas novelas suelen mantener una relaci¨®n sentimental con sus enemigos, por quienes sienten pasiones como el odio y el ansia de venganza.
Los suecos Roslund & Hellstr?m (1961 y 1957) fabulan sobre la pena de muerte en Celda n¨²mero 8. A pocos d¨ªas de la ejecuci¨®n, muere en una c¨¢rcel de Ohio un condenado que aparecer¨¢ vivo en Estocolmo siete a?os despu¨¦s, convertido en cantante de un barco. Seg¨²n la justicia, mat¨® a su novia, hija del asesor del gobernador. Han pasado 18 a?os. El supuesto resucitado, buen esposo y padre en Suecia, acaba de patearle la cara a un pasajero que molestaba a una mujer en la pista de baile. ?Lo extraditar¨¢n a Estados Unidos, un gran pa¨ªs que perpetuaba y reverenciaba el rito de la pena de muerte como una forma de vida? El padre de la chiquilla asesinada en Ohio espera el resarcimiento que le rob¨® la muerte repentina del condenado. Lo m¨¢s extravagante de Celda n¨²mero 8 es que lo que se trama como un plan para demostrar la iniquidad de la pena capital implique la muerte de cuatro personas de las que por lo menos tres son inocentes.
En estas novelas, la investigaci¨®n importa menos que la eliminaci¨®n de criminales y no criminales, pero entre los autores que leo estos d¨ªas, Roslund & Hellstr?m son los m¨¢s ajenos a la l¨®gica de un videojuego basado en la aparici¨®n y aniquilamiento de enemigos en la pantalla. La l¨®gica espasm¨®dica del videojuego se parece a la risa: el franc¨¦s Frantz Delplanque (1966) ha inventado al viejo asesino profesional Jon Ayaramandi, retirado en un lugar imaginario del Pa¨ªs Vasco franc¨¦s. Dos mujeres desnudas caen del cielo, miembros de una banda de punk-disco, en Elvis o la virtud. Ayaramandi, especialista del crimen perfecto, recuerda: ¡°He matado atreinta y nueve personas y un perro¡±. El h¨¦roe criminal lucha ahora contra la Hermandad de los Soldados de Jes¨²s, ¡°asesinos hostiles al rock y la depravaci¨®n¡±. Los buenos arrancan test¨ªculos con el caj¨®n de una c¨®moda, machacan tobillos, acuchillan, ahorcan. Los malos embadurnan de v¨ªsceras podridas a un hombre y se lo echan a los buitres, que cumpliendo con el rito de la extirpaci¨®n ocular le arrancan un ojo. Al ¨²ltimo muerto lo matan de un tiro en el ojo. El bueno es otra vez un asesino en serie. ¡°Me gusta la crueldad cuando se ejerce con buen criterio¡±, dice. La violencia mortal se vuelve fantas¨ªa diurna, delirio de risa. La polic¨ªa secuestrada de Pecado original pensaba que los chiquillos que le hac¨ªan da?o encontraban en los videojuegos un repertorio ilimitado de ideas para torturarla, como si los ¨²ltimos cien a?os no abundaran en guerras, terror y exterminios reales, im¨¢genes repetidas, cr¨ªmenes espectaculares, vistosos. Quiz¨¢ de tanta vistosidad derive la fobia al ojo humano que desprenden estas novelas.
Un mill¨®n de gotas. V¨ªctor del ?rbol. Destino. Barcelona, 2014. 670 p¨¢ginas. 19,90 euros.
La ira de los ¨¢ngeles. John Connolly. Traducci¨®n de Carlos Milla Soler. Tusquets. Barcelona, 2014. 428 p¨¢ginas. 19,13 euros.
Elvis o la virtud. Frantz Delplanque. Traducci¨®n de Juan Carlos Dur¨¢n Romero. Alfaguara Negra. Madrid, 2014. 386 p¨¢ginas. 18,50 euros.
Celda n¨²mero 8. Roslund & Hellstr?m. Traducci¨®n de Elda Garc¨ªa-Posada. RBA. Barcelona, 2014. 460 p¨¢ginas. 19 euros.
Pecado original. Karin Slaughter. Traducci¨®n de Juan Castilla Plaza. Roca Editorial. Barcelona, 2014. 414 p¨¢ginas. 19,90 euros.
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