Octubre Modiano
Empieza uno a leer un libro del franc¨¦s y cuando sale a la calle va entre absorto y atento
Patrick Modiano es un escritor contagioso. No es posible leerlo sin transfigurarse un poco en un personaje suyo. Empieza uno a leer una novela de Patrick Modiano y cuando sale a la calle ya nota que va entre muy absorto y muy atento, percibi¨¦ndolo todo a su alrededor y al mismo tiempo echando en falta lo que ya no existe, fij¨¢ndose en los desconocidos y en las desconocidas que pasan y en los nombres de las tiendas, en todo eso que uno de sus personajes llama ¡°puntos fijos¡±, elementos de referencia que le permitan a uno mantenerse orientado en el plano de la ciudad y en los otros planos simult¨¢neos o sucesivos del tiempo. Uno va por la calle, en este octubre atl¨¢ntico de Madrid, con una novela de Modiano en el bolsillo, y se parece al muy probable narrador de esa misma novela, que quiz¨¢ llevar¨¢ un libro de t¨ªtulo raro comprado en un puesto de segunda mano o un cuaderno en el que vaya apunt¨¢ndolo todo: nombres de calles de Par¨ªs que muchas veces aluden a ciudades o a pa¨ªses extranjeros, direcciones de personas o de negocios tomadas de los anuncios por palabras, nombres de cines, de caf¨¦s, de tiendas, de librer¨ªas, n¨²meros de tel¨¦fono.
El Par¨ªs de Patrick Modiano, como el Dubl¨ªn de Joyce, es una ciudad literal y la met¨¢fora de un estado de esp¨ªritu
Los libros de Patrick Modiano son tan breves que pueden llevarse sin dificultad en el bolsillo de la chaqueta. Son novelas en las que sumergirse y gu¨ªas exactas para caminar por una gran ciudad en la que llegar en l¨ªnea recta al punto de destino es mucho menos interesante que tomar atajos inesperados o dar grandes rodeos que pueden terminar en parajes desconocidos, calles que parecer¨¢n de una capital de provincias o de una ciudad en otro continente, o lugares del pasado. En las novelas de Modiano las caminatas siempre tienen lugar en Par¨ªs, pero eso no impide que le sirvan tambi¨¦n a uno como gu¨ªas pr¨¢cticas para sus itinerarios por la ciudad donde vive. El Par¨ªs de Modiano, como el Dubl¨ªn de Joyce, es una ciudad literal y la met¨¢fora de un estado de esp¨ªritu. Voy en el metro leyendo En el caf¨¦ de la juventud perdida. Un narrador dice que el oto?o le parece la estaci¨®n de las promesas, no el anuncio del invierno, sino el limpio principio de algo, de una vida nueva, como esos d¨ªas de principio de curso en los que se mezcla el olor de la lluvia con el de los cuadernos y los l¨¢pices reci¨¦n adquiridos. Llego a mi estaci¨®n, cierro el libro, lo guardo en el bolsillo, y al emerger de las escaleras salgo a una ma?ana que es de Madrid y al mismo tiempo del Par¨ªs de la novela: las gabardinas, el fr¨ªo h¨²medo, las rachas de lluvia, las grandes nubes viajeras atravesando el cielo. Madrid no es Par¨ªs, pero la percepci¨®n interior de la ciudad puede parecerse mucho, sobre todo si se lleva unos d¨ªas leyendo a Modiano, y si uno, inevitablemente, ha empezado a parecerse a uno cualquiera de sus narradores, tan semejantes todos entre s¨ª, y de manera sutil tan distintos, como esas voces que se suceden en En el caf¨¦ de la juventud perdida, voces de hombres y mujeres, de vivos y de muertos, unidas por el hilo de una m¨²sica muy semejante y sin embargo dotadas cada una de su inflexi¨®n singular, due?as de una parte limitada, un fragmento de historia que solo existe completa en la imaginaci¨®n del lector: completa porque tiene un principio y tiene un fin, pero llena de espacios en blanco, de zonas de incertidumbre y oscuridad. En un libro de Modiano, sea de ficci¨®n, de recuerdo expl¨ªcito o de indagaci¨®n sobre hechos reales, no hay presencia que no sea insegura y fragmentaria, y el contorno de cada una de ellas est¨¢ definido por el contraste con el n¨²mero siempre mayor y siempre creciente de las ausencias. Los aparecidos y los desaparecidos pueblan su literatura, y la ciudad por la que se mueven est¨¢ igualmente hecha de lugares reales y visibles y de otros que ya no existen.
Ha dicho Modiano que si hubiera vivido en el siglo XIX, sus novelas habr¨ªan tratado de personajes y de cosas m¨¢s s¨®lidas. Pero el tiempo de su vida, ya desde antes de su nacimiento, ha sido el de las desapariciones y las demoliciones, una ¨¦poca en la que la palabra desaparecido dej¨® de ser un adjetivo para convertirse en sustantivo; en la que las guerras adquirieron la suficiente fuerza destructiva para que ciudades enteras pudieran desaparecer de la noche a la ma?ana. Para m¨ª la cima y la s¨ªntesis de la literatura de Patrick Modiano es Dora Bruder: no una novela, sino el relato de una b¨²squeda real, condenada a no concluirse nunca, porque es una tentativa de restituir la biograf¨ªa de alguien que es poco m¨¢s que un nombre en el cat¨¢logo inmenso de los perseguidos, los desaparecidos, los eliminados sin rastro. El narrador, Modiano mismo, busca una vez m¨¢s algo, sigue el rastro inseguro de alguien, recorre calles, comprueba direcciones, indaga en viejas gu¨ªas de tel¨¦fonos y en archivos de peri¨®dicos, se deja llevar por sus pasos hacia lugares perif¨¦ricos de Par¨ªs en los que el recuerdo de su ni?ez linda como una frontera junto al gran vac¨ªo del tiempo anterior a los primeros recuerdos y a la propia vida.
La ficci¨®n nos permite seleccionar rasgos significativos o rellenar los espacios en blanco con invenciones plausibles: en Dora Bruder, que trata de la persona real que llev¨® ese nombre en Par¨ªs, en los peores a?os de la Ocupaci¨®n, una adolescente jud¨ªa de cuya existencia Modiano se enter¨® por azar, los l¨ªmites de lo que se cuenta coinciden exactamente con los de lo que se sabe, y lo irreparable del desconocimiento y la velocidad del olvido son injurias casi tan tristes como el crimen en s¨ª, uno entre millones, rescatado del anonimato por el deseo de conocimiento y restituci¨®n que es el impulso m¨¢s noble de la literatura.
Ten¨ªa en una pila de libros pendientes La hierba de las noches y lo he le¨ªdo en dos d¨ªas. Pero las novelas de Modiano se leen tan r¨¢pido y son tan adictivas que he vuelto de inmediato a En el caf¨¦ de la juventud perdida. Tienen una longitud muy parecida a las de Simenon: una inmersi¨®n r¨¢pida y poderosa, un suspenso demorado pero con l¨ªmites muy estrictos, un final al que uno va acerc¨¢ndose con una sensaci¨®n a la vez de alarma y de deslumbramiento. El formato de los libros de bolsillo franceses es tan ideal para la lectura de Modiano como para la de Simenon. Van contigo, livianos y flexibles, d¨®ciles y sin peso para las grandes caminatas, para el asiento del metro o del caf¨¦, o para la holgazaner¨ªa lectora en el sof¨¢. Lee uno a Modiano y por contagio de su escritura se le acent¨²an las resonancias del pasado y se vuelve m¨¢s atento a la percepci¨®n del presente. Esa voz interior de cada novela suena muy familiar porque se parece a la de otras novelas anteriores de Modiano, pero sobre todo se parece a la tuya. Eres t¨² quien va por la ciudad, quien observa, quien extra?a, quien imagina, quien vive en varios tiempos a la vez, quien nunca se cansa de andar.
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