Por un mech¨®n de Lucrecia Borgia
Una muestra en Par¨ªs indaga en la fascinaci¨®n moderna por la legendaria familia
La exposici¨®n podr¨ªa haber empezado por el final, en una sala repleta de objetos e im¨¢genes que nos informan sobre el fanatismo que la familia Borgia, marcada por la leyenda negra de sus cr¨ªmenes, intrigas e incestos, sigue generando hoy en la cultura popular. En la estancia encontramos un objeto que lo explica todo, como un Rosebud de esta irracional fascinaci¨®n: un mech¨®n rubio de Lucrecia Borgia encapsulado en un relicario que un joyero italiano confeccion¨® en los a?os veinte. Un siglo antes, el mismo Lord Byron asegur¨® haber arrancado un cabello a ese tirabuz¨®n, expuesto en la Pinacoteca Ambrosiana de Mil¨¢n entre decenas de tesoros renacentistas.
El mech¨®n se encuentra en la ¨²ltima sala de Los Borgia y su tiempo, la muestra del Museo Maillol de Par¨ªs que, hasta el 15 de febrero, intenta dilucidar algunos de los misterios que rodean a esta familia, surgida de la nobleza feudal de X¨¤tiva y enriquecida durante la conquista aragonesa de Valencia, antes de convertirse en la encarnaci¨®n pura del mal y del vicio en la Roma renacentista.
La muestra parte de dos objetivos. El primero es descubrir cu¨¢nta verdad encierra esa fama tan l¨®brega, basada en hechos reales pero convenientemente deformada por la pel¨ªcula de la historia, que sigue cercando hoy a sus tres miembros m¨¢s insignes: Rodrigo (el papa Alejandro VI) y sus hijos C¨¦sar y Lucrecia. El segundo consiste en restituir la realidad hist¨®rica de la era en que les toc¨® vivir y retratar los cambios a los que asistieron, de la invenci¨®n de la imprenta y el descubrimiento de Am¨¦rica hasta la reforma luterana y la eclosi¨®n del humanismo.
La exposici¨®n se aprovecha de la eterna leyenda negra de la estirpe
Los Borgia y su tiempo se aprovecha deliberadamente de esa leyenda negra que atrae a cientos de visitantes a sus salas, curiosos por descubrir los misterios de cada personaje hist¨®rico. Si es que eso es posible, ya que su representaci¨®n cambia en funci¨®n de qui¨¦n sostenga el pincel. Fiel a sus m¨²ltiples aristas, Lucrecia es rubia platino en un lienzo y casta?a ceniza en el siguiente, mientras que el iris de sus ojos cambia de azul a marr¨®n y a gris oscuro. C¨¦sar adopta rasgos cr¨ªsticos y lacios en el supuesto retrato de juventud que le dedic¨® Altobello Melone, pero luego aparece convertido en decano de larga melena en el triple estudio que esboz¨® Leonardo da Vinci, su principal cerebro militar y que le asesor¨® en la construcci¨®n de armas, fortificaciones y presas hidr¨¢ulicas.
En las salas se acumulan ¨®leos, dibujos y esculturas de nombres como Rafael Sanzio, Mantegna, Tiziano, Bellini o incluso Miguel ?ngel, de quien el Museo Maillol exhibe una maqueta en terracota de la Piet¨¤ expuesta por primera vez y una versi¨®n desnuda del Cristo de la Cruz.
El museo Maillol re¨²ne a Leonardo, Miguel ?ngel, Rafael, Mantegna, Tiziano...
Los Borgia fueron reputados mecenas que favorecieron el auge de Roma tras el declive de la Florencia de los M¨¦dici. La sede papal se convirti¨® en capital de las artes en un mapa marcado por decenas de ciudades-estado, donde los pr¨ªncipes invert¨ªan en la pintura no por ostentaci¨®n, sino casi por obligaci¨®n. Erudito y humanista, Alejandro VI encarg¨® los frescos de los apartamentos papales a Piermatteo d¡¯Amelia y a Pinturicchio, a quien la leyenda designa como el ¨²nico pintor autorizado a entrar en las camere segrete de los Borgia, a causa de una condici¨®n que le imped¨ªa descubrir sus intimidades: era sordo.
La muestra no dilucida lo que la historia nunca ha logrado esclarecer, pero las obras expuestas reducen a la familia a una imagen m¨¢s terrenal que de costumbre. Con una ¨²nica excepci¨®n, que responde al nombre de Lucrecia Borgia. Un disc¨ªpulo de Bellini, Bartolomeo Veneto, la pint¨® con rasgos c¨¢ndidos y rollizos en 1510, antes de corregir su retrato unos a?os m¨¢s tarde, cuando Lucrecia rozaba los 40, para dotarla de una mirada letal y dejarle un seno al desnudo.
Pese a la falta de pruebas, ser¨¢ la versi¨®n rom¨¢ntica del personaje la que pasar¨¢ a la historia. Lucrecia se convertir¨¢ en la femme fatale del Renacimiento, en la encarnaci¨®n del estereotipo mis¨®gino de la mujer tentadora y en esa envenenadora irresistible que fascin¨® a Victor Hugo y Alexandre Dumas, antes de ser inmortalizada por el cine. De regreso a la ¨²ltima sala, m¨²ltiples representaciones del personaje se entremezclan para confirmarlo, de la suntuosa ¨®pera de Donizetti a la reciente novela de Dario Fo, y del manga del japon¨¦s Fuyumi Soryo al c¨®mic de Alejandro Jodorowsky, que la convirti¨® casi en estrella porno, influyendo en dos recientes series de televisi¨®n. Los primeros visitantes no dan cr¨¦dito al descubrir que todo empez¨® con un simple mech¨®n.
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