Un discreto despliegue de belleza
La saga de Pink Floyd contiene muchas historias feas, pero 'The Endless River' parece un intento de cerrar la trayectoria con una vuelta a sus esencias mel¨®dicas
Un bonito gesto, seg¨²n los incondicionales: Pink Floyd sale de su jubilaci¨®n para despedir comme il faut al miembro m¨¢s infeliz del grupo, el teclista Richard Wright, muerto en 2008. Lo hace con un disco suntuoso, The Endless River, que recupera remanentes de 1993.
Aunque tambi¨¦n podr¨ªa ser mala conciencia. En contra de su imagen buc¨®lica, los integrantes del grupo se han mostrado despiadados cuando alguno de sus compa?eros ha flaqueado. En 1968, la sustituci¨®n de Syd Barrett por David Gilmour fue inevitable: tanto LSD hab¨ªa cortocircuitado las sinapsis del visionario del cuarteto. Pero nunca le olvidaron; se ocuparon de sus necesidades materiales cuando Barrett se refugi¨® en la casa materna de Cambridge.
Algo cambi¨® en 1978, cuando vislumbraron los abismos de la insolvencia financiera. Discretamente, ya que todav¨ªa manten¨ªan ciertos aires underground, hab¨ªan dejado sus ganancias millonarias en manos de unos expertos en inversiones, Norton Warburg, que sorpresivamente anunciaron que todo se hab¨ªa perdido. Fue un robo limpio, t¨ªpico de la City.
Enfrentados a la urgencia de generar ingresos, Roger Waters impuso sus proyectos y se convirti¨® en el "cirujano de hierro" de Pink Floyd (¡°nuestro Stalin¡±, seg¨²n el baterista Nick Mason). Pudo exigir ¡ªy lograr¡ª el despido de Rick Wright, que no se hab¨ªa mostrado cooperativo durante el doloroso parto de The Wall.
Wright, que no pasaba por sus mejores momentos, qued¨® a la intemperie. Finalmente ser¨ªa contratado de nuevo como m¨²sico asalariado. Y en ese humillante papel sigui¨® hasta la grabaci¨®n de The Division Bell, en 1993, cuando Gilmour y Mason le readmitieron como miembro del grupo. Uno m¨¢s, pero no igual: su porcentaje de las ganancias era menor que el que correspond¨ªa a David y Nick. Ya hab¨ªa advertido que esta no es una historia ejemplar.
Pero result¨®: Wright recuper¨® la sinton¨ªa con sus jefes y la predisposici¨®n a crear, a colaborar, incluso a cantar. Se acumularon los descartes, fruto de improvisaciones tanto en los estudios Britannia Row como en el barco-vivienda de Gilmour.
Disculpen tantas explicaciones: ahora es cuando se complica el asunto. Esos fragmentos in¨¦ditos han pasado por cuatro encarnaciones hasta llegar al actual The Endless River. Fueron reivindicados por el ingeniero Andy Jackson, que los encaden¨® en una pieza esponjosa, bautizada como The Big Spliff (El porro grande, por si alguien ten¨ªa duda sobre su uso potencial). No aceptaron publicarlo.
Dicen que el carb¨®n puede convertirse en diamantes a la larga. En 2012, Gilmour y Mason revisaron 20 horas de grabaciones e intuyeron que all¨ª pod¨ªa haber algo. Se hizo cargo de ellas el guitarrista y productor Phil Manzanera, que lo orden¨® en cuatro bloques ("como los movimientos de una sinfon¨ªa"). Manzanera concibi¨® igualmente un desarrollo narrativo, incluyendo im¨¢genes.
Demasiado prog rock, debieron pensar Mason y Gilmour. Unos meses despu¨¦s pidieron a Youth que trabajara con los dos primeros bloques. Miembro fundador de Killing Joke, lleva d¨¦cadas haciendo m¨²sica electr¨®nica y conoce las man¨ªas de las superestrellas (graba con Paul McCartney bajo el seud¨®nimo de Fireman). Sin miedo, a?adi¨® ritmos, guitarra y bajo.
La intervenci¨®n de Youth fue la patada en el trasero que necesitaba Gilmour. Agarr¨® los mandos del proyecto y, en la pr¨¢ctica, ha elaborado un disco nuevo, esencialmente sobre los fragmentos que se conservaban del difunto a los teclados (en 'Autumn 68' se inserta un pasaje de Wright tocando el ¨®rgano del Royal Albert Hall).
Hemos conocido diversas encarnaciones de Pink Floyd. Una banda que, tras tocar blues, so?¨® una psicodelia muy inglesa y desemboc¨® en el grupo megal¨®mano de Waters, que transmit¨ªa evocaciones ¨¢speras y recriminaciones sociales. The Endless River es la cara pl¨¢cida de Pink Floyd, con sus evocaciones de viajes espaciales y vi?etas paisaj¨ªsticas. Son preciosas melod¨ªas que podr¨ªan haber encajado en Atom Heart Mother y Meddle o en los interludios pastorales de The Dark Side of the Moon y Wish You Were Here. Nada suena novedoso, aparte del clarinete oriental de 'Anisina', una aportaci¨®n del m¨²sico israel¨ª Gilad Atzmon, inicialmente convocado para tocar saxo c¨¢lido.
Est¨¢ la voz mecanizada de Stephen Hawking en 'Talkin¡¯ Hawkin', pero solo se ha construido una canci¨®n, 'Louder Than Words', la gran producci¨®n ¡ªcoro, cuerdas¡ª que cierra el disco. Con letra de Polly Simpson, esposa de Gilmour, llega la gran confesi¨®n: un reconocimiento de que Pink Floyd es/fue una banda disfuncional, incapaz de resolver verbalmente sus conflictos, pero capaz de generar m¨²sica monumental.
Nadie que alguna vez se haya conmovido con esa faceta de Pink Floyd deber¨ªa ignorar The Endless River. Otro asunto es c¨®mo comercializan esta m¨²sica que tanto les ha hecho sufrir. La portada es una nader¨ªa na¨ªf que sugiere la algodonosa est¨¦tica de la pel¨ªcula La vida de Pi; imposible creer que no hubiera una propuesta m¨¢s afilada entre las docenas de ideas que recibieron de agencias publicitarias, y de un Damien Hirst particularmente encantado con el disco.
Puedo imaginar a Roger Waters subi¨¦ndose por las paredes (pero mordi¨¦ndose la lengua, para no torpedear la lejan¨ªsima posibilidad de una reuni¨®n). No obstante, hasta Waters reconocer¨¢ la astucia para incorporar valor a?adido (la caja de lujo, con sus fotos y sus v¨ªdeos est¨¢ticos) a lo que originalmente eran jam sessions.
Vamos a decirlo finamente: The Endless River evidencia que Pink Floyd no rebosaba genialidad en 1993, aunque pose¨ªa un arte tan modesto como ¨²nico: el equilibrio entre lirismo y grandiosidad. Y, desde luego, ning¨²n grupo de space rock o ambient es tan experto en vestir y vender sus hallazgos.
The Endless River. Pink Floyd (Parlophone).
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