Colonizados, embusteros y arrepentidos
La nostalgia es un buen aliado de la pol¨ªtica editorial. Shaun Usher y Valent¨ª Puig nos recuerdan que una carta bien escrita vale m¨¢s que mil tuits
Se nota la proximidad de las fiestas por la abundancia de libros infantiles y juveniles que llegan a las librer¨ªas. Observo en la Panor¨¢mica de la edici¨®n espa?ola de libros del ministerio del ramo ¡ªde cuyos datos me f¨ªo m¨¢s que de los muy cocinados de la Federaci¨®n de Gremios de Editores¡ª que contin¨²a el descenso de la producci¨®n en este subsector de la edici¨®n: en 2013 se registraron 10.675 t¨ªtulos, un 8% menos que en 2012. Lo que m¨¢s llama la atenci¨®n es la incre¨ªble colonizaci¨®n de la literatura infantil: m¨¢s del 40% de los t¨ªtulos son traducciones, mayoritariamente del ingl¨¦s (45,6% del total), lo que resulta parad¨®jico habida cuenta de la excelente calidad de los autores e ilustradores hisp¨¢nicos. Entre los ¨²ltimos ¨¢lbumes que he recibido selecciono dos de la nueva colecci¨®n Corazonadas (Hotel Papel), que sigue fiel a su lema de publicar literatura ¡°sin guerreros ni princesitas¡±: la serie se nutrir¨¢ de libros destinados a hacer comprender a los ni?os sus propias emociones y sentimientos, y a ense?arles a lidiar con ellos. Los primeros t¨ªtulos son De vez en cuando, de la belga Anne Herbauts (de la que recuerdo el estupendo relato La peque?a tristeza, publicado hace unos a?os por Oc¨¦ano), y Los demonios caca, de su compatriota Fabienne Loodts, un aut¨¦ntico prodigio de sensibilidad y puesta en p¨¢gina acerca de ese demonio-hu¨¦sped que todos llevamos dentro y que constituye ¡°nuestro lado oscuro, nuestra sombra negativa¡±. Por lo dem¨¢s, y ya que aqu¨ª tambi¨¦n tratamos de libros juveniles, les recomiendo dos que lo fueron hace mucho tiempo y que hoy son m¨¢s bien pasto de nostalgias adultas: Mujercitas (1869), de Louisa May Alcott (Lumen), del que Elena Medel afirma con raz¨®n que se trata de un ¡°libro multiusos, a la vez despertador y m¨¢quina del tiempo¡±, y Las aventuras del bar¨®n M¨¹nchausen (1785), de Rudolf Erich Raspe (N¨®rdica, ilustrado por Javier Zabala), ese fascinante personaje viajero y embustero, al que Saturnino Calleja rebautiz¨® como bar¨®n de la Casta?a, y cuyas extraordinarias proezas (la que m¨¢s me gusta es aquella en la que, estando hundi¨¦ndose en un lago, se rescata a s¨ª mismo tir¨¢ndose de la coleta) y fascinantes trolas han hecho de ¨¦l un modelo s¨®lo superado por ciertos pol¨ªticos a los que tambi¨¦n les encanta ir de aqu¨ª para all¨¢. Y que nadie piense que me refiero al se?or Monago, por favor, a quien desde aqu¨ª deseo abrir una suscripci¨®n p¨²blica para regalarle una parab¨®lica.
Cervantina
El Instituto Cervantes, que no pasa esta temporada por su mejor momento (ni financiero ni de imagen), ha a?adido a su objetivo fundacional otro a¨²n m¨¢s ambicioso: que todos los hispanohablantes se conviertan en consumados narradores. Por eso acaba de publicar (en Espasa, claro: ?d¨®nde si no?) un estupendo ¡ªy va sin guasa¡ª manual (autor en la sombra: Mateo Coronado) para principiantes, que, con el t¨ªtulo nada enigm¨¢tico de Escribir, crear, contar, pretende suministrar claves y trucos del oficio para superar los distintos retos del escritor (incluido el bloqueo). Llevo una semana estudi¨¢ndolo y creo que por fin me siento preparado para abordar mi viejo proyecto de escribir un remake dist¨®pico y ucr¨®nico de La ceniza fue ¨¢rbol, de Ignacio Agust¨ª, con el derecho a decidir como leitmotiv de varias generaciones de barceloneses (entre las sorpresas que tengo planeadas figura un cameo de Vila-Matas arengando a los alumnos del instituto de formaci¨®n de mayordomos Nuevo Benjamenta de Sarri¨¢ y otro de Jorge Herralde en su lujoso despacho de la milanesa Via Andegari, dirigiendo Feltrinelli tras un incruento golpe de mano). Por lo dem¨¢s, no se vayan a creer que los ejemplos pr¨¢cticos proporcionados por el cervantino vadem¨¦cum est¨¢n sacados de la prosa de nuestros m¨¢s casposos escritores, al contrario: las autoridades que dan la pauta son autores como Soseki, Woolf, Ch¨¦jov, Nemirovski, Mendoza, George R.?R. Martin (el de Juego de tronos), Landero, Murakami, Capote. Lo dicho: ma?ana mismo me pongo a redactar mi saga. ?Gracias, Cervantes!
Correspondencia
La nostalgia es un buen aliado de la pol¨ªtica editorial. Cada vez comemos peor, pues vengan libros de chefs y cocinillas cantama?anas; se anuncia la desaparici¨®n del libro, pues adelante con obras elegiacas que cantan los gozos de la lectura y de las bibliotecas. La ¨²ltima tendencia se refiere al arte de escribir cartas, otra actividad en peligro de extinci¨®n merced a Twitter, WhatsApp y dem¨¢s tecnolog¨ªas de lo inmediato y ef¨ªmero. Dos libros recientes, Cartas memorables (Salamandra, selecci¨®n de Shaun Usher) y A la carta (Elba, selecci¨®n de Valent¨ª Puig), coinciden en ofrecernos sendas antolog¨ªas de ejemplos se?eros del arte de escribir misivas a cargo de famosos corresponsales. Para que recordemos que una carta bien escrita vale m¨¢s que mil tuits.
Donde-dije-digo
La reciente avalancha de informaciones acerca de corrupciones y corruptelas, de chorizadas y tarjetas black, de comisiones ilegales y viajes escasamente transparentes de nuestros pol¨ªticos rastacueros (por cierto: ?para qu¨¦ servir¨¢ la enigm¨¢tica partida ¡°indemnizaci¨®n por raz¨®n de servicio¡± ¡ªdotada con un total de 17,2 millones de euros¡ª incluida en los presupuestos para el Congreso y el Senado de 2014?) ha tenido, entre otros efectos secundarios, uno del que se habla poco. Las instituciones y organismos que hab¨ªan concedido honores a algunos de los ahora imputados (desde la condici¨®n de ¡°hijo predilecto¡± a premios, nombramientos, medallas o nombres de calles y plazas) se los han retirado ahora con cierta aprensi¨®n, como arrepentidos y deseosos de evitar el contagio. Aqu¨ª, una vez m¨¢s, deber¨ªa regir lo de ¡°santa Rita, Rita, Rita, lo que se da no se quita¡±. Tal revisionismo y donde-dije-digo-digo-diego me recuerda a aquel premio Nobel que, habi¨¦ndose separado de su primera mujer, dedic¨® a la segunda el mismo libro que, previamente hab¨ªa dedicado a aquella, en un vergonzante ejercicio de si te he visto no me acuerdo. Las instituciones deber¨ªan tener m¨¢s dignidad: no me vale que digan, por ejemplo, que cuando concedieron tal medalla a una tonadillera choriza o bautizaron una v¨ªa urbana con el nombre de tal pol¨ªtico venal, ignoraban que estaban chorizando; hab¨¦rselo pensado mejor y esperado a que los interesados estuvieran criando malvas (pushing daisies, si se tratara de anglohablantes). Como cunda el ejemplo no me extra?ar¨ªa que Peter Englund, secretario de la Academia Sueca, anunciara que la instituci¨®n anulaba retrospectivamente los premios Nobel concedidos a Knut Hamsun (1929) o a Camilo Jos¨¦ Cela (1989), en raz¨®n del entusiasmo nazi del primero o de la oportunista labor de censura, informaci¨®n y denuncia del segundo. Sin contar con que tal eventualidad supondr¨ªa un bald¨®n hist¨®rico: para un pa¨ªs con cinco Premios Nobel de literatura (incluyendo ¡ª?glup!¡ª a don Jos¨¦ de Echegaray), tama?a humillaci¨®n podr¨ªa desencadenar otro 98 que llevara definitivamente a Podemos al poder. Y a Lady Macbeth Ferrusola (el hallazgo onom¨¢stico es de Gregorio Mor¨¢n) a la presidencia de la Rep¨²blica Catalana en el exilio.
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