La trastienda de una india
Leila Guerriero descubre en el libro 'Zona de obras' las claves de su oficio
Leila Guerriero tiene cara de india, ojos de india, cabellera de india¡ No india de India ni de ning¨²n otro sitio, sino india del esp¨ªritu. Una india metaf¨ªsica, dir¨ªamos, en lucha perpetua contra los americanos. Y tampoco hablamos de los americanos de Am¨¦rica, sino del arquetipo que se desprende de las pel¨ªculas del Oeste. Los americanos de la india Guerriero son los adjetivos f¨¢ciles, los sustantivos obvios, las frases hechas, la sintaxis previsible, el orden gramatical dominante, el orden a secas. Escribe cr¨®nicas, perfiles, art¨ªculos, escribe libros como Los suicidas del fin del mundo o Una historia sencilla. Sus cr¨®nicas y perfiles est¨¢n recogidas en vol¨²menes como Frutos extra?os y Plano americano.
De Leila Guerriero, sobre todo si eres escritor, resulta dif¨ªcil leer m¨¢s de cuatro p¨¢ginas seguidas porque a la tercera te levantas ro¨ªdo por la ansiedad, dici¨¦ndote es esto, era esto. Y te vas al ordenador intentando emular uno de sus comienzos, de sus finales, lo mismo da, pero enseguida vuelves a la cuarta p¨¢gina de su libro como vuelves al cigarrillo, al vino, al Valium, al jarabe para la tos con code¨ªna. Y mientras pasas las p¨¢ginas lo ves. Era esto, era esto. Para escribir bien, tienes que ser un indio todo el rato, no puedes bajar la guardia frente a las propuestas convenidas de la Lengua. Hay que luchar tambi¨¦n contra el oficio, contra la certidumbre, contra el ritmo traidor, contra la melod¨ªa pegadiza de las vocales y la armon¨ªa f¨¢cil de las consonantes. Si te dejas llevar, al poco devienes en un americano, peor a¨²n: en el americano que vende las armas a los indios. Y t¨², en todo caso, eres el indio que las compra. T¨² eres el apache Ger¨®nimo, t¨² eres Toro Sentado, t¨² eres Wilma Mankiller, eres Nube Roja, Cochise, Caballo Salvaje¡ Como dec¨ªa aquel otro indio metaf¨ªsico de Queimada, la pel¨ªcula de Gillo Pontecorvo, ¡°si a los ingleses les conviene que viva, es que debo morir¡±. Leila, para fastidiar al ingl¨¦s que lleva dentro (todos llevamos uno), perece en cada oraci¨®n. Escribe cada una de sus frases con la cautela del suicida que sella las ranuras de las puertas del garaje antes de arrancar el motor del coche y comenzar a respirar anh¨ªdrido carb¨®nico. Las cr¨®nicas de Leila son puro CO2, te matan porque ella se ha muerto antes, escribi¨¦ndolas.
Dice Stephen Greenblatt en el pr¨®logo de El Giro que lo que le llam¨® la atenci¨®n de la primera lectura de Rerum Natura, el conocido poema de Lucrecio, era que ¡°algo estaba y se mov¨ªa dentro de las frases¡±. Tal es exactamente el secreto de la prosa de Guerriero: que algo est¨¢ y se mueve dentro de sus frases. Significa que cada oraci¨®n, con independencia de lo que diga acerca de la peripecia que describe, nos dice tambi¨¦n algo de s¨ª misma, algo del drama gramatical que se desarrolla en sus entra?as.
Y bien, ven¨ªa todo a cuento de que C¨ªrculo de Tiza acaba de publicar Zona de obras, un libro en el que Guerriero re¨²ne un conjunto de textos en los que reflexiona sobre el oficio de escribir. He dicho ¡°reflexiona¡±, pero lo que hace es ¡°contar¡±. En realidad cuenta y reflexiona a la vez porque sus reflexiones resultan narrativas, y sus narraciones, reflexivas. Gracias a esa amalgama, alcanza el equilibrio necesario entre la acci¨®n y el pensamiento. Ah¨ª vemos c¨®mo se enfrent¨® a un reportaje, c¨®mo prepar¨® un perfil, c¨®mo son las lecturas que la ponen en marcha, qu¨¦ trabajos propone a los alumnos del taller que imparte en su casa de Buenos Aires¡ En resumen, muestra su cocina proporcionando al lector un curso acelerado de escritura creativa. De escritura creativa period¨ªstica, a?adimos, ya que Guerriero no escribe ficci¨®n, nunca ha pretendido hacerlo.
?Para qu¨¦ se escribe, por qu¨¦ se escribe, c¨®mo se escribe? Tales son las preguntas a las que va respondiendo a lo largo del libro, lo que es tanto como invitarte a visitar su trastienda. Los textos de este libro se parecen a esos relojes con la carcasa de cristal, de modo que, al tiempo de darte la hora, te muestran el mecanismo que lo hace posible. Igual que los investigadores han logrado, por manipulaci¨®n gen¨¦tica, fabricar ratones transparentes, Guerriero ha conseguido mostrarnos los engranajes de sus historias. Zona de obras es, en fin, simult¨¢neamente, una po¨¦tica, un libro de relatos y una sucesi¨®n de acercamientos al proceso creativo. Por ello mismo, es tambi¨¦n un libro de misterio, una pesquisa detectivesca sobre la necesidad de narrar. En otras palabras: sobre la necesidad de leer.
Zona de obras. Leila Guerriero. C¨ªrculo de Tiza. Madrid, 2014. 244 p¨¢ginas. 19 euros.
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