Ram¨®n y Cajal, con las cartas boca arriba
Por fin se publica un epistolario del cient¨ªfico espa?ol m¨¢s importante de la historia. Las m¨¢s de 700 misivas reunidas demuestran que el Nobel no fue un milagro aislado
Han tenido que pasar 80 a?os desde su muerte para poder leer, por fin, una parte (peque?a) del epistolario de Santiago Ram¨®n y Cajal (1852-1934). Un pesimista dir¨ªa que somos un pa¨ªs sin remedio. El cient¨ªfico m¨¢s importante que hemos tenido nunca, el ¨²nico premio Nobel de ciencias espa?ol (Ochoa cuenta como estadounidense), el creador de una escuela fundamental en la ciencia espa?ola, el investigador que puso patas arriba la concepci¨®n del sistema nervioso, el cient¨ªfico cl¨¢sico m¨¢s citado en la actualidad, y aqu¨ª no se le hace ni caso. Mucha calle, mucha estatua, mucho hospital pero muy poca reflexi¨®n, muy poco profundizar en su vida y en su biograf¨ªa, muy poco saber c¨®mo y por qu¨¦ hizo lo que hizo, qui¨¦n le ayud¨®, qu¨¦ alianzas internacionales busc¨®, c¨®mo lleg¨® a ser quien fue. La publicaci¨®n del epistolario es un buen paso; ahora, falta que se haga y se publique, de una vez, el estudio cr¨ªtico de sus memorias. Desde enero de 2015 podr¨¢ hacerse sin consultar a la familia.
La publicaci¨®n del libro de cartas recogidas por Juan Antonio Fern¨¢ndez Santar¨¦n es al mismo tiempo una buena noticia y una mala. La buena es que ah¨ª est¨¢n, por fin, y se pueden leer. La mala es que han aparecido 3.510 cartas, de las que en la obra se reproducen 722, pero el autor estima, y la cifra es conservadora, que deber¨ªa haber al menos 12.000 m¨¢s, que est¨¢n perdidas y se corresponden con los periodos m¨¢s interesantes. Que del a?o del Nobel, 1906, haya solo seis es verdaderamente lamentable. Y que haya tan pocas de los primeros periodos, entre 1888, al que Cajal llama "mi a?o cumbre", y el establecimiento de la teor¨ªa neuronal, es una pena. ?Habr¨¢ m¨¢s?, ?aparecer¨¢n? "No soy optimista, pero no lo descarto. Igual que se vendieron en 1976, podr¨ªan aparecer m¨¢s", asegura Fern¨¢ndez Santar¨¦n.
Es un trabajo interesante
Los datos que ofrece el compilador son demoledores. De las 3.510 cartas localizadas, 1.381 fueron enviadas por el hist¨®logo y 2.129 recibidas. Del total, 2.035 est¨¢n en la Biblioteca Nacional, 1.301 en el Instituto Cajal y 174 en diversos lugares. Y las de la Biblioteca Nacional, cuenta Fern¨¢ndez Santar¨¦n, llegaron porque hab¨ªan sido "sustra¨ªdas" del Instituto Cajal y vendidas a un anticuario, que a su vez, en 1976, se las vendi¨® a la Biblioteca Nacional. En realidad, aunque el autor del epistolario no hace referencia a ello, la Biblioteca Nacional, que pag¨® 1.700.000 pesetas por el lote, preocupada por su posible dudosa procedencia, averigu¨® que las cartas las hab¨ªa vendido al librero el disc¨ªpulo dilecto de Cajal, Fernando de Castro, que aseguraba que era el propio Cajal quien se las hab¨ªa regalado. En todo caso, la herencia cient¨ªfica de Cajal nunca ha sido cuidada como merec¨ªa. Nada m¨¢s terminar la Guerra Civil los preparados de Cajal, las placas Petri, se reutilizaban, seg¨²n cuenta en sus memorias La¨ªn Entralgo. Y, adem¨¢s, narra la conversaci¨®n entre el mismo Fernando de Castro y Jos¨¦ Mar¨ªa Albareda, presidente del recientemente creado CSIC: "Que el Cajal se nos muere, Albareda", se quejaba De Castro. "Qu¨¦ quiere, Castro; todo en la historia se acaba alguna vez".
La obra que acaba de publicarse re¨²ne una selecci¨®n de las cartas y las divide en nueve apartados, atendiendo a su tem¨¢tica: su escuela histol¨®gica, cient¨ªficos espa?oles de otras disciplinas, cient¨ªficos extranjeros, literatos y artistas, pol¨ªticos y personalidades, instituciones, periodistas y peri¨®dicos, familiares y, por ¨²ltimo, una variada miscel¨¢nea. A cada correspondiente le antecede una explicaci¨®n, algunas un poco premiosas, con los detalles de la relaci¨®n y una peque?a biograf¨ªa, y a continuaci¨®n las cartas cruzadas entre ambos. La lista de los corresponsales es la lista de las personalidades espa?olas del primer tercio del siglo XX.
Los originales, dice el autor, se corresponden en general con los borradores de cartas que Cajal escrib¨ªa a mano con una letra "en ocasiones dif¨ªcilmente legible, cuando la encontramos en borradores elaborados presuntamente con rapidez. Adem¨¢s, estos borradores presentan frecuentes tachaduras y correcciones y a veces, pocas, se deslizan algunas erratas ortogr¨¢ficas. En algunos casos me he permitido corregir esos gazapos para evitar el uso excesivo de corchetes". Esos borradores eran despu¨¦s pasados a m¨¢quina por Irene Falc¨®n, su secretaria, que abandon¨® a Cajal para ser la secretaria de Dolores Ib¨¢rruri y a la que sustituy¨® en 1925, y hasta la muerte del hist¨®logo, Enriqueta Lewy.
Seg¨²n se profundiza en la lectura m¨¢s se echa de menos lo que falta, porque los epistolarios son ventanas privilegiadas al pensamiento y a la forma de ser de los personajes. Las cartas, que no son p¨²blicas sino privadas, muestran con frecuencia ideas y reflexiones que dif¨ªcilmente se har¨ªan si se pensase que iban a ser le¨ªdas por muchos. Entre las de cient¨ªficos, las m¨¢s abundantes, 56 cruzadas con cada uno de ellos, son a Rafael Lorente de No, otro de sus disc¨ªpulos m¨¢s notables y que gracias a la Junta para la Ampliaci¨®n de Estudios trabaj¨® en Holanda, Alemania y, posteriormente, en Estados Unidos, y al sueco Gustav Retzius, uno de sus m¨¢s queridos amigos europeos y el responsable de incluir a Cajal en la lista del Nobel.
Por ejemplo, precisamente a Lorente de No le responde en 1926, tras una felicitaci¨®n del disc¨ªpulo con motivo de un homenaje: "Estoy abrumado de cartas y telegramas y condenado a escribir mensages (sic) y discursos repletos de ret¨®rica barata". Y, tras hablar de la familia, entra en materia que es, como casi siempre con Cajal, para seguir demostrando en el mundo que su teor¨ªa es cierta: "Castro viene satisfecho de su tourne¨¦. Ha demostrado muchas preparaciones. Ha convencido a bastante gente, quebrando dogmas y zarandeando a Boeke. Estas exhibiciones de preparados son necesarias. Todos los a?os debe asistir uno de aqu¨ª a los congresos anat¨®micos para demostrar los resultados espa?oles".
La herencia cient¨ªfica de
Tambi¨¦n las cartas permiten comprobar, tal y como han se?alado algunos historiadores, que Cajal no era un milagro aislado, que tuvo maestros y ayudas. Eso lo muestra, por ejemplo, esta carta de 1922 a Carlos Mar¨ªa Cortezo, amigo y m¨¦dico, al que habla de Luis Simarro, el investigador que hab¨ªa aprendido en Par¨ªs, que fue un muy importante maestro de Cajal y con quien tambi¨¦n hay correspondencia, precisamente de Simarro, preguntando a Cajal si pensaba presentarse a la oposici¨®n de la c¨¢tedra de Madrid a la que ¨¦l s¨ª aspira. As¨ª, de Simarro le dice a Cortezo: "De su generoso magisterio guardo los mejores recuerdos (¡). Desgraciadamente, Simarro, que fue uno de mis ¨ªntimos amigos antes de las oposiciones [a la c¨¢tedra de Madrid] se apart¨® despu¨¦s un tanto de m¨ª, aunque sin romper jam¨¢s del todo v¨ªnculos de compa?erismo y confraternidad y muri¨® sin haber le¨ªdo mis Recuerdos y sin saber lo mucho que yo le veneraba y quer¨ªa. Es el fruto amargo de nuestro brutal y enconado sistema de oposiciones a c¨¢tedra".
Muchas de las cartas son, precisamente, a sus colegas investigadores de todo el mundo, lo que convierte el libro en una buena relaci¨®n de quienes en el primer tercio del siglo XX trabajaban en histolog¨ªa. Adem¨¢s, tambi¨¦n hay cartas cruzadas con instituciones de todo tipo, y entre ellas es graciosa la carta-tipo que Cajal ten¨ªa escrita de su pu?o y letra para ser enviada a las peticiones, cada vez m¨¢s numerosas, para poner su nombre a una calle: "Con ¨ªntima satisfacci¨®n he recibido la noticia de que ese ilustre concejo ha acordado bautizar con mi nombre una calle del pueblo de¡".
Dado que la mayor¨ªa de las cartas est¨¢n escritas entre 1922, el a?o de la jubilaci¨®n del catedr¨¢tico, y 1930, en todas se le trata ya con un respeto un poco distante y, con frecuencia, le escriben para pedirle favores. Por ejemplo, un conocido, farmac¨¦utico de Cartagena, le pide un favor al que Cajal contesta as¨ª: "Amigo Andreu: desde hace 15 a?os el Dr. Murillo, llegado a la c¨²spide de su carrera, no me hace ning¨²n caso. Es m¨¢s, no he podido verle. Dos o tres favores f¨¢ciles le he pedido y no he sido atendido. Sin duda mi vejez (soy casi octogenario) y mi deplorable salud han hecho que todos mis amigos me abandonen. Pero no hay que lamentarse, as¨ª es la vida y no vamos a enmendarla".
Se trata, en fin, de un trabajo interesante que nos permite ver a Cajal desde otro ¨¢ngulo. Quedar¨¢ completo cuando se publiquen, esperemos que pronto, los estudios cr¨ªticos de sus obras que a¨²n nos faltan.
Santiago Ram¨®n y Cajal. Epistolario. Juan Antonio Fern¨¢ndez Santar¨¦n. La Esfera de los Libros-Fundaci¨®n Ignacio Larramendi. Madrid, 2014. 1.396 p¨¢ginas. 39,90 euros
Los mensajes en sue?os del neur¨®logo
Adem¨¢s de las cartas, se publican tambi¨¦n ahora los sue?os de Cajal. Uno de sus ¨²ltimos proyectos, que no culmin¨®, era establecer una teor¨ªa del ensue?o. Escribi¨®, sin embargo, frases sueltas, de apotegmas a chascarrillos, sobre el sue?o y los sue?os, y de ellos podr¨ªa deducirse que le interesaba m¨¢s la calidad y cantidad de horas dormidas que lo so?ado. Padeci¨®, sobre todo al final de su vida, un insomnio pertinaz, del que habla en su ¨²ltimo libro, El mundo visto a los ochenta a?os.Lo combat¨ªa con veronal, sulfonal, fanadormo "y hasta morfina", aunque "sin caer en la embriaguez de los para¨ªsos artificiales". En todo caso, durante muchos a?os escribi¨® sus sue?os en cuartillas, asombr¨¢ndose a s¨ª mismo de lo so?ado, como todos. Esas cuartillas, seg¨²n los autores de este libro, fueron entregadas a Jos¨¦ Germain Cebri¨¢n, alumno de Cajal en la Facultad de Medicina y psic¨®logo. Germain pas¨® a m¨¢quina esas cuartillas y se las cedi¨® a Jos¨¦ Rall¨® (uno de los autores), pensando que "como psicoanalista y con trabajos publicados sobre los sue?os, estaba en una posici¨®n mejor" para interpretarlos. En total, 103 sue?os de Cajal interpretados. Con independencia de lo que cada uno crea (es cuesti¨®n de fe) sobre la interpretaci¨®n de los sue?os, no deja de ser curioso conocerlos. No era muy partidario Cajal del psicoan¨¢lisis, al que, tambi¨¦n en su ¨²ltimo libro, comparaba con la homeopat¨ªa, ni de Freud, a quien rebati¨®, aunque para los autores del libro "la aparente refutaci¨®n de Cajal ten¨ªa realmente en su base un seguimiento de la teor¨ªa de Freud". Es decir, interpretaci¨®n y fe. A. C. R.
Los sue?os de Santiago Ram¨®n y Cajal. Jos¨¦ Rallo Romero, Francisco Mart¨ª Felipo y Miguel ?ngel Jim¨¦nez Arriero. Biblioteca Nueva. Madrid, 2014. 531 p¨¢ginas. 26 euros.
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