La diplomacia del ballet
Durante el castrismo, bailarines y core¨®grafos han sido perseguidos o condenados al ostracismo
El primer ensayo serio y documentado de lo anunciado el pasado d¨ªa 17 sobre el futuro de las relaciones entre Cuba y Estados Unidos tuvo su pr¨®logo en el ¨¢mbito del ballet hace cuatro a?os y de la misma manera, al calco, que lo tuvo el inocente juego de pimp¨®n como pre¨¢mbulo al establecimiento de relaciones entre China y EE UU. Entonces corr¨ªan los a?os sesenta del siglo pasado, y la guerra fr¨ªa estaba en su mejor temperatura (hacia abajo). La autorizaci¨®n para la visita oficial a la Rep¨²blica Popular China de un equipo de jugadores norteamericanos, con bandera, puso los mimbres para que despu¨¦s llegara Henry Kissinger. El resto es historia. Ahora raquetas y pelotas han sido sustituidas por zapatillas y tut¨²s. Parece que el primero en viajar a La Habana ser¨¢ John Kerry.
Con el ballet no ha habido embargo que valga. Aisladamente, multitud de bailarines norteamericanos visitaron La Habana (especialmente notoria la llegada de Cynthia Gregory y Ted Kivitt, estrellas principales del American Ballet Theatre [ABT] de Nueva York [ABT] a mediados de los setenta). En aquella ¨¦poca, tambi¨¦n el Ballet Nacional de Cuba con Alicia Alonso al frente sorte¨® los obst¨¢culos burocr¨¢ticos y se present¨® en el Metropolitan de Nueva York. La art¨ªfice fue una mujer de grandes contactos en Washington: Jane Herman, entonces directora ejecutiva de ABT.
No hay que olvidar que la emigraci¨®n art¨ªstica en el campo del ballet m¨¢s importante despu¨¦s de la provocada por la Revoluci¨®n de Octubre en Rusia a partir de 1917 (y que dur¨® sin tregua, estalinismo mediante, hasta la ca¨ªda del muro de Berl¨ªn) es la de los bailarines cubanos, buscando libertad y su futuro profesional, todo a la vez
Pero lo que pas¨® hace cuatro a?os en el Festival de Ballet de La Habana es diferente. Por primera vez el ABT, con una veintena larga de sus artistas, viajaba oficialmente a Cuba; entre sus integrantes y como primera figura, una cubana emigrante: Xiomara Reyes, la ¨²nica tras Alonso en los a?os cuarenta que ha llegado a ese rango en la que puede entenderse como compa?¨ªa titular norteamericana. No hay en Estados Unidos un ballet nacional, y de facto, ejerce como tal el ABT, que est¨¢ fuertemente subvencionado por el National Endowment of the Arts. Para que esa visita fuera posible, hubo diversos tira y afloja, largas reuniones en Washington y se necesit¨® la autorizaci¨®n expresa de Hillary Clinton, entonces flamante secretaria de Estado de la primera Administraci¨®n de Barak Obama. El ensayo fue satisfactorio. En el estrecho y particular pero glamuroso mundo del ballet se hab¨ªa podido practicar lo que ahora cobra forma de acontecimiento hist¨®rico y global. De esta manera, lo que empez¨® con el ballet se convierte en una mullida alfombra, no se sabe si roja o azul, para Hillary Clinton o cualquier otro candidato al Despacho Oval tras Obama. No deja de ser tan significativo como parad¨®jico si tenemos en cuenta el calvario migratorio y moral que han pasado muchos bailarines cubanos.
No hay que olvidar que la emigraci¨®n art¨ªstica en el campo del ballet m¨¢s importante despu¨¦s de la provocada por la Revoluci¨®n de Octubre en Rusia a partir de 1917 (y que dur¨® sin tregua, estalinismo mediante, hasta la ca¨ªda del muro de Berl¨ªn) es la de los bailarines cubanos, buscando libertad y su futuro profesional, todo a la vez.
Los bailarines cubanos, hoy presentes en todo el orbe, que han huido en aeropuertos, atravesado fronteras en el maletero de un coche o saltado por la ventana en un hotel, son cientos, carreras que algunas fructificaron y otras se quedaron en la cuneta de la historia. No hay ninguna otra manifestaci¨®n art¨ªstica que se la pueda comparar en este avatar, sin quitar m¨¦rito o lugar a escritores, poetas, pintores y m¨²sicos. En casi seis d¨¦cadas, la crueldad de la dictadura castrista se hizo evidente en muchos casos, e incluso, su largo brazo vengativo. Uno de los casos m¨¢s notorios fue el de la primera bailarina habanera Rosario Su¨¢rez, figura principal de su generaci¨®n y sin duda la bailarina cubana m¨¢s famosa despu¨¦s Alicia Alonso, que escap¨® en Madrid durante una gira y a la que en Espa?a se le neg¨® repetidamente el asilo pol¨ªtico por las presiones ejercidas desde La Habana. Toda esta historia, en justicia, est¨¢ por escribir.
Lo cierto es que hay demasiado dolor, demasiadas muertes, demasiada sombra en ese brav¨ªo oleaje del estrecho de La Florida que se ha tragado en medio siglo a innumerables cubanos que trataban de llegar no a la sociedad de consumo, sino a la libertad. Con un intercambio de esp¨ªas y con unas escenas de ballet no se puede hacer borr¨®n y cuenta nueva. No es justo.
Babelia
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