A ver si nos entendemos
El discurso del Rey y la m¨²sica de Serrat sobresalieron en una noche marcada por el ?revival`
El Rey Felipe VI lo dej¨® claro nada m¨¢s empezar: para entendernos hemos de mirarnos, y ¨¦l mir¨® con afecto a la c¨¢mara, como si alguien, la Reina, por ejemplo, le hubiera explicado antes que s¨®lo si haces evidentes las cosas la gente puede entenderte. Fue un discurso para entendernos.
Y se le entendi¨® todo a Felipe VI en este primer discurso de su Monarqu¨ªa. En primer t¨¦rmino, se le entendi¨® (muchos dicen que no: estimo que se hallan equivocados) que hablaba de su hermana Cristina, pues ella protagoniza, como una met¨¢fora que para ¨¦l debe ser muy dolorosa, lo m¨¢s concreto de su alocuci¨®n navide?a.
La corrupci¨®n es el uso fraudulento de los dineros p¨²blicos, y en eso ella est¨¢ (presuntamente) tan implicada como lo est¨¢ (tambi¨¦n presuntamente) su marido Urdangar¨ªn. Y de eso habl¨® el Rey en seguida que apel¨® a la cercan¨ªa para ¡°mirarnos con la voluntad, con el deseo de entendernos¡±. Antes de llegar a esa herida (de la sociedad espa?ola, de su propia familia), Don Felipe introdujo algunas palabras que le fueron preparando el terreno: confianza, sosiego¡
A partir de ah¨ª el Rey se lanz¨®, frunci¨® el ce?o, habl¨® de lo ¡°i-rre-nun-ciable¡± que es esa lucha contra la corrupci¨®n, para ¡°evitar que esas conductas echen ra¨ªces y se puedan reproducir¡±. El Estado de Derecho nos salva, pues los que han metido la mano en los caudales est¨¢n (cree ¨¦l) a buen recaudo, pero hay que ¡°cortar de ra¨ªz y sin contemplaciones la corrupci¨®n¡±. Ah¨ª es donde el uso de las manos le ayud¨® a explicar mejor lo que para ¨¦l significan la palabra cortar y la palabra ra¨ªz. Erradicar la corrupci¨®n. Sin contemplaciones. Fue en el minuto 3.07 de un discurso que dur¨® trece minutos y cuyo momento m¨¢s evidente de indignaci¨®n, facial, manual, se concentr¨® entonces. De modo que no tard¨® nada en decir lo que ahora muchos dicen que no dijo.
Los reyes no est¨¢n equipados para ser concretos, de modo que nadie pod¨ªa esperar nombres propios, m¨¢s all¨¢ de los nombres propios evidentes: la Reina (que aparec¨ªa, en el atrezzo, descansando su cabeza sobre el hombro real), sus padres, sus hijas¡ Pero s¨ª puso ¨¦nfasis en conceptos que tienen realidad tangible. Cuando lleg¨® a Catalu?a se toc¨® el coraz¨®n, y dijo esa frase tan subrayada como la palabra i-rre-nun-cia-ble: ¡°Nadie en la Espa?a de hoy es adversario de nadie¡±.
Habl¨® con velocidad de Rey joven; introdujo tantos conceptos (y tantas palabras: fuerza, uni¨®n, orgullo, futuro, regenerar, pluralidad, bienestar), que cuando finalmente salud¨® en las cuatro lenguas del Estado (¡°para entendernos¡±, sin duda) parec¨ªa que acababa de empezar. Y esto, que parec¨ªa que acababa de empezar, quiz¨¢ es lo mejor que se puede decir de un discurso que hasta ahora la gente ve¨ªa con el temor de que se le enfriara la cena.
Luego vino, en la noche de TVE (y en las otras teles), una innecesaria retah¨ªla de remakes, que comenzaron (en el caso de La 1) con Ana Obreg¨®n y¨¦ndose a Miami en una atm¨®sfera m¨¢s antigua que Escala en Hi Fi. El zapeo de las cadenas me trajo de nuevo a La 1, donde Joan Manuel Serrat atrajo a sus viejos amigos y a sus nuevos amigos en una soberbia (muy bien realizada) recreaci¨®n de su Antolog¨ªa desordenada, en la que ha juntado medio siglo de canciones inolvidables. Llev¨® a humoristas (Joaqu¨ªn Reyes, Forges, Wyoming), a m¨²sicos de entonces y a m¨²sicos de ahora, y dej¨® patente (hasta cuando cant¨®, con Carmen Linares, la Saeta de Machado) esta sensaci¨®n de alegr¨ªa que ¨¦l produce aunque est¨¦ ara?ando lo m¨¢s profundo del coraz¨®n y de la memoria.
La sesi¨®n Serrat comenz¨® con una autocr¨ªtica que TVE se guard¨® casi medio siglo: aquella horterada que impidi¨® que Serrat cantara el La la la en catal¨¢n y en Eurovisi¨®n. Por Serrat, que tanto ha hecho para entendernos, merec¨ªa la pena que la cena se fuera enfriando.
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