Los felices d¨ªas de Hawking
Jane Wilde, primera esposa del cient¨ªfico, narra veinticinco a?os de matrimonio en 'Hacia el infinito'
Viendo su apariencia fr¨¢gil, con su vestido de lana azul y leotardos negros, cuesta imaginar a Jane Wilde empujando la silla de ruedas del cient¨ªfico Stephen Hawking, quien entonces era su marido, rodeada por tres ni?os peque?os. La primera esposa del cosm¨®logo ¡ªse casaron en 1965 y se divorciaron en 1990¡ª, una ling¨¹ista que hizo su tesis sobre La Celestina y que adora Espa?a hasta el extremo de preparar un gazpacho o una paella, pas¨® ayer por Madrid para promocionar su libro, Hacia el infinito. Mi vida con Stephen Hawking (Lumen), coincidiendo con el estreno en los cines de La teor¨ªa del todo. El filme, que compite por el Oscar a la mejor pel¨ªcula, se basa en esa enorme historia de superaci¨®n, cargada de batallas y de h¨¦roes cotidianos que ella ha plasmado en m¨¢s de 500 p¨¢ginas. Stephen Hawking se mueve ahora por el mundo rodeado de flashes y de reconocimientos, pero hubo un tiempo en que fue ¡°un padre feliz¡±, a quien su esposa y sus hijos ayudaban a comer (todo muy cortadito, muy peque?o), a ba?arse y a sortear bordillos, una familia con apuros econ¨®micos para comprar una lavadora, una hipoteca o superar todas las trabas burocr¨¢ticas que supon¨ªa compartir la vida con un enfermo de ELA.
?A sus 70 a?os, Jane viaja con su nuevo marido, pero mantiene una estrecha relaci¨®n con su anterior esposo y comparten veladas juntos, aunque hubo ¨¦pocas muy duras tras el divorcio. Comenz¨® a escribir el libro en 1995, cinco a?os despu¨¦s de la separaci¨®n y de que el cient¨ªfico la abandonase por una enfermera. ¡°Dej¨¦ que pasara el tiempo antes de sentarme ante el ordenador porque me sent¨ªa tan agotada, tan rendida, que hubiera escrito un relato cargado de rencor¡±, cont¨® ayer, frente a una taza de caf¨¦. Quer¨ªa detallar todo lo que quedaba oculto tras el cient¨ªfico y su ¨¦xito. ¡°Pens¨¦ que si no era yo quien narraba todo lo que hab¨ªa tras la fama, alguien con menos sensibilidad se lo habr¨ªa inventado¡±. Cuando puso punto final a su vida con Hawking, tras pasar 25 a?os juntos, sinti¨® un gran alivio, como si se quitara un peso de encima.
Desde el principio de su matrimonio, fueron un cuarteto: la f¨ªsica, la esclerosis y ellos dos. Cuando le conoci¨®, Hawking andaba a trompicones. En una de sus primeras citas, le tuvo que levantar del suelo donde acababa de estamparse, pero estaba ¡°hechizada por sus l¨ªmpidos ojos grises y su sonrisa¡±. Conoc¨ªa el diagn¨®stico de su grave enfermedad degenerativa cuando acept¨® casarse con ¨¦l y cuidarlo. ¡°No pude formar parte del movimiento de liberaci¨®n femenina. Creo que fui de las ¨²ltimas que tuvo que anteponer su familia y sus hijos a su carrera. En Cambridge, la universidad m¨¢s famosa del mundo, las madres y esposas carec¨ªamos de identidad y yo no quer¨ªa eso¡±, apunta. No fue la ¨²nica traba a la que tuvo que enfrentarse.
Si no narraba yo lo que hab¨ªa tras la fama, alguien menos sensible se lo habr¨ªa inventado¡±
La burocracia y la estrechez de miras la convirtieron en una activista a favor de los discapacitados. Adem¨¢s, Hawking era un esposo fr¨¢gil y muy absorbente. ¡°Estaba subyugada por ¨¦l; sobre todo lo que yo pensaba, ¨¦l ten¨ªa siempre una idea mejor de c¨®mo hacerlo¡±. As¨ª explica, por ejemplo, que Hawking encontrase, mientras ella hac¨ªa un examen, el tema de sus tesis: ¡°?No te das cuenta de que lo que precipita el drama es el hecho de que la vieja alcahueta Celestina rechace a P¨¢rmeno, un personaje secundario, que tiene un complejo materno respecto a ella?¡±. A justificar ese concepto freudiano aplicado a un texto de 1499 dedic¨® muchos a?os.
Babelia
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