De Cuenca al campo, veinte a?os despu¨¦s

Veinte a?os despu¨¦s, ?lvaro Fern¨¢ndez Armero podr¨ªa estar de vuelta. Etiquetado como lo que los brit¨¢nicos llaman en materia musical one-hit wonder (grupo o cantante de ¨¦xito de corto alcance, conocido s¨®lo por una gran canci¨®n o ¨¢lbum), el director de Todo es mentira, aquella fresqu¨ªsima ¨®pera prima que lleg¨® a concursar en San Sebasti¨¢n y que marc¨® a ciertos veintea?eros con un mensaje tan espont¨¢neo y complejo como c¨®mico y cotidiano (irse a vivir a Cuenca como s¨ªmbolo de mandarlo todo a tomar por culo), parece haber encontrado de nuevo el tono. O, al menos, acercarse a aqu¨¦l y a sus personajes, pero con dos d¨¦cadas m¨¢s. Las ovejas no pierden el tren recupera algunos de sus mejores di¨¢logos y situaciones y, a pesar de ligeras ca¨ªdas y de que se ve con tanta facilidad como con toda probabilidad se olvide, estamos ante su mejor trabajo tras un largo periodo de resbalones y, despu¨¦s, silencio.

Aun a riesgo de aventurarse demasiado, no es dif¨ªcil ver al propio Armero en uno de sus protagonistas, escritor y periodista en crisis creativa que, siendo veintea?ero, public¨® una ¨²nica novela de ¨¦xito. Junto a ¨¦l, en torno a la cuarentena de edad, un estupendo reparto coral que se debate entre los ni?os y la pareja, la ausencia de ni?os y de pareja, encontrar su lugar en el mundo de los adultos o rememorar la energ¨ªa juvenil.

El director sabe de lo que habla, lo expone con gracia y alg¨²n toque nost¨¢lgico (Por las noches, de Los Ronaldos, como paradigma de aquellos tiempos). Si Armero ha dejado de ser un one-hit wonder ya no depende de ¨¦l ni de la cr¨ªtica, sino de ustedes.