Rel¨¢jense y disfruten... dentro de un l¨ªmite
Todo lo que proponga Joan Matabosch en su etapa como director art¨ªstico del Teatro Real ser¨¢ examinado en comparaci¨®n con la larga sombra que dej¨® Gerard Mortier
Es injusto, nos hacemos cargo, pero todo lo que proponga Joan Matabosch en su etapa como director art¨ªstico del Teatro Real ser¨¢ examinado en comparaci¨®n a la larga sombra que dej¨® Gerard Mortier. Si nos liberamos del legado que implant¨® el complejo y atizador gestor belga y nos ocupamos del presente, a primera vista, con los t¨ªtulos de la pr¨®xima temporada en mano cabe decir que nos relajemos y disfrutemos. Eso s¨ª, sin llegar al ¨¦xtasis.
Matabosch ha logrado un equilibrio en el programa con t¨ªtulos atractivos, pero carente, en gran parte, de grandes nombres que puedan hacernos so?ar. Si con Mortier el p¨²blico madrile?o estudi¨® unas oposiciones ¡ªcon el trauma que eso pueda suponer y los desaguisados de un temario a veces brillante, a veces sopor¨ªfero y un tanto demod¨¦¡ª, el barcelon¨¦s ha decidido que disfrutemos de nuestra plaza en propiedad. No s¨®lo porque estimula y abre el abanico de abonos en la ¨¦poca menos propicia para esas costumbres en plena decadencia, sino porque las concesiones al gran repertorio se las ha ganado el aficionado a pulso.
Siete de los 16 t¨ªtulos llevar¨¢n a muchos a desembolsar el precio de su butaca
Siete de los 16 t¨ªtulos llevar¨¢n a muchos a desembolsar por adelantado el precio de su butaca. Del belcantismo ¡ªcon Roberto Devereux (Donizetti) e I Puritani (Bellini), que nos devuelve a Javier Camarena¡ª, a los verdis (Rigoletto o I Due Foscari); de La flauta m¨¢gica mozartiana al Parsifal wagneriano ¡ªque tambi¨¦n entra en programa con una rareza como La prohibici¨®n de amar¡ª, la necesidad de llenar el teatro se impone al riesgo de retar la paciencia del espectador, como ha ocurrido en pasados tour de force. Pero aun as¨ª, el desmelene existe con, por ejemplo, el estreno de Mois¨¦s y Aaron (Sh?nberg) en versi¨®n concierto, o la inquietante Brundibar, estrenada en pleno holocausto checo, ante los atemorizados ni?os del gueto de Terezin.
Donde cabr¨ªa esperar mayor apuesta es en los int¨¦rpretes. A primera vista entran en una l¨ªnea cualitativa m¨¢s que aceptable pero, salvo excepciones, la artiller¨ªa la encontramos en los conciertos y no en los montajes. Ninguna novedad epatante entre las batutas y entre los directores de escena. ?Para cu¨¢ndo Jonas Kaufmann? ?Por qu¨¦ no cortejar a Netrebko, a Bartoli o a la inmensa Anja Harteros? Ya no vale la excusa de que Mortier ten¨ªa alergia a los grandes divos. Aquello se nos pas¨®, ?o no?
Babelia
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