Raci¨®n diaria subida de tono
Todo es simple y, a la vez, maravillosamente retorcido en las provocadoras cr¨®nicas de Nelson Rodrigues
Nelson Rodrigues es un famoso dramaturgo, cronista, periodista, novelista ¡ªencubierto bajo el seud¨®nimo femenino de Suzana Flag¡ª, pol¨ªgrafo, moderado porn¨®grafo (pornografito) y futbolero. La vida tal cual es, traducida por primera vez al espa?ol, retrata los h¨¢bitos amorosos de la sociedad carioca rebanada en sus distintas clases sociales: hay piezas que ponen el foco en las clases altas; otras, en ese lumpen proletariado que no puede alimentar a sus criaturas; la mayor¨ªa de las veces el centro de atenci¨®n se sit¨²a en las clases medias. Hay escarceos interclasistas y l¨ªos endog¨¢micos. Como se?ala Cristian De N¨¢poli en su estupendo pr¨®logo, Rodrigues ¡°cuenta a su modo la crisis del matrimonio durante la primera etapa del neoliberalismo en Am¨¦rica Latina, despu¨¦s de la Segunda Guerra Mundial, en sinton¨ªa con el boom de la gran ciudad¡±. La traducci¨®n, que tambi¨¦n le debemos a De N¨¢poli, se resuelve a menudo en giros an¨®malos en nuestro idioma que, sin embargo, ilustran una de las peculiaridades estil¨ªsticas m¨¢s importantes de La vida tal cual es:el o¨ªdo perfecto para captar la lengua viva. El talante reaccionario y muy folletinesco de esta serie tal vez tiene su origen en un episodio sucedido en la adolescencia del escritor: su cu?ada Sylvia dispar¨® al hermano de Nelson en presencia de ¨¦ste. A su vez, esa misma tem¨¢tica folletinesca ¡ªfidelidad, adulterio y destrucci¨®n de la instituci¨®n familiar¡ª justifica la adaptaci¨®n de multitud de obras de Rodrigues al cine y a la televisi¨®n.
La ambici¨®n panor¨¢mica y realista, expresada en el t¨ªtulo, se contradice desde la primera hasta la ¨²ltima pieza de la serie
La ambici¨®n panor¨¢mica y realista, expresada en el t¨ªtulo, se contradice desde la primera hasta la ¨²ltima pieza de la serie: los lectores recibimos no tanto un documento de las cosas que ocurren, como la potent¨ªsima mirada de un hombre que enjuicia la corrupci¨®n y la depravaci¨®n en la pr¨¢ctica de un erotismo en el que se asienta, seg¨²n Rodrigues, la familia como pilar de la sociedad.
Nelson Rodrigues es un moralista, un ide¨®logo de la sensualidad y el matrimonio, un cronista negro al que se le ve la patita por debajo de la puerta y al que, de vez en cuando, el tiro le sale por la culata. De ah¨ª su arrollador encanto. Porque, mientras censura el peligro de los besos de lengua (sic), la maldad de las relaciones adulterinas entre cu?ados o entre las esposas y los mejores amigos del esposo; mientras esgrime un rancio c¨®digo de honor calderoniano y denuncia a las v¨ªboras, los consentidores, las mujeres que manipulan a sus maridos, los viejos que fornican con ni?as y las pre?an; mientras escribe truculentos relatos sobre el aborto como ¡®Cementerio de mu?ecas¡¯ o habla de hombres que prostituyen como castigo a sus mujeres o de hijas que aprueban que sus padres asesinen a sus madres ad¨²lteras; mientras activa viejos estereotipos y subraya el del canalla y el de la c¨ªnica con adjetivos que juzgan sin empacho las acciones de los personajes ¡ª¡°abominable¡±, ¡°infame¡±, ¡°espl¨¦ndido¡±¡ª, de forma que una se acuerda de los Desenga?os de Mar¨ªa de Zayas y de esa finalidad siempre aleccionadora del ap¨®logo en sus or¨ªgenes; mientras sucede todo esto y a ratos este escritor a esta lectora empieza a caerle muy mal, de repente, a Rodrigues se le va la mano y sus besos de lengua, su gusto por lo morboso ¡ª¡®La muerta¡¯ es un magn¨ªfico relato de terror necr¨®filo¡ª o la aparici¨®n del detalle escatol¨®gico y grotesco, a veces casi surrealista, hacen que todo alcance un significado provocador. Piezas como ¡®El pastelito¡¯, donde una cursi muere de retortij¨®n; ¡®La inocente¡¯, protagonizada por un desdentado, o el desenlace de ¡®La dama del ¨®mnibus¡¯, que en su exageraci¨®n y patetismo nos llevan a evocar escenas de Bu?uel interpretadas por actores histri¨®nicos, colocan a Rodrigues en su merecido lugar dentro de la literatura brasile?a. Los relatos provocan queriendo aleccionar y aleccionando provocan, porque la provocaci¨®n es un leg¨ªtimo instrumento did¨¢ctico. O quiz¨¢ es que en nuestro mundo las lecciones se han convertido en una provocaci¨®n.
Mientras a ratos este escritor a esta lectora empieza a caerle muy mal, de repente, a Rodrigues se le va la mano y hace que todo alcance un significado provocador
La otra caracter¨ªstica relevante, que explica m¨¢s all¨¢ de lo comentado el ¨¦xito masivo de esta serie, consiste en el m¨¦rito estajanovista de la escritura diaria: las piezas de La vida tal cual es se publicaron todos los d¨ªas, entre 1951 y 1960, en el peri¨®dico ?ltima Hora. Rodrigues escribi¨® m¨¢s de 2.000, de las que hoy nos ofrecen una selecci¨®n. El contexto de escritura proporciona las claves para entender el encanto popular de un estilo asequible: el atractivo de la fragmentaci¨®n y la concisi¨®n, la explicitud, la velocidad vertiginosa de las acciones, los finales abruptos, la pornograf¨ªa light ¡ªlo subido de tono¡ª, el laconismo de unos di¨¢logos cuajados de expresiones coloquiales de la ¨¦poca, el esquematismo de personajes y tramas que se repiten y combinan de distintas maneras, creando una confortable familiaridad para el lector. Por encima de todos estos rasgos sobresale la falta de ambig¨¹edad de una lengua literaria que se convierte en tal a fuerza de no serlo. Todo m¨¢s simple que el mecanismo de un chupete y a la vez maravillosamente retorcido.
La vida tal cual es. Volumen I y II. Nelson Rodrigues. Traducci¨®n de Cristian De N¨¢poli Adriana Hidalgo. Buenos Aires, 2012 y 2014. 431 y 425 p¨¢ginas. 19 y 18 euros.
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