Por orden del se?or buf¨®n
El c¨®mico island¨¦s J¨®n Gnarr se present¨® a las elecciones para la Alcald¨ªa de Reikiavik en lo m¨¢s duro de la crisis islandesa. Lo que nadie esperaba es que ganara. Ahora lo cuenta
Cuatro semanas antes de las elecciones, los resultados de las encuestas no dejaban ya lugar a duda: el Partido Mejor era la primera fuerza pol¨ªtica en Reikiavik (Islandia). Despu¨¦s de cada nueva encuesta, nos reun¨ªamos y celebr¨¢bamos un consejo de guerra. De alguna manera, hab¨ªa que hacer acto de presencia en la campa?a electoral sin m¨¢s demora, pero adem¨¢s ten¨ªamos que dejarnos de estupideces y aportar algo sensato. As¨ª pues, a partir de entonces, en las entrevistas yo era la seriedad y la cordura en persona. Nos turn¨¢bamos para asistir a los actos de los candidatos, en los que, seg¨²n comprobamos pronto, no te encontrabas necesariamente con electores dudosos, sino con los afiliados y simpatizantes de los distintos partidos; las cheerleaders, por as¨ª decirlo. Parec¨ªa gente completamente normal que acud¨ªa porque ten¨ªa un inter¨¦s ferviente en esos asuntos. Si alguna vez se colaba un ciudadano de a pie, estaba claro que era un tipo raro o un liante. Aquello era puro teatro.
Nos invitaban, asimismo, a reuniones de asociaciones y asambleas de grandes empresas para que nos explic¨¢semos ante los ciudadanos. Yo respond¨ªa a todo con sinceridad y esmero, pero al mismo tiempo, aprovechaba la ocasi¨®n para, entre una cosa y otra, cambiar al tono informal.
Mi mensaje era m¨¢s o menos el siguiente: ¡°Esto lo hago porque me da la gana, porque nos lo pasamos bien. Pero si salimos elegidos, nos lo vamos a tomar muy en serio y llegaremos hasta el final. Si no quieren que ocurra tal cosa, entonces elijan a los mismos de la ¨²ltima vez y yo me buscar¨¦ otro trabajo. ?Sin rencores!¡±.
Cuando se atisb¨® que el Partido Mejor iba directo a convertirse en una entidad pol¨ªtica seria, tuve por fin que conceder entrevistas con frecuencia y opinar sobre temas aburridos y complicados, como el aeropuerto nacional de Reikiavik, los jardines de infancia o diversos problemas financieros. Al fin y al cabo, todo elector tiene derecho a saber lo que piensa hacer el Partido Mejor en concreto por las personas mayores, los ni?os y dem¨¢s grupos de inter¨¦s. A m¨ª aquello me parec¨ªa m¨¢s bien un intento mal camuflado de adormecernos con el mayor de los aburrimientos. Aunque saliera bien parado, por cada respuesta surg¨ªan otras dos preguntas nuevas, a¨²n m¨¢s complicadas. Al final, tir¨¦ del freno de alarma y dej¨¦ claro que, hasta nueva orden, no iba a hacer ning¨²n comentario m¨¢s en los medios de comunicaci¨®n islandeses. Despu¨¦s de que salieran a la luz las razones de fondo de la crisis econ¨®mica, aquella ci¨¦naga de corrupci¨®n, concesi¨®n il¨ªcita de beneficios y manejo de dinero ilegal en los que estaban metidos todos ¡ªpartidos, econom¨ªa y medios por igual¡ª, hab¨ªa decidido estar disponible solo para la prensa extranjera.
Total, algo hay que inventar.
Durante esas semanas, nos pas¨¢bamos el d¨ªa de gira, de aqu¨ª para all¨¢. En todas partes se hablaba sin parar, yo sol¨ªa acudir a las reuniones sin haberme preparado y no ten¨ªa ni idea de lo que estaba pasando. El resto del tiempo, est¨¢bamos en la oficina electoral, beb¨ªamos caf¨¦ y discut¨ªamos. (...)
Yo respond¨ªa a todo con sinceridad y esmero, pero al mismo tiempo, aprovechaba la ocasi¨®n para, entre una cosa y otra, cambiar al tono informal
Los ¨²ltimos d¨ªas previos a las elecciones transcurrieron en un trance absoluto. Dorm¨ªa como mucho dos o tres horas por noche. Celebr¨¢bamos reuniones infinitas. El resto del tiempo, lo pasaba en Internet, y cuando daba cabezadas delante de la pantalla, me despertaba con un repullo porque hab¨ªa so?ado que ten¨ªa que actualizar urgentemente mi estado en Facebook. Estaba atrapado entre la honda resignaci¨®n y el p¨¢nico puro.
Poco a poco, los m¨¢s altos representantes del concejo municipal de Reikiavik hab¨ªan ido llamando a nuestra puerta porque quer¨ªan hablar conmigo y con mis colegas de partido. Todos eran pol¨ªticos instruidos y experimentados que llevaban a?os en el Ayuntamiento, algunos de ellos, m¨¢s de veinte. Yo no ten¨ªa ni idea de qu¨¦ representaba esa gente ni qu¨¦ hac¨ªan exactamente. Quer¨ªan comentar con nosotros un par de cuestiones de pol¨ªtica municipal, temas de presupuesto y finanzas, escuelas y jardines de infancia. En realidad, lo que buscaban era tantearme, averiguar lo que se iban a encontrar en caso de que yo aterrizase efectivamente en el asiento de la alcald¨ªa. Les promet¨ª que, de ser as¨ª, les mostrar¨ªa confianza y respeto, sabr¨ªa apreciar su conocimiento y su experiencia profesional, y esperaba ser correspondido.
En aquel momento, me di cuenta del asunto tan terriblemente complejo en el que me hab¨ªa embarcado y lo poqu¨ªsimo que entend¨ªa yo de este trabajo. Y, lo que era m¨¢s, lo hab¨ªa montado todo por pura diversi¨®n. Quer¨ªa hacer un par de payasadas y conocer a unas cuantas personas cool. Pero lo que hab¨ªa puesto definitivamente en marcha me ven¨ªa grande y me superaba. Me atrincher¨¦ tras el anarcosurrealismo que me hab¨ªa fabricado, aparec¨ªa en las entrevistas de televisi¨®n sin preparar, con una ropa estridente, y soltaba chorradas confusas. ?Qu¨¦ iba a hacer por la protecci¨®n de los ni?os y los j¨®venes? ?Qu¨¦ puntos clave pensaba establecer en la pol¨ªtica cultural? ?Terminar¨ªa fusionando los jardines de infancia y las escuelas de primaria, o incluso cerr¨¢ndolos? ?Subir¨ªan las tasas de los centros de d¨ªa? Preguntas todas sobre las que, para ser sincero, nunca me hab¨ªa parado a reflexionar ni un momento.
Entonces pas¨® lo que ten¨ªa que pasar: en una gran entrevista de televisi¨®n en directo, me hicieron un marcaje sistem¨¢tico. El moderador inici¨® un interrogatorio en toda regla y me hizo picadillo, mientras yo notaba c¨®mo todo mi encanto iba quedando reducido casi a la nada. Y ah¨ª estaba yo, totalmente desnudo e indefenso, por as¨ª decirlo, frente a mi adversario. Me ruboric¨¦, empec¨¦ a sudar y a tartamudear, y entonces o¨ª una voz interior que me susurr¨®: ¡°J¨®n, ?qu¨¦ haces aqu¨ª concretamente? ?En qu¨¦ demonios te has metido? ?Qu¨¦ es esto que has montado? Procura salir de ah¨ª lo m¨¢s r¨¢pido que puedas. De otro modo, esto va a ser una debacle monumental para ti, para tu familia y para tu vida entera. ?O pretendes pasarte los pr¨®ximos cuatro a?os en est¨²pidas mesas redondas, dejando que te reprochen lo tristemente fracasado que eres?¡±.
La entrevista me dej¨® por completo destrozado. Me sent¨ªa como violentado. Me zumbaban los o¨ªdos, todo daba vueltas ante mis ojos y mis pensamientos y sentimientos estaban revolucionados. Al final, me sincer¨¦ ante mi mujer y le cont¨¦ que estaba a punto de abandonar. Me dej¨® claro que pod¨ªa contar con ella, como hac¨ªa siempre que yo tomaba una decisi¨®n. ¡°Haz lo que te parezca correcto¡±, me dijo. Aquel fue el momento determinante. Mi noche de Getseman¨ª. (...)
?De verdad me apetec¨ªa pasar los pr¨®ximos cuatro a?os dedicado en exclusiva a cuestiones pr¨¢cticas y meter todo el resto de mi vida en un caj¨®n? ?Ten¨ªa de verdad ganas de invertir mi tiempo en reuniones sobre centros de d¨ªa, transporte p¨²blico de corta distancia, protecci¨®n de la juventud y planes presupuestarios? ?Me apetec¨ªa abogar por la construcci¨®n del nuevo hospital provincial en Reikiavik? ?O pasar meses poni¨¦ndome al d¨ªa sobre el funcionamiento y la gesti¨®n del aeropuerto dom¨¦stico? Lo que se me ven¨ªa encima eran casi exclusivamente cuestiones pr¨¢cticas. ?Y eso es todo lo contrario a lo m¨ªo! Yo tengo una mente creativa. Mi corriente de pensamiento es retorcida, err¨¢tica y libre. Cuatro a?os como alcalde de Reikiavik ser¨ªan para m¨ª casi como cuatro a?os en el trullo. Algo as¨ª como arrancarme del resto de mi vida y volver a plantarme en otro sitio.
Al d¨ªa siguiente se celebraba en la Universidad de Reikiavik un gran acto electoral. Por la noche, J¨®ga me envi¨® a la ba?era. Me tumb¨¦ en el agua caliente y analic¨¦ mi situaci¨®n. Estaba en mi mano. Por supuesto, todos quer¨ªan que siguiese adelante, que aguantase hasta el final, pero seguro que podr¨ªa contar con su comprensi¨®n si me rend¨ªa a pesar de ello. Pensaba en la innumerable cantidad de gente que de verdad quer¨ªa votarme. ?Iba a menospreciarlos a todos? ?Escurrir el bulto sin m¨¢s, dejarlo todo, a poco del gran final?
Y en ese momento, all¨ª en esa ba?era caliente, tom¨¦ la decisi¨®n.
Me la juego.
Lo hago.
Le cont¨¦ a J¨®ga mi decisi¨®n. Despu¨¦s, me puse en contacto con Einar ?rn y le dije que me hab¨ªa decidido. Iba a retirar la candidatura del Partido Mejor y lo anunciar¨ªa en el acto electoral. Hab¨ªa perdido el control y no me cre¨ªa capaz de hacer aquel trabajo. Einar estuvo de lo m¨¢s comprensivo y mostr¨® respeto por mi decisi¨®n.
Pocos eran de la opini¨®n de que los artistas tuvieran algo que pintar en pol¨ªtica, a lo que yo replicaba que Islandia era conocida en todo el mundo por su arte
¡ª?Que es broma! ¡ªle aclar¨¦¡ª. Ma?ana voy a decirles a todos que solo he tenido un peque?o bache, pero que ya me siento como nuevo. ?Como el ave f¨¦nix que renace de sus cenizas!
¡ª?Ahora s¨ª que van a tomarte por un completo imb¨¦cil!
Esa noche dorm¨ª de maravilla, como quien sabe que ha tomado la decisi¨®n correcta. Al d¨ªa siguiente, no le dije nada a nadie. Me mostr¨¦, cosa rara en m¨ª, serio y preocupado. Los miembros de los otros partidos dieron sus discursos electorales. Entonces lleg¨® mi turno, y empec¨¦:
¡ªAl principio, la idea me pareci¨® bastante buena. Pero despu¨¦s, la cosa se fue haciendo cada vez m¨¢s confusa, y ahora hemos perdido en cierto modo el control de todo. Yo no soy pol¨ªtico. Yo soy c¨®mico, y la pol¨ªtica no es en modo alguno mi oficio. De ah¨ª que anuncie que el Partido Mejor ha decidido retirar su candidatura a las inminentes elecciones municipales.
Se hizo el silencio. Entre los gestos de los estudiantes se extendi¨® la desilusi¨®n. Los otros candidatos se intercambiaban miradas significativas y no alcanzaban a ocultar del todo su satisfacci¨®n.
¡ª?QUE ES BROMA!
Estallaron las risas.
Expliqu¨¦ en varias entrevistas que ya iba siendo hora de que los artistas cogieran el tim¨®n en Reikiavik. Pocos eran de la opini¨®n de que los artistas tuvieran algo que pintar en pol¨ªtica, a lo que yo replicaba que, al fin y al cabo, Islandia era conocida en todo el mundo por su arte. Precisamente, nuestros escritores y artistas eran quienes nos procuraban fama y cr¨¦dito en el extranjero. Y por eso, hab¨ªa llegado el momento de que por fin las personas creativas islandesas obtuviesen el reconocimiento que merec¨ªan.
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