El mecenas del impresionismo
La National Gallery dedica una muestra a Durand-Ruel, que apost¨® por artistas como Monet
El personaje que vendi¨® ¨¦l solito m¨¢s de mil cuadros de Monet -am¨¦n de millar y medio de renoirs, centenares de degas, manets o sisleys- no responde exactamente a la noci¨®n actual de aquellos marchantes que trabajan con cifras millonarias y m¨¢s o menos sobre seguro. La apuesta de Paul Durand-Ruel (1831-1922) fue la de un grupo de pintores coet¨¢neos, ridiculizados en sus inicios por la obsesi¨®n en plasmar a pinceladas la luz y su momento, pero en quienes quiso arriesgar su prestigio y su fortuna, rozando en m¨¢s de una ocasi¨®n la bancarrota. Ese mecenas crucial en la proyecci¨®n global del movimiento impresionista protagoniza una exposici¨®n en la National Gallery de Londres, arropada por muchas de las grandes obras en las que nadie crey¨® antes que ¨¦l.
¡°Sin Durand-Ruel hubi¨¦ramos muerto de hambre. Se lo debemos todo¡±, sentenci¨® Claude Monet sobre esa figura protectora, sustento econ¨®mico y moral, siempre aleccionador a pesar de que s¨®lo pudo conocer los r¨¦ditos de su empe?o en edad tard¨ªa. Las m¨¢s de 80 pinturas que integran la muestra del Trafalgar Square hasta el 3 de mayo, reunidas gracias a pr¨¦stamos de colecciones p¨²blicas y privadas de Europa, EE UU y Jap¨®n, suponen un verdadero festival sobre el legado de los impresionistas. En su tiempo, sin embargo, suscitaron enorme controversia y llegaron a ser tildadas de ¡°insulto¡± por el academismo franc¨¦s.
Aquel at¨ªpico tratante, que hab¨ªa tomado el relevo del negocio familiar con muchas reticencias, se sinti¨® inmediatamente seducido por la espontaneidad, energ¨ªa y frescura de un novedoso colectivo de pintores. En 1872 descubri¨® dos naturalezas de Edouard Manet en el estudio parisino de otro artista y las compr¨® al instante. Acto seguido se dirigi¨® al estudio del propio autor y adquiri¨® todo lo que all¨ª vio colgado, 21 cuadros por 35.000 francos de la ¨¦poca. Este viudo prematuro, con un negocio poco boyante y cinco hijos a su cargo, asum¨ªa un gran riesgo cuando su clientela no ve¨ªa m¨¢s all¨¢ de las obras del realismo franc¨¦s.
Pero esa fue su forma de hacer las cosas desde que a?o y medio antes conociera a Monet y Camille Pisarro en Londres, todos ellos refugiados all¨ª de la guerra franco-prusiana. En una galer¨ªa alquilada en el barrio de Mayfair, se atrevi¨® a insertar entre otras piezas m¨¢s convencionales sus obras ejecutadas al aire libre, en parques, suburbios y a orillas del T¨¢mesis. Un primer tanteo que Durand-Ruel continu¨® desarrollando a su regreso a Par¨ªs, donde ampli¨® sus relaci¨®n con Edgas Degas, Alfred Sisley y sobre todo Pierre-Auguste Renoir, gran amigo y autor de los retratos de Durand-Ruel y de sus reto?os exhibidos ahora en la National Gallery.
La exposici¨®n relata casi en orden cronol¨®gico el esfuerzo del marchante por colocar esas pinturas en el mercado, utilizando los m¨¦todos del mundo de las finanzas; su compra en bloque de los cuadros de un mismo autor para organizar exposiciones en solitario, una idea entonces extra?a y muy cara. Tuvo que buscar de antemano la financiaci¨®n de potenciales compradores para que Monet pudiera concluir su serie de los ?lamos. M¨¢s de 120 a?os despu¨¦s, cinco de esos lienzos han sido reagrupados en la muestra londinense, titulada Inventing Impressionism.
Durand-Ruel ofrec¨ªa a sus protegidos algo nuevo. Aunque invert¨ªa sumas peque?as en sus obras, les pagaba salarios mensuales, sol¨ªa cubrir sus deudas y les trataba como amigos. Apenas distingu¨ªa entre su negocio y la vida personal, porque el arte que patrocinaba en p¨²blico era el mismo que le deleitaba en privado. Como esa puerta de su piso de la Rue de Rome, decorada con motivos florales por el pincel de Monet, y que reproduce la exposici¨®n.
Su fortuna cambi¨® definitivamente al aceptar, en 1886, una invitaci¨®n para exhibir a los impresionistas en Nueva York. Los americanos no se mofaron de aquella propuesta, bien al contrario, y desde Francia se tom¨® nota. Dos a?os despu¨¦s, Durand-Ruel ya hab¨ªa abierto una galer¨ªa permanente en la ciudad, a la que siguieron otras muchas con la expansi¨®n de su firma. Su nombre aparece hoy destacado entre los fundadores del mercado art¨ªstico internacional.
La culminaci¨®n del ¨¦xito vino de la mano de un gran evento en las Grafton Galleries de Londres, en 1905, la mayor exposici¨®n de arte impresionista nunca vista y que aglutinaba 315 obras. El padrino del movimiento era entonces ya un septuagenario. ¡°Y pensar que si hubiera muerto a los 60 a?os, lo habr¨ªa hecho arruinado y rodeado de tesoros infravalorados. Mi locura ha acabado siendo mi sabidur¨ªa¡±, subrayaba un a?o antes de su muerte bajo la proclama: ¡°Al final, los maestros impresionistas han triunfado¡±.
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