La cruz
Despu¨¦s de las elecciones andaluzas, el PP se psicoanaliza. Es bueno que coincida, por fecha, con la Semana Santa
Despu¨¦s de las elecciones andaluzas, el PP se psicoanaliza. Es bueno que coincida, por fecha, con la Semana Santa, y que muchos participen o sean testigos, a trav¨¦s de la sobrecargada informaci¨®n procesional que emiten nuestros telediarios, de los rigores del martirio. Para Rajoy, el m¨¢s templado de los analistas, un hombre al que los allegados consideran capaz de hervir un huevo en agua fr¨ªa, es probable que el mal resultado electoral no le provoque m¨¢s que un preguntarse por qu¨¦ la gente vota lo que vota y perdonarlos porque no saben lo que hacen. Los datos macroecon¨®micos, salvo ese pedrusco en el zapato llamado desempleo, habilitan al Gobierno para ganar de nuevo las elecciones en noviembre, aunque el margen necesariamente se reduzca tras el paseo antizapaterista de hace cuatro a?os.
Sin embargo, se han alzado cr¨ªticas autorizadas que consideran un error fomentar las portavoc¨ªas del partido y del gobierno asentadas en el sarcasmo, la agresividad y la negaci¨®n de errores. Por m¨¢s que una de las obsesiones consista en controlar los medios de comunicaci¨®n, con la legislatura en la que se han sacrificado a m¨¢s periodistas al cuchillo de un poder discreto y nada ruidoso pero contundente, y aunque el final del ciclo anuncie un cierre de filas informativo algo abochornante, la cruz con la que carga el Gobierno tiene que ver con la trama corrupta de actos institucionales, la din¨¢mica recaudatoria del partido y el expolio de s¨ªmbolos p¨²blicos como las televisiones valenciana y madrile?a.
Es en ese cruce de caminos entre los intereses particulares de cierta gente demasiado pr¨®xima que se ha hecho demasiado rica y el leg¨ªtimo reclamo de un partido por hacer campa?a alrededor de sus virtudes, donde se dirime el apego electoral de los suyos. Ciudadanos que quieren ser tratados como ciudadanos, con su puntito cr¨ªtico y su sensibilidad algo cabreada por el descaro enfermizo ante actitudes corruptas que consideran a ratos encubiertas y en otros bendecidas por el partido hacia el que profesan una simpat¨ªa tan biol¨®gica como ideol¨®gica. Nadie sue?a con un Rajoy ilusionante, porque el censo de desilusionados es mucho mayor que el de los ilusionables, pero s¨ª que aplique, alguna vez, su navaja silenciosa sobre los tumores y no sobre las alas de sus partidarios.
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