Pensamos
El intento de borrar el pasado ya sucedi¨®, y es una de las pruebas de que este no se puede abolir
Pablo Iglesias ve muy adaptables a la realidad pol¨ªtica actual las historias de Poniente, las luchas por el control del poder que centran Juego de tronos, violenta combinaci¨®n de mitolog¨ªa antigua y medieval. Tanto es as¨ª que, en Bruselas regal¨® a Felipe VI un pack de DVDs de la serie. Al profesor de Pol¨ªticas y l¨ªder de Podemos ¡ªal que una cierta cultura, como el valor, se le suponen¡ª habr¨ªa que preguntarle por qu¨¦ regal¨® Juego de tronos y no, por ejemplo, las obras completas de Shakespeare, tan superiores en complejidad, inteligencia, tramas, lenguaje. Y es que en Pensamos ¡ªhipot¨¦tico nuevo partido pol¨ªtico¡ª creemos que habr¨ªa podido ser m¨¢s interesante, por ejemplo, o¨ªr a Mortimer en Enrique lV diciendo ¡°Hay buenas perspectivas, nuestro bando / est¨¢ firme, nuestros comienzos cargados / de las m¨¢s luminosas esperanzas¡±. Y a continuaci¨®n escuchar a Enrique IV expresar su mezcla de fascinaci¨®n y miedo por la ausencia de certezas y por el caos que anuncia toda idea radical de cambios.
Mortimer y el Rey, ?hacen buena o mala pareja? He hablado ¨²ltimamente con m¨¢s de un seguidor de Juego de tronos que es partidario de la tabla rasa, de abolir de nuestro panorama pol¨ªtico todo rastro de la Transici¨®n y, olvid¨¢ndose de la eficacia que en su momento tuvo el consenso, dedicarse a levantar algo completamente nuevo. ?No es parad¨®jico ese af¨¢n de tabla rasa en quienes se cuelgan de una serie que no es nada sin el pasado, nada sin toda la parafernalia antigua y medieval? De alguna forma, me recuerdan a los loables escritores que en literatura hablan de empezar de nuevo, de volver a las ra¨ªces. Para ellos, las vanguardias hist¨®ricas aparecieron cuando se hubo consumado la profesionalizaci¨®n de los artistas, y se hizo inaplazable la tabla rasa.
Se hizo inaplazable, s¨ª, pero la fantas¨ªa de abolir por completo el pasado, tal como recuerda Borges en Nathaniel Hawthorne, ya fue ensayada en China, con adversa fortuna, tres siglos antes de Cristo, cuando el ministro Li Su propuso que la historia comenzara con el nuevo monarca, que tom¨® el t¨ªtulo de Primer Emperador. Para acabar con el pasado, se orden¨® la quema de todos los libros, y cuantos se resistieron a la absurda idea fueron ejecutados por desobedecer las ¨®rdenes imperiales. Fueron tantos los muertos que en invierno crecieron melones en el lugar donde los hab¨ªan enterrado.
En la Inglaterra de mediados del siglo XVII, cuenta el doctor Johnson, ese mismo prop¨®sito de la tabla rasa resurgi¨® entre los puritanos y en uno de los parlamentos populares convocados por Cromwell se propuso que se quemaran los archivos de la Torre de Londres, que se borrara toda memoria y que el gran ciclo de la vida recomenzara.
A la vista de estos datos, puede verse que el intento de abolir el pasado ya sucedi¨® en el pasado y, parad¨®jicamente, es una de las pruebas de que ¨¦ste no se puede abolir. Por tanto, concluir¨ªa aqu¨ª Borges, el pasado es indestructible, pues tarde o temprano vuelven todas las cosas, y una de las que precisamente vuelven es el proyecto de abolir el pasado.
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