Sexo interior izquierda
Patricia Jord¨¢ estrena un espect¨¢culo sobre el deseo, el cortejo y la consumaci¨®n
Desde Alonso de Santos hasta Ang¨¦lica Liddell, pasando por Ana Gracia, larga es la n¨®mina de c¨®micos y de autores teatrales licenciados en psicolog¨ªa. Patricia Jord¨¢, actriz con mucho hot (parafraseando a Julio Delgado, autor de Woman del Callao) y sex¨®loga a media jornada, le ha sacado un partido excelente a su segunda profesi¨®n en este su debut como autora. En Vooyeur (con dos oes como dos ojos), Jord¨¢ hace al espectador testigo de los galanteos y de la consumaci¨®n de los amores de cinco parejas a lo largo de otras tantas escenas que suceden en lugares diversos del teatro, camerinos incluidos, a los que el p¨²blico, dividido en grupos, es conducido por sendos edecanes de Eros.
Vooyeur
Autora: Patricia Jord¨¢. Int¨¦rpretes. Carmen del Conte, Alda Lozano, Yban Malo¡ Director: Luis Andr¨¦s. Madrid, Teatro Galileo. Hasta el 31 de mayo.
Como en las pel¨ªculas de episodios, el tema sustituye aqu¨ª al hilo argumental. En la primera escena, teatro dentro del teatro, la pasi¨®n del Amante y de su Amada, protagonistas de El cantar de los cantares (Carmen del Conte e Yban Malo, en su salsa ambos), se entremezcla con el deseo que sienten los int¨¦rpretes que lo est¨¢n ensayando en la ficci¨®n dentro de la ficci¨®n. En la escena siguiente, que acontece en la oscuridad de un recoveco del teatro ante un grupo de espectadores reducido, prende como reguero de p¨®lvora un deseo mutuo agazapado bajo una amistad; en la siguiente, una pareja contrata los servicios de un prostituto¡
Las cuatro actrices interpretan sus papeles desde su propia sexualidad, femenina, expansiva y un punto enigm¨¢tica: sus personajes llevan la iniciativa o son el motor de la acci¨®n. Los actores trabajan desde el deseo masculino, m¨¢s evidente siempre, y sus personajes tienden a ir a remolque de los de sus compa?eras. La ¨®ptica de Jord¨¢ resulta muy sugestiva en este universo nuestro donde el var¨®n sigue siendo qui¨¦n dicta el discurso dominante sobre el deseo, el sexo y la gastronom¨ªa, que tanto tiene que ver con la er¨®tica, como demuestra en t¨¦rminos pr¨¢cticos La Editora (a quien Marta Flich, su int¨¦rprete, convierte en hechicera vegana) durante su escena con El Autor (Mario de la Rosa, transmutado en colibr¨ª incipiente).
La funci¨®n est¨¢ escrita con donaire, dirigida con vis sensual por Luis Andr¨¦s y resuelta con gracia por todo el elenco. En la escena de cibersexo, Carmen del Conte se desenvuelve como si nadie la estuviera mirando. En la escena del tr¨ªo, Alda Lozano es nitroglicerina pura con la mecha prendida y portentosa bisagra humor¨ªstica, Jos¨¦ Ygarza borda el giro emp¨¢tico del gigol¨® y Rodrigo Ram¨ªrez representa resueltamente el papel de marido inapetente. El espect¨¢culo funciona francamente bien a medio aforo: cabe la duda de si llenando (con menos intimidad por tanto) correr¨¢n con igual intensidad las escenas de gabinete. En la segunda funci¨®n, para el p¨²blico que hubo de esperar sentado al que se fue de excursi¨®n, las transiciones se hicieron largas: conf¨ªo en que eso se corrija. Un pel¨ªn redundante, el breve ep¨ªlogo de Lilit, esposa fugitiva de Ad¨¢n seg¨²n el Yalqut Reubeni.
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