Crecer sin palabras
Explotada de ni?a, Emma Reyes reconstruye c¨®mo fue su salida de ese pudridero
Emma Reyes fue una pintora colombiana que residi¨® en Italia y Francia. Tuvo amigos celeb¨¦rrimos como Moravia, Sartre o Pasolini, y protegi¨® como una madre a artistas del otro lado del oc¨¦ano que recalaron en Europa. Hasta ah¨ª todo parece normal. Lo sorprendente es que una mujer analfabeta hasta la juventud, criada en un cuartucho, malnutrida, golpeada con una bota, abandonada como un animal, explotada laboralmente en un convento durante quince a?os, pudiese escapar del pudridero de la infancia y convertirse en la mujer que fue. Diego Garz¨®n, en el ep¨ªlogo, resuelve los interrogantes de la vida de Emma que surgen al hilo de la lectura de estas cartas, en las que la artista reconstruye sus or¨ªgenes para Germ¨¢n Arciniegas. M¨¢s all¨¢ de la cr¨®nica negra o amarilla, lo que impresiona de Memoria por correspondencia es su resoluci¨®n literaria: la escritura de una mujer que bordaba para las monjas y a la que quiz¨¢ las habilidades del bordado ¡ªdibujar sobre el lienzo, traspasarlo con la aguja, combinar colores, conseguir que lo invisible del reverso sea tan pulcro y potente como lo visible¡ª le sirvieran para narrar una ni?ez en las ant¨ªpodas del para¨ªso perdido, Nunca Jam¨¢s o las infancias imperiales de un primer mundo donde la insalubridad en la educaci¨®n adquiere acepciones distintas a las de la infancia de Reyes. Ella fue una ni?a vieja, que miraba alrededor con consumidas chispitas de alborozo, desde la puerilidad de quien a¨²n no conoce el significado del lenguaje: no saber del mundo ni de sus nombres, despu¨¦s de quince a?os de clausura, se traduce en una forma de lengua insuficiente, caracterizada por su fibra po¨¦tica, que recrea una peculiar experiencia de conocimiento. Como en los Recuerdos recobrados, de Kiki de Montparnasse, otra mujer que parti¨® de una ni?ez traum¨¢tica. El estilo no es espont¨¢neo, sino que destila lucidez en el forzamiento que supone ¡°empingorotarse¡± en la actitud de la escritura logrando recrear la atm¨®sfera de misterio de quien vive sensaciones cuyos nombres ignora: el efecto encantador de lo intuido recubre lo s¨®rdido sin suavizarlo. Es m¨¢s, lo subraya: el tremendismo que se naturaliza por costumbre ¡ªabandono de beb¨¦s, desgajamientos, cuchilladas, cachorrillos envenenados¡ª se convierte en herida en la conciencia del lector. En la mezcla de g¨¦neros autobiogr¨¢ficos, la simplicidad de la voz infantil es un complejo mecanismo que funde las edades ¡ªinfancia, juventud, madurez¡ª incluyendo la figura del receptor de las cartas y la mirada de la hermana mayor que, poco a poco, se evapora.
El libro denuncia un sistema religioso de acogida donde Reyes, con tono de novela picaresca, subraya la explotaci¨®n de p¨¢rvulas pobres a quienes se inocula el miedo como instrumento de control. Tambi¨¦n dibuja un mundo de mujeres violentadas por ricos oligarcas que las llenan de bastardos. Aqu¨ª funcionan todas las oposiciones dial¨¦cticas imaginables: rico/pobre; hombre/mujer; indio/blanco; ni?o/adulto. Emma encarna todas las debilidades, a las que se suma el estigma f¨ªsico de la bizquera que las monjas corregir¨¢n por medio de un artilugio que la autora describe con un sentido del humor en el que radica su fuerza vital y su impulso para sobrevivir. El humor se subraya al abordar el tab¨² del sexo: la conversi¨®n de sor Mar¨ªa en el diablo expresa on¨ªricamente el miedo pecaminoso al lesbianismo; sobresale la carta 21, donde la aproximaci¨®n er¨®tica consiste en la conexi¨®n de un ojo con otro ojo a trav¨¦s de un agujero. El ojo de un tuerto y una bizca. Incluso Bataille se sentir¨ªa turbado.
Memoria por correspondencia puede interpretarse como una l¨ªrica defensa de los d¨¦biles, de criaturas que sobreviven entre la precariedad alimentaria ¡ªpanela, mogolla¡ª y la afectiva. Esta ¨²ltima se plasma en juegos con mu?ecos que simbolizan masculinos seres de barro a los que idolatrar o hermanos que no existen. Emma juega a quedarse quieta dentro de un horno ¡ªmuerta en vida¡ª para defenderse del cachete o para buscar calor, un seno materno pre?ado de extra?as connotaciones: en la idea de maternidad se fusionan la clemencia y el rencor hacia una mujer que tal vez no es la madre o tal vez no merece ese apelativo. La madre es el secreto de no nombrarla; lo innombrable que, en su abyecci¨®n, es sagrado y que, pese a todas las violencias, se echa de menos y se encubre porque quiz¨¢ la narradora se compadece de todas esas mujeres sin defensa en una sociedad hostil. El ausente absoluto es el padre. Pese a la brutalidad de la mujer que cuida de ella ¡ª?madre?, ?cuidadora?, ?cuidar es golpear?, ?el cuidado est¨¢ dentro del concepto madre?¡ª, Emma teme los cambios: necesita de esas rutinas sin las que a los ni?os se les hace dif¨ªcil crecer. Pero se puede crecer sin madre, la metamorfosis llega indefectiblemente y, en la imagen final, un perro flaco le huele el culo a otro perro. Mientras leemos esta Memoria por correspondencia, los lectores tambi¨¦n crecemos a golpes. Y sonre¨ªmos.
Memoria por correspondencia. Emma Reyes. Pr¨®logo de Leila Guerriero. Libros del Asteroide. Barcelona, 2015. 211 p¨¢ginas. 17,95 euros.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.