V¨ªa muerta

Empezando por el metaf¨®rico que provocan los vocablos de los t¨ªtulos de los estrenos del Ballet Nacional de Espa?a [BNE], hay que buscar aliento y refugio despu¨¦s de ver el rumbo que toman las cosas en la compa?¨ªa titular espa?ola. Es como si un desatinado vendaval que va de lo est¨¦tico hasta lo ¨¦tico estuviera azotando al conjunto; de lo est¨¦tico fundamental de la danza ra¨ªz a la ¨¦tica formalista que idealmente rige el canon de la especialidad. Y lo de formalista aqu¨ª no es peyorativo, sino todo lo contrario. Puede explicarse desde distintos ¨¢ngulos: la formalidad es parte de los estilos, sus desinencias y sobre todo, estante patrimonial.

Las l¨ªneas de actuaci¨®n en cuanto art¨ªsticas ser¨¢n siempre responsabilidad primera del director nombrado por el organismo p¨²blico, en este caso el Inaem, lo que no exime al ente rector de ser parte y de una cierta responsabilidad ¨²ltima en lo que se ve. Una cosa es la independencia en el proceder profesional del artista y otra muy distinta es abandonar al nombrado a los leones de las circunstancias, a sus propias quimeras y al albur de un plan de intenciones que a todas luces no se cumple o simplemente se salta a la torera. El nuevo programa del BNE es err¨¢tico, confuso y personalista, a mayor gloria de afianzar la personalidad del director. Como parece que la danza espa?ola tropieza cien veces con la misma piedra (ya sea verde, ya sea lunar), es como si no se escarmentara ni se tomara nota de la experiencia. Mencionar a Antonio Ru¨ªz Soler o a Pilar L¨®pez en las notas al programa no es ni siquiera consuelo de tontos. Hay que luchar por la verdad que ellos inculcaron.

¡°Alento¡± tiene la din¨¢mica efectista de una revista de cabar¨¦ o de entretenimiento, sin fondo, con una presentaci¨®n ampulosa y abigarrada, un traj¨ªn de masas abusivo y simpl¨®n. En escena hay buenos bailarines. Nadie lo duda, muy preparados y con garra. El problema es verles a trav¨¦s de un material coreogr¨¢fico que no es bueno ni facilita el lucimiento, el destaque de individualidades de acuerdo a los valores de cada cual, hasta el punto, de que una cierta incomodidad se trasluce en sus caras; est¨¢n cumpliendo con su deber, funcionan bajo una disciplina que comparten, pero su propio instinto les dice que aran en el mar, que est¨¢n en una v¨ªa muerta.

Ning¨²n despliegue de aparatolog¨ªa tecnol¨®gica tapa la falta de solvencia y poso cor¨¦utico que acusa Najarro, refugiado en los modestos hallazgos de sus primeras piezas de debutante, su filia coral y su obsesivo tratamiento en forzado canon repetitivo. Lo extempor¨¢neo de ciertas figuras ajenas a la danza espa?ola no aporta nada nuevo, no fomenta un nuevo lenguaje, no estiliza lo existente, no deriva hacia una voz propia. Valorar, por ejemplo, la secci¨®n cuarta de su pieza (titulada ¡°Acecho¡±) y catalogada por el p¨²blico como un homenaje a Michael Jackson, se escapa de los l¨ªmites de una cr¨ªtica de danza.

La segunda parte termina de enfriar al espectador. ¡°Zagu¨¢n¡± no cuaja como plato mixto, a pesar de contar con un solo aportado por Blanca del Rey (ya volveremos por el asunto de la agria pol¨¦mica desatada alrededor de la paternidad de la obra de marras) y bailado con garra y buscando un camino suyo por Esther Jurado, esa ya m¨ªtica ¡°Sole¨¢ del mant¨®n¡± que quiz¨¢s resulta demasiado larga, pero sin dudas es lo m¨¢s asentado. La escenograf¨ªa de Emilio Valenzuela es un quiero y no puedo como de fin de curso amateur, muy pobre y el vestuario de Yaiza Pinillos con su profusi¨®n de tejidos diversos en peso, textura y matiz provoca un abarrocamiento excesivo todo gratuidad hasta llegar a tapar el baile. Entre los bailarines, destaca el arrojo de Jos¨¦ Manuel Ben¨ªtez, venal y preciso, dando todo en su parte de la Guajira y Milonga ideada por Flores. Notorias las voces de los cantaores invitados Sebasti¨¢n Cruz y Jes¨²s Corbacho.