Verle todav¨ªa es un acontecimiento
Adicto a los escenarios, pocas son las plazas espa?olas que le quedan por visitar a Bob Dylan, pero en contadas ocasiones se habr¨¢ encarado a una audiencia como la acomodada anoche ante el gran escenario emplazado en las escalinatas del palacete real del Festival Jardins de Pedralbes, en Barcelona. Con las localidades premium a 350 euros, muchos dylanitas han optado por viajar a otras capitales donde tambi¨¦n act¨²a. Por edad, es natural que quien cantaba en los sesenta a una revoluci¨®n generacional pendiente, hoy ejerza de trajeado crooner, lejanos los tiempos de bohemia, ante una audiencia sin agobios a fin de mes. Rememorando al joven iconoclasta de Like a Rolling Stone, sorprende tanto lujo.
El escenario oscurecido, la banda dispuesta y el cantante presente ante el micr¨®fono. Sin guitarra. Arranca Things Have Changed, suave y ¨¢spera a la vez, con ese rumor de la m¨²sica americana de ra¨ªces esparci¨¦ndose por una sofocante noche estival, puntuada por las elegantes guitarras el¨¦ctricas de Charlie Sexton y Stu Kimball, sostenida en el bajo de Tony Garnier y la bater¨ªa de George Receli, entonada por una estropajosa, magn¨¦tica voz. Una voz que parece haber vivido mil a?os, que dice las canciones a contrapelo, certera en su excentricidad tonal, r¨ªtmica. A continuaci¨®n, una irreconocible She Belongs to Me, una sentida Workingman¡¯s Blues #2 y los saltarines ecos de la Gran Depresi¨®n que trae Duquesne Whistle, record¨¢ndonos que cuanto m¨¢s se aproxima el futuro, m¨¢s lejos viaja Dylan hacia el pasado.
La banda ronronea densa, punzante cuando as¨ª lo requiere el tema; otras veces, se despliega sutil, variada en matices. El repertorio lo sustentan sus obras del nuevo milenio, que han reavivado las brasas de su inmenso talento para asimilar la cultura popular en correoso rhythm and blues y baladas de senectud, con poderosas revisiones de Pay in Blood, Forgetful Heart o una descorazonadora Long and Wasted Years. Picotea en los cl¨¢sicos, desmenuzados y reconstruidos; Tangled Up in Blue, Simple Twist of Fate o un Blowin¡¯ in the Wind sentado al piano, por capricho m¨¢s que pleites¨ªa. Y promociona el ¨¢lbum dedicado a Sinatra con Autumn Leaves.
Son los momentos m¨¢s acordes con ese p¨²blico en las primeras filas, que aplaude cada nuevo y transmutado tema como si lo reconociese. Asisten quiz¨¢s sin saberlo a la genuina refundaci¨®n en tiempo real de un amplio espectro de la m¨²sica norteamericana de posguerra. Domina extra?amente la escena, pese a su actitud entre ausente y dilecta, una enjuta figura tocada con sombrero que, a¨²n arrastrando las abultadas redes de un pesado acervo, se resiste a la nostalgia, sigue inventando. Verle es todav¨ªa un acontecimiento.
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