La risa del asesino
¡®La mirada del silencio¡¯, segundo documental de Oppenheimer sobre la masacre de 1965 en Indonesia, indaga en el sufrimiento de las v¨ªctimas
Un hombre mira a la c¨¢mara, tumbado en el sof¨¢ de su casa. ¡°Lo estrangul¨¦ as¨ª¡±, dice, mientras reproduce el gesto que acab¨® con su v¨ªctima. ¡°Lo destrip¨¦¡±, a?ade. Y se r¨ªe.
Amir Hasan e Inong pasean cerca del r¨ªo Serpiente, en Indonesia. Uno se agacha y el otro muestra c¨®mo se podr¨ªa cortar de un solo golpe la cabeza de un hombre con un machete. Lo sabe porque lo hizo. Decenas de veces. Luego se le daba una patada, y el cuerpo ca¨ªa a las aguas del Serpiente, cuenta. Ambos se r¨ªen.
Hay decenas de secuencias m¨¢s que resumen el viaje al infierno que supone el documental La mirada del silencio, estrenada el viernes en Espa?a. El filme del tejano Joshua Oppenheimer es la continuaci¨®n del aplaudido The act of killing, y representa el regreso del cineasta a la matanza que acab¨® con m¨¢s de un mill¨®n de vidas en Indonesia entre 1965 y 1967. En el primer largo, Oppenheimer entrevistaba a varios verdugos para entender c¨®mo pod¨ªan llevar su pasado sin arrepentimiento. La mirada del silencio retoma ese relato pero coloca frente a los asesinos a Adi Runkun, un ¨®ptico cuyo hermano fue eliminado a la saz¨®n, para mostrar el sufrimiento de quienes sobrevivieron.
Para entender ambos filmes es necesario un repaso a una historia poco conocida en el mundo y escondida en la propia Indonesia. De hecho, solo a ra¨ªz de The act of killing se empez¨® a hablar de ello. Tras un intento fallido de golpe de estado, en 1965 se desat¨® una locura anticomunista que llev¨® a liquidar f¨ªsicamente a cualquiera que pudiera ser tachado de rojo. Cientos de ciudadanos se sumaron voluntariamente a la aniquilaci¨®n, en busca de poder y dinero, a la vez que EE UU y Reino Unido apoyaron tama?o delirio. Hoy la historia oficial los recuerda como h¨¦roes, los ni?os aprenden sus gestas en la escuela y tanto los verdugos como las v¨ªctimas callan porque, como repiten en la pel¨ªcula, ¡°el pasado est¨¢ pasado¡±.
¡°Los supervivientes lo dicen por miedo. Y los perpetradores [Oppenheimer los llama as¨ª] como amenaza. Pero el pasado no ha pasado, de hecho es el presente¡±, asevera el director, en conversaci¨®n telef¨®nica. Por eso Oppenheimer ha estado 10 a?os rodando charlas con los asesinos, sus recreaciones de los cr¨ªmenes que cometieron, sus motivaciones y, desde 2008, tambi¨¦n el periplo de Adi Runkun en busca de respuestas y comprensi¨®n. ¡°La impunidad es el sujeto de ambas pel¨ªculas¡±, remata el director.
Porque muchos de aquellos verdugos ocuparon y ocupan puestos de responsabilidad en las altas esferas de la administraci¨®n indonesia. Ninguno ha pedido disculpas ni mucho menos pagado por lo que hizo. De ah¨ª que Amir Hasan e Inong se sientan libres de explicar ante la c¨¢mara c¨®mo asesinaron a Ramli, el hermano de Runkun. Pese a las cuchilladas que le clavaron, Ramli consigui¨® arrastrar sus entra?as hasta su casa. Sin embargo, al d¨ªa siguiente sus verdugos volvieron a por ¨¦l. A su familia dijeron que le llevar¨ªan al hospital. Pero lo subieron a un cami¨®n con otras v¨ªctimas, condujeron hasta el r¨ªo Serpiente, le cortaron el pene y abandonaron su cad¨¢ver a la corriente.
Impasible ante la c¨¢mara, Adi Runkun escucha el relato de c¨®mo muri¨® su hermano. La mirada del silencio mezcla im¨¢genes de su protagonista visionando las grabaciones de los verdugos con las propias charlas que ¨¦l mantiene con ellos. Runkun visita a Inong, que a sus 72 a?os apenas es capaz de explicar por qu¨¦ mataban a los comunistas y desvela su secreto para no volverse loco tras tantas matanzas: ¡°Beber la sangre de mis v¨ªctimas¡±. Y cuando Adi se enfrenta a Amir Siahaan, l¨ªder del kommando que mat¨® a su hermano, lejos de pedir disculpas este le acusa de ¡°actividad comunista¡±.
¡°Todo perpetrador del filme est¨¢ huyendo de una nube de culpabilidad que lo sigue all¨¢ adonde vaya. No fueron obligados a hacerlo, sino que participaron en una din¨¢mica de grupo. Da miedo reconocerlo, pero tenemos que aceptar que no son monstruos, sino humanos¡±, relata Oppenheimer. Entre tantos aplausos, el cineasta ha sido acusado de una postura acr¨ªtica hacia sus entrevistados. ?l se defiende as¨ª: ¡°El filme te lleva a empatizar con todos, pero no a simpatizar, que es otra cosa. Y ni por un solo segundo se te olvida lo que hicieron. Intentar comprenderlos como humanos asusta m¨¢s porque significa que nosotros tambi¨¦n podr¨ªamos hacerlo¡±.
El director cita a Primo Levi ¨C¡°los monstruos existen, pero son demasiado pocos para ser realmente peligrosos¡±-, explica las muchas precauciones que afrontaron durante el rodaje ¨Cun indicio: los t¨ªtulos de cr¨¦ditos est¨¢n repletos de "an¨®nimo"- y las huellas que le han dejado ambos filmes. Oppenheimer acab¨® llorando detr¨¢s de la c¨¢mara, y sufri¨® ocho meses de insomnio y pesadillas en la que su familia era asesinada.
Hoy el cineasta asevera que su misi¨®n en Indonesia ha terminado. Ya ha conseguido romper el silencio. El primer pase de The act of killing en Indonesia se realiz¨® en secreto, pero la candidatura del filme al Oscar sac¨® a la luz su historia y oblig¨® hasta el Gobierno a reconocer los cr¨ªmenes cometidos en los sesenta. La mirada del silencio se ha podido estrenar en condiciones normales, con la presencia de Adi Runkun, y pronto estar¨¢ disponible online en el pa¨ªs. Para acceder a millones de personas. Para contarles de una vez que el pasado no ha pasado.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.