La ceguera interior

En una de las mejores secuencias de la espl¨¦ndida Oslo, 31 de agosto (Joachim Trier, 2011), los an¨®nimos personajes terciarios que acompa?aban al protagonista en una cafeter¨ªa iniciaban en su cabeza y en su mirada una serie de di¨¢logos que describ¨ªan sus deseos y sus carencias, sus odios y sus anhelos, como una suerte de voz en off proyectada hacia sus conciudadanos que acababa conformando el colectivo emocional de una ¨¦poca asociada al fracaso y a las carencias. Aquella secuencia estaba escrita por Skil Vogt, guionista habitual de Trier, que en Blind debuta en la direcci¨®n con una obra que hace de este gran momento de cine su c¨®digo dram¨¢tico esencial al narrar, m¨¢s que la existencia de una mujer que se acaba de quedar ciega, sus proyecciones mentales y sus pasiones reprimidas a trav¨¦s de una voz en off casi perpetua.

De narrativa poco convencional, saltando una y otra vez de la realidad al deseo, con sucesivas minielipsis en el continuo de la secuencia y una puesta en escena que se aparta de los habituales encuadres, dejando recorrer el objetivo de la c¨¢mara por los lugares alrededor del cuerpo de la invidente del modo m¨¢s ins¨®lito, Blind invita al espectador a una experiencia sensorial fascinante, aunque nada f¨¢cil, pues lo coloca continuamente en un lugar tan inc¨®modo que puede sentirse incluso a un paso del desvar¨ªo.

Una sensaci¨®n en la que incide Vogt acudiendo a diversos juegos de sonido que articulan el tr¨¢nsito vital entrecortado de la mujer, desplegando as¨ª fuera de la pantalla algo que no es explicable ni palpable: la ceguera. Y, como en Oslo, 31 de agosto, el relato no habla ¨²nicamente de la soledad de un ser humano, sino de una cierta tristeza l¨ªmpida alojada en una sociedad en apariencia feliz e impoluta pero en realidad aislada.