La verdad, esa gran versi¨®n
La alianza entre realidad y literatura es un matrimonio tan fr¨¢gil como fantasioso. Tres grandes de las letras, J. M. Coetzee, Janet Malcolm y David Shields, reflexionan sobre ello
?Verdad o versi¨®n? La alianza entre realidad y literatura, entre lo vivido y lo contado, es un matrimonio tan inquebrantable como tambaleante. Y fantasioso. ?O acaso alguien puede poner la mano en el fuego por la autenticidad de un recuerdo, de una historia, o por la originalidad de una frase, una trama, una obra? Las sensaciones pueden ser dignas de creer, y ni con esas, pero los episodios de la vida propia y ajena trasladados al ISBN pueden ser espejos c¨®ncavos de los que no hay que fiarse. Las razones ¨²ltimas de la creaci¨®n est¨¢n, o pueden estar, en la deformaci¨®n.
Tres escritores en may¨²scula y una l¨²cida psic¨®loga reflexionan desde distintos puntos de vista sobre la verdad y la literatura en sendos libros imprescindibles para frikis de un g¨¦nero minoritario, s¨ª, pero irresistible: la escritura sobre la escritura. Sobre el arte, sobre los motores de la creaci¨®n. Son: Cuarenta y un intentos fallidos, de Janet Malcolm (Debate); El buen relato, que recoge un intenso debate entre el Nobel de Literatura J.?M. Coetzee y la psic¨®loga Arabella Kurtz (Literatura Random House), y Hambre de realidad, de David Shields (C¨ªrculo de Tiza). A trav¨¦s de estilos y g¨¦neros dispares, pero todos situados en el terreno de la no ficci¨®n (reportajes, correspondencia y una colecci¨®n de tesis y aforismos), los cuatro autores miran hacia el interior de s¨ª mismos o de sus personajes en busca de algo tan dif¨ªcil de agarrar como el modo y la raz¨®n por los que, en medio de la confusi¨®n, escribimos, pintamos, creemos en el arte.
¡°No existe lo real como algo acordado; solo hay versiones de la realidad¡±, responde David Shields (Los ?ngeles, 1956). ¡°Me interesan la escritura y la lectura como una met¨¢fora de la condici¨®n humana¡±.
Su libro Hambre de realidad es una bazuca de ideas brillantes y amontonadas, a veces contradictorias, frases que provocan y despistan, pero que act¨²an como un concurso de moldes que compiten entre s¨ª para darnos un encaje. Por ejemplo: ¡°El arte no es la verdad, el arte es la mentira que nos permite reconocer la verdad¡±.
El buen relato de Coetzee
El premio Nobel de Literatura J. M. Coetzee (Ciudad del Cabo, 1940) explica as¨ª a Babelia su trabajo en el libro que firma con Kurtz:
- El buen relato no es un libro de filosof¨ªa, sino un libro sobre la psicoterapia y el lugar de la ficci¨®n -cuentos, relatos- en la terapia. Las cuestiones que aborda no son abstractas sino pr¨¢cticas. Cuando visitamos a nuestro terapeuta y le contamos lo que ha sucedido en nuestras vidas durante la ¨²ltima semana, ?tratamos de convertir esa historia en un artificio bien construido, para lo que pasamos a toda velocidad por los d¨ªas en los que no ha sucedido nada y damos m¨¢s dramatismo a los otros en los que s¨ª ocurrieron muchas cosas? ?O, por el contrario, debemos ser neutrales, objetivos, esforzarnos por contar una verdad que cumpla los criterios de los tribunales: toda la verdad y nada m¨¢s que la verdad?
?Qu¨¦ relaci¨®n tenemos con la historia de nuestra vida? ?Somos el autor consciente, o debemos considerarnos meramente una voz que emite un torrente de palabras procedente de nuestro interior? Sobre todo, dado el volumen de recuerdos que almacenamos, ?qu¨¦ deber¨ªamos dejar fuera cuando contamos esa historia, sin olvidar la advertencia de Freud de que lo que decidimos omitir puede ser la clave de nuestra verdad fundamental?
Desde el punto de vista del terapeuta, ?debemos exigir al paciente que afronte la verdad sobre s¨ª mismo o, por el contrario, nuestra profesi¨®n nos da libertad para colaborar o conspirar con el paciente a la hora de crear un relato de su vida --una ficci¨®n, sin duda, pero una ficci¨®n fortalecedora-- que le haga sentirse a gusto consigo mismo, lo bastante bien como para salir al mundo y ser capaz de amar y trabajar?
En nuestra cultura liberal y postreligiosa, tendemos a pensar en la imaginaci¨®n narrativa como una fuerza benigna que est¨¢ en nuestro interior. Pero existe una opini¨®n opuesta, que la imaginaci¨®n es una facultad que utilizamos para elaborar, para nosotros y nuestro c¨ªrculo, el relato que m¨¢s nos conviene, un relato que justifique c¨®mo nos hemos comportado en el pasado y c¨®mo nos comportamos en el presente, una historia en la que nosotros solemos tener raz¨®n y los dem¨¢s suelen no tenerla.
Otro: ¡°Consciente o inconscientemente, manipulamos nuestros recuerdos para incluir u omitir ciertos aspectos. ?Son nuestros recuerdos ficciones?¡±.
De recuerdo y ficci¨®n escriben a fondo Coet?zee (Ciudad del Cabo, 1940) y Arabella Kurtz (catedr¨¢tica en Leicester) en El buen relato, un libro que navega del planeta ¡°Psicoan¨¢lisis¡± al planeta ¡°Literatura¡± como el Halc¨®n Milenario en manos de Han Solo: con fluidez en zonas procelosas; con honestidad en la misi¨®n, y con honda complejidad sin que nos demos cuenta. Tambi¨¦n despista: si uno busca literatura, encontrar¨¢ psicoan¨¢lisis, y si busca psicoan¨¢lisis, hallar¨¢ literatura. Pero la conclusi¨®n final ser¨¢ que en ambos planetas hay vida, agua, ox¨ªgeno. O en t¨¦rminos literarios: m¨¢s versi¨®n y deformaci¨®n que verdad. Lo explica Coetzee en su respuesta a Babelia:
Imaginaci¨®n a conveniencia
¡°En nuestra cultura liberal y posreligiosa tendemos a pensar en la imaginaci¨®n narrativa como una fuerza benigna que est¨¢ en nuestro interior. Pero existe una opini¨®n opuesta, y es que la imaginaci¨®n es una facultad que utilizamos para elaborar, para nosotros y nuestro c¨ªrculo, el relato que m¨¢s nos conviene, un relato que justifique c¨®mo nos hemos comportado en el pasado y c¨®mo nos comportamos en el presente, una historia en la que nosotros solemos tener raz¨®n y los dem¨¢s no¡±, afirma el Nobel sudafricano por correo electr¨®nico. ¡°?stos son algunos de los aspectos que Arabella Kurtz y yo tratamos de examinar en el libro¡±.
La verdad es algo serio que puede costar la c¨¢rcel o bocados enteros de honor, como recordar¨¢ Bill Clinton, que super¨® una larga investigaci¨®n por perjurio sobre su relaci¨®n con una becaria en la Casa Blanca que pod¨ªa haberle salido a¨²n m¨¢s caro. No respond¨ªa entonces de su actuaci¨®n sexual, sino de su versi¨®n presuntamente falsa bajo juramento.
Coetzee y Kurtz se sumergen en el fondo de la conciencia en busca de la verdad, la Verdad, y lo que encuentran no es precisamente materia penal. La verdad propia, interna, no ficha al entrar, no pesa, no mide, no tiene m¨¢s registros que el recuerdo voluble que alberga la mente, normalmente amiga de nuestro bienestar. No hablamos de bodas, bautizos y comuniones, claro; de contratos, compras, ventas, sentencias, despidos ni de hechos probados, sino de la vida en su sentido amplio, de ese territorio subjetivo de la interpretaci¨®n donde todo parecido con la realidad suele ser pura coincidencia.
Y esa verdad, la que el paciente cuenta al psicoanalista o el escritor al lector, sacada de su propia memoria y de la elaboraci¨®n subjetiva de sus recuerdos, est¨¢ m¨¢s cerca de la deseada que de la real. Es la verdad subjetiva. Tal vez la mejor para sobrevivir. Pero con riesgo de grave factura si la maleamos hasta la fantas¨ªa.
Adem¨¢s est¨¢ la verdad intersubjetiva, la que se forja en la relaci¨®n entre paciente y terapeuta o entre el autor y el lector: el resultado de la interacci¨®n.
Kurtz y Coetzee ponen un ejemplo perfecto: Sancho y quienes rodean y aprecian al Quijote saben que ni es caballero, ni es andante, ni lucha contra gigantes, ni salva princesas. Pero ?qui¨¦n de ellos quiere vivir en un mundo en el que eso no ocurra, en el que por el contrario el hidalgo Alonso Quijano vague por su ruinosa hacienda esperando la muerte? Al final del libro, afirma Coetzee, Sancho y otros se dicen que ¡°preferimos la versi¨®n ideal, transformada y mejorada de ti; puede que te la hayas inventado, que no sea real, pero estamos dispuestos a pasar por alto ese detalle¡±. En ese momento Sancho ya cree su verdad, ya es com¨²n. Y es mejor quedarse en ese mundo imaginario que en el verdadero.
Esa fuerza literaria es tambi¨¦n la que acompa?a a paciente y terapeuta, que busca la verdad de sus males, pero solo la suficiente como para que se recupere. La versi¨®n. ¡°Al psicoterapeuta le interesa la verdad subjetiva o emocional, y creo que esa verdad existe y que sabemos cu¨¢ndo entramos en contacto con ella¡±, afirma Kurtz. ¡°Cuando se materializa un aspecto de la verdad emocional, tenemos ese sentimiento de conexi¨®n y repercusi¨®n profunda, de que algo nos ha llegado muy dentro. Pero es una cosa imprecisa, dif¨ªcil de describir y definir, y fundamentalmente provisional y cambiante¡±.
Arabella Kurtz
?Qu¨¦ puntos en com¨²n entre la literatura y la psicolog¨ªa ha descubierto usted trabajando con Coetzee?
Lo que JM Coetzee y yo hemos descuberto en com¨²n es la preocupaci¨®n por la subjetividad humana y la representaci¨®n de esa subjetividad en el lenguaje. Tanto los novelistas como los psicoterapeutas trabajamos en el l¨ªmite de la experiencia humana, intentando encontrar nuevas formas de expresar y examinar el hecho de estar en el mundo. Es un tema sobre el que estoy deseando que se empiece a reflexionar dentro de la disciplina de la psicolog¨ªa, que puede ser muy estrecha cuando se considera solo una ciencia y se olvida del arte que interviene en los servicios y las interacciones de los seres humanos. Ese fue el punto de partida del libro. Pero me parece que, al escribirlo, descubrimos que tenemos formas distintas de ver el mundo, y ese hallazgo fue muy valioso y me ayud¨® a comprender mejor las ideas en las que se basa mi enfoque de la pr¨¢ctica cl¨ªnica.
?Qu¨¦ ha aprendido sobre la escritura?
Creo que existe una distinci¨®n entre ficci¨®n y no ficci¨®n, pero creo que es confusa. El motivo es que la ficci¨®n emplea formas simb¨®licas para explorar la realidad social, hist¨®rica o personal, y la no ficci¨®n emplea met¨¢foras y otras formas simb¨®licas de representaci¨®n para explorar y descubrir el mundo.
?Cree que hay una distinci¨®n entre ficci¨®n y no ficci¨®n?
Esta colaboraci¨®n prolongada con un escritor tan fant¨¢stico me ha ense?ado mucho sobre la escritura. En el plano individual, me ha dado m¨¢s seguridad sobre el hecho de tener algo que decir y los medios para decirlo, y en sentido m¨¢s general, ha reafirmado mi convicci¨®n sobre el inter¨¦s y la importancia del proyecto psicoanal¨ªtico.
?Existe la verdad?
?Existe la verdad? Si pudiera dar una respuesta r¨¢pida ser¨ªa un genio, o ganar¨ªa mucho dinero, o ambas cosas. Como digo en el libro, al psicoterapeuta le interesa la verdad subjetiva o emocional, y creo que esa verdad existe y que sabemos cu¨¢ndo entramos en contacto con ella. Cuando se materializa un aspecto de la verdad emocional, tenemos ese sentimiento de conexi¨®n y repercusi¨®n profunda, de que algo nos ha llegado muy dentro. Pero es una cosa imprecisa, dif¨ªcil de describir y definir, y fundamentalmente provisional y cambiante.
?Los escritores trabajan con la realidad o con versiones de ella? ?Y usted?
En mi opini¨®n, los psicoterapeutas y los escritores trabajan con la verdad subjetiva y utilizan formas simb¨®licas para estudiarla; el psicoterapeuta trabaja con la fantas¨ªa y el sue?o, adem¨¢s de la historia, de modo que, como dec¨ªa antes, creo que trabajan con las dos cosas.
Palabra de Coetzee
Dec¨ªa Plat¨®n que entre la verdad y la belleza, los poetas eligen siempre la belleza. ¡°Cuando visitamos a nuestro terapeuta y le contamos lo que ha sucedido en nuestras vidas durante la ¨²ltima semana, ?tratamos de convertir esa historia en un artificio bien construido? O, por el contrario, ?debemos ser neutrales, objetivos, esforzarnos por contar una verdad que cumpla los criterios de los tribunales: toda la verdad y nada m¨¢s que la verdad?¡±, se pregunta Coetzee.
¡°?Somos el autor consciente, o una voz que emite un torrente de palabras de nuestro interior? Sobre todo, dado el volumen de recuerdos que almacenamos, ?qu¨¦ deber¨ªamos dejar fuera cuando contamos esa historia, sin olvidar la advertencia de Freud de que lo que decidimos omitir puede ser la clave? ?Debemos exigir al paciente que afronte la verdad o, por el contrario, nuestra profesi¨®n nos da libertad para colaborar o conspirar con el paciente a la hora de crear un relato de su vida ¡ªuna ficci¨®n, sin duda, pero una ficci¨®n fortalecedora¡ª que le haga sentirse a gusto consigo mismo, lo suficiente como para salir al mundo y ser capaz de amar y trabajar?¡±.
Los ingredientes del arte
La misma subjetividad es protagonista en las cr¨®nicas que componen Cuarenta y un intentos fallidos, una hermos¨ªsima incursi¨®n en la mente de artistas por parte de Janet Malcolm (estadounidense nacida en Praga en 1934), habitual de The New Yorker y autora de obras memorables como El periodista y el asesino o Ifigenia en Forest Hills. Malcolm relata con enorme humildad, lejos de todo p¨²lpito, todas las visitas a David Salle, un artista de ¨¦xito para quien la prensa ha decretado el inicio de la decadencia. En un momento dado, ella se atreve a llevarle sus collages y le pregunta:
¡ª?Por qu¨¦ tus collages son arte y los m¨ªos no?
¡ªNo hay nada que diga que tus collages no sean arte. Son arte si t¨² afirmas que lo son.
Es decir: la subjetividad como motor frente a la falta de estima social y reconocimiento. Pero ?acaso puede ser tan sencillo?, ?es la subjetividad suficiente? Obviamente no lo es.
Malcolm acompa?ar¨¢ m¨¢s tarde al fot¨®grafo alem¨¢n Thomas Struth a una zona industrial que le interesa e intentar¨¢ de nuevo averiguar qu¨¦ diferencia una foto com¨²n del arte verdadero. Cu¨¢l es el ingrediente de m¨¢s.
¡ª?Qu¨¦ es ese m¨¢s?
¡ªEl m¨¢s es un deseo de disolver, como de¡, ?c¨®mo decirlo?, de ser la antena de una parte de nuestra vida contempor¨¢nea y transmitir esa energ¨ªa, meterla en los fragmentos de esta historia.
Cuando poco despu¨¦s Malcolm recibe las fotos que ?Struth hab¨ªa hecho en su presencia, reconoce, admirada: ¡°Eran sorprendentes, mientras estuve en la f¨¢brica no ¡®vi¡¯ ninguna de esas im¨¢genes por m¨ª misma¡±. Struth hab¨ªa logrado el arte. Malcolm ha rechazado hablar para este reportaje y no ha concedido entrevistas para promocionar su libro, pero en ¨¦l est¨¢ la esencia de la creaci¨®n, como en el testimonio de Virginia Woolf que recoge en uno de los cap¨ªtulos: ¡°He comprobado que la creaci¨®n de escenas es mi manera natural de consignar el pasado¡±. Un pasado de abusos y de muerte como catapulta hacia la creaci¨®n.
Hay quien crea para dar salida a su perplejidad (Nooteboom), para indagar en su memoria (Le Cl¨¦zio), para superar el desarraigo (Naipaul), para pensar mejor (Javier Mar¨ªas), por necesidad (Sergio Ram¨ªrez) o para ser antena (Struth).
Shields cree que ¡°la novela convencional ha muerto y de lo que se trata es de reimaginar la no ficci¨®n como un trampol¨ªn para saltar a cuestiones m¨¢s amplias: qu¨¦ es real, qu¨¦ es verdadero, qu¨¦ es conocimiento, qu¨¦ es memoria, qu¨¦ es el yo, y cu¨¢nto yo de otro puede conocer uno¡±.
Y eso es exactamente lo que hacen Malcolm, Coetzee, Kurtz y Shields. Sus libros ser¨¢n cl¨¢sicos.
La versi¨®n de David Shields
David Shields (Los ?ngeles, 1956) cree que la novela convencional est¨¢ superada y defiende un nuevo tipo de literatura: ¡°M¨¢s que de novelas, de lo que se trata es de reimaginar la no ficci¨®n como un trampol¨ªn para saltar a cuestiones m¨¢s amplias: qu¨¦ es real, qu¨¦ es verdadero, qu¨¦ es conocimiento, qu¨¦ es memoria, qu¨¦ es el yo, y cu¨¢nto yo de otro puede conocer uno.¡±
?Son verdaderamente diferentes la ficci¨®n y la no ficci¨®n?
No son tan distintas, si somos sinceros sobre el funcionamiento de cada una. Uno de los principales vectores del libro es el argumento en favor de eliminar la distinci¨®n entre las dos.
?Tiene la realidad un lugar propio en la literatura? ?O estamos hablando de distintas versiones de la realidad?
Distintas versiones de la realidad, sin duda. En este libro, la realidad aparece entre cu¨¢druples comillas. El libro trata de c¨®mo se organizan y se enmarcan en un libro versiones opuestas de la realidad.
?Qu¨¦ es realidad? ?Existe de verdad?
No existe ninguna ¡°realidad¡± acordada; solo hay versiones. El libro defiende y practica la rivalidad de diferentes versiones, una forma de materializar el principio sobre el que teoriza.
?La novela est¨¢ muerta?
La novela convencional, en mi opini¨®n, s¨ª, es un ejercicio de nostalgia. Se escriben muchas novelas nuevas maravillosas, pero suelen disfrazarse de no ficci¨®n. ¡°Novela¡± significa ¡°nueva¡±, ese era su significado original. Y hoy hay muy pocas novelas, por no decir ninguna, que sean ¡°nuevas¡±. El trabajo m¨¢s innovador es el que se est¨¢ haciendo en obras que sobrepasan los l¨ªmites de los g¨¦neros o se presentan como libros que son ensayos po¨¦ticos.
?Por qu¨¦ escribe sobre la escritura?
Me interesan la escritura y la lectura como met¨¢foras de la condici¨®n humana.
?Est¨¢ de acuerdo cinco a?os despu¨¦s con lo que dec¨ªa en su libro? ?Qu¨¦ cambiar¨ªa?
Algunos detalles superficiales han cambiado (sobre los reality shows o el hip hop, por ejemplo), pero, en general, me parece que el libro ha demostrado tener bastante raz¨®n.
ANEXO:
Esta es la lista de autores que David Shields defiende como ejemplos de ese nuevo tipo de novela, de literatura, que defiende:
Sarah Manguso, 300 Arguments (pr¨®ximamente).
Maggie Nelson, Bluets
Samantha Hunt, His Mouth to My Ear (pr¨®ximamente).
Simon Gray, The Smoking Diaries (4 volumes).
JM Coetzee, Elizabeth Costello.
David Markson, This Is Not a Novel.
Leonard Michaels, ¡°Shuffle¡±
John D¡¯Agata, About a Mountain
Renata Adler, Speedboat
Hilton Als, White Girls
Eula Biss, The Balloonists
Gr¨¦goire Bouillier, The Mystery Guest
Jorge Luis Borges, Other Inquisitions
Sophie Calle, Exquisite Pain
Mary Cappello, Awkward
Anne Carson, ¡°Essay on the Difference between Women and Men¡±
Terry Castle, ¡°My Heroin Christmas¡±
John Cheever, Journals
Annie Ernaux, Things Seen
Brian Fawcett, Cambodia
Mary Gaitskill, ¡°Lost Cat¡±
Eduardo Galeano, The Book of Embraces
Kenneth Goldsmith, Seven American Deaths and Disasters
Mira Gonzalez/Tao Lin, Selected Tweets
Spalding Gray, Morning, Noon, and Night
Heidi Julavits, The Folded Clock
Nic Kelman, Girls
Ben Lerner, Leaving the Atocha Station
Sven Lindqvist, A History of Bombing
Ross McElwee, Sherman¡¯s March
Danger Mouse, The Grey Album
V.S. Naipaul, A Way in the World
Don Patterson, Best Thought, Worst Thought
Fernando Pessoa, The Book of Disquiet
James Richardson, Vectors
Rick Reynolds, Only the Truth Is Funny
Chris Rock, Bring the Pain
Lauren Slater, Lying
Gilbert Sorrentino, The Moon in its Flight
Art Spiegelman, Maus
Jean Stein, Edie
Melanie Thernstrom, The Dead Girl
Jean Toomer, Cane
Joe Wenderoth, Letters to Wendy¡¯s
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