?Viva Kafka!
El autor de ¡®Metamorfosis¡¯ no era triste ni atormentado y ten¨ªa ¨¦xito con las mujeres. Escrib¨ªa sin parar una autobiograf¨ªa blindada contra el tiempo
Me enamor¨¦ de una literatura que se llama Franz Kafka. Me enamor¨¦ de Kafka. Me enamor¨¦ de sus novelas, de sus relatos, de sus cartas, de sus diarios, de sus fotos, de sus mujeres, de sus amigos y de su tumba. Desde que una tuberculosis a la laringe se lo llev¨® de este mundo el 3 de junio de 1924, a punto de cumplir los 41 a?os, Kafka enamora a los escogidos. No todo el mundo se enamora de Kafka. Es divertido ver c¨®mo algunos escritores se meten con ¨¦l porque no le perdonan su extravagancia literaria. Se enfadan mucho. Dicen que no sab¨ªa escribir, o que sus novelas no tienen ni pies ni cabeza, y cosas as¨ª, cosas que, adem¨¢s, son ciertas y que, siendo ciertas, no importan, porque el concepto de pericia literaria es una construcci¨®n cultural m¨¢s. Si quieres garant¨ªas, c¨®mprate un Volvo. La literatura es otra cosa. Los elegidos entramos a la vez en su vida y en su obra. Es el contagio. Te contagias cuando ves que las palabras de las tres grandes novelas de Kaf?ka abren las l¨¢pidas de la realidad y conducen a una ingravidez tan atemorizadora como liberadora. Conducen a sitios en los que no has estado nunca. Hay alegr¨ªa en Kafka. Kafka es una bienvenida a la oscuridad, una oscuridad donde hay risa y hay terror y hay amor y hay mares y hay castillos. Por cierto, Kafka es el escritor m¨¢s rea?lista que he le¨ªdo en mi vida. Kafka no ten¨ªa imaginaci¨®n. Narraba lo que ve¨ªa, como Gald¨®s o Dickens o Balzac, o incluso como Delibes, o como Baroja, de quien fue contempor¨¢neo, aunque parezca imposible.
Franz med¨ªa un metro ochenta y dos cent¨ªmetros y pesaba 80 kilos. Era un hilo de carne de lengua alemana pase¨¢ndose por una Praga que ya hablaba en checo. La gente lee La metamorfosis ( de cuya publicaci¨®n se cumplen 100 a?os) y cree que con eso ya conoce a Kafka. De hecho, La metamorfosis es lectura obligatoria en el bachillerato de algunas comunidades aut¨®nomas espa?olas. Espa?a es un pa¨ªs que no se pone de acuerdo ni con Kafka, cosa que, obviamente, es muy kafkiana. Cuando yo ejerc¨ªa en el ramo de profesores de bachillerato, dije en una reuni¨®n que la novela grande de Kafka era El castillo y no La metamorfosis. S¨®lo me escuch¨® Kaf?ka, quien me dijo: ¡°Oh, vaya, se?or Vilas, yo pienso como usted, pero no guarde rencor por esto a sus excelentes compa?eros¡±. La pretensi¨®n de conocer a Kafka leyendo solo La metamorfosis equivaldr¨ªa a la pretensi¨®n de conocer a Cervantes leyendo solo Rinconete y Cortadillo.
Kafka fue un gigante f¨ªsico, pues la estatura media de los jud¨ªos de la Praga de principios de siglo XX era un metro sesenta, dato que est¨¢ documentado. Su altura lo convirti¨® en un ser alado, angelical. Adem¨¢s, era guapo y ten¨ªa ¨¦xito con las mujeres. No sufr¨ªa. No era un hombre triste. Su fama p¨®stuma de ser atormentado es falsa. Por su gran bi¨®grafo Reiner Stach hemos sabido que Kafka ten¨ªa una moto y jugaba al tenis. Kafka visitaba burdeles muy concurridos. Praga era un pueblo. La gente viv¨ªa en distancias caminables. Se pod¨ªa ir a pie a ver a los amigos y se pod¨ªa ir a pie a las tabernas y a los burdeles. Y escrib¨ªa sin parar, y lo que escrib¨ªa eran cientos de cuartillas que acabaron siendo una autobiograf¨ªa blindada contra el tiempo. Y luego entr¨® en escena su amigo Max Brod y la interpretaci¨®n judaizante de la obra de Kafka. Yo admiro a Brod. Jam¨¢s se me ha ocurrido meterme con Brod, como hace Milan Kundera, entre otros kafkianos ilustres. Adem¨¢s, Brod no era un puritano, como dijo Kundera. A Brod le encantaba tomar el sol y nadar junto a Kafka. Y si hoy conocemos a Kafka es por la fe literaria de Brod. Kafka eligi¨® desaparecer, no haber sido. Quer¨ªa irse sin dejar rastro. Por eso mand¨® quemar todos aquellos papeles tras de los cuales se escond¨ªan las tres novelas m¨¢s hermosas del siglo XX. Tres novelas inacabadas, imperfectas, destronadas, pero profundamente hermosas. Porque Kafka es hermosura. Quiso Kafka robarnos la hermosura, como una broma m¨¢s de entre sus bromas.
A F¨¦lix Grande, kafkiano ac¨¦rrimo, le gustaba recordar las palabras de Ernesto S¨¢bato cuando en una conferencia alguien le pregunt¨® por las relaciones entre Borges y Kafka. S¨¢bato dijo que entre Borges y Kafka exist¨ªa la misma relaci¨®n que puede haber entre un brillante fuego de artificio que ilumina el cielo y el incendio de un orfanato. A F¨¦lix y a m¨ª nos encantaba esta genial precisi¨®n de S¨¢bato. La obra de Kafka conduce a su propia vida a trav¨¦s de un callej¨®n misterioso, lleno de ventanas que se abren y donde vive gente que te dice cosas tan s¨®rdidas como desconcertantes cuando pasas por ese callej¨®n. La obra de Kafka es la vida de Kafka, un orfanato con un solo ni?o.
Cuantos lo conocieron en vida se convirtieron en gente afortunada. Todos cuantos lo vieron en vida se hicieron famosos y escribieron libros sobre ¨¦l. Hay dos libros especiales. El primero es el de Max Brod. Y el segundo es el de Gustav Janouch. Recientemente apareci¨® en espa?ol, con traducci¨®n de Berta Vias, Cuando Kafka vino hacia m¨ª, miscel¨¢nea de testimonios de personas que trataron a Kafka. Es inquietante el testimonio de Dora Diamant, que quem¨® manuscritos de Kafka siguiendo sus indicaciones. Con el praguense pasa un poco como con Charles Baudelaire. Ni Baudelaire ni Kaf?ka fueron hombres malditos ni hombres metidos en vastas destrucciones personales. La gente olvida que escribir es un acto de vitalismo.
Brod fue el primero en darse cuenta de las dimensiones legendarias del mundo de Kafka
Brod fue el primero en darse cuenta de las dimensiones legendarias del mundo de Kafka. Brod amaba a Kafka. Que un escritor ame a otro escritor es un milagro. Normalmente los escritores se odian. Brod siempre antepuso la promoci¨®n de la obra de Kafka a la suya propia. Thomas Mann lo comentaba con sorpresa y con irritaci¨®n: ¡°Este Brod siempre hablando de un tal Kafka¡±. ?C¨®mo es posible que un escritor decida hablar de un amigo en vez de hacerlo de s¨ª mismo! Brod era un hombre de mundo, pero estaba fascinado por ese funcionario bondadoso que pasaba sus d¨ªas trabajando como consultor jur¨ªdico en el Instituto de Seguros contra Accidentes de Trabajo del reino de Bohemia. El libro de Gustav Janouch sobre Kafka parece un evangelio. Leer a Janouch te alegra el d¨ªa. Janouch reproduce conversaciones textuales mantenidas con Kafka y todos los kafkianos sabemos que son verdad. Aunque el gran libro sobre Kafka siempre ser¨¢ el de su amigo Max Brod. Nos suele pasar a los kafkianos que, una vez le¨ªda de cabo a rabo la obra del autor de El castillo, nos deleitamos con los testimonios de la gente que conoci¨® a Kafka y con la bibliograf¨ªa kafkiana. Tambi¨¦n todos los kafkianos amamos a Milena Jesensk¨¢. Sobre Kafka se han escrito miles de estudios y de tesis doctorales. Todos los cr¨ªticos y fil¨®sofos m¨¢s importantes del siglo XX han pensado a Kafka, desde Sartre hasta Steiner, pasando por Barthes, Adorno, Arendt, Camus, Bataille, Citati y por Blanchot, quien escribi¨® uno de mis libros favoritos titulado De Kafka a Kafka. La bibliograf¨ªa es salvaje. Kafka es el ¨²ltimo gran triunfo de la literatura radical. He ido comprando todos los libros sobre Kafka que han ca¨ªdo en mis manos. He comprado tesis doctorales editadas por universidades de medio mundo. Me fascina el crecimiento descomunal de la bibliograf¨ªa sobre Kafka. Bibliograf¨ªa kafkiana sobre Kafka. Es un terreno hermen¨¦utico inagotable que se basa en una pregunta esencial: ¡°?Qu¨¦ quiso decirnos Kafka en sus tres novelas?¡±. Hay tres mujeres que lo amaron: Felice Bauer, Milena Jensensk¨¢ y Dora Diamant. A veces me pregunto si con alguna de las tres alcanz¨® la felicidad sobre la tierra. Kafka se re¨ªa cuando les le¨ªa a sus amigos pasajes de El proceso. La gente olvida que Kafka, como Cervantes, antes que otra cosa, fue solo eso, fue una sonrisa, una sencilla y humilde sonrisa en medio de un orfanato. Nuestro amor a Kafka jam¨¢s fue un ¨ªdolo de barro. Lloramos por ¨¦l todos los d¨ªas. Estaba en juego la vida en todo su esplendor.
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