Los pastores de Alcudia
Las carreteras que cruzan el valle son en su mayor¨ªa antiguos cordeles y ca?adas de la Mesta o caminos como el de la Plata
La noche de Puertollano, con trago en la Fuente Agria del doctor Lim¨®n incluido, me dej¨® dispuesto para la traves¨ªa que esta ma?ana comienzo y que me llevar¨¢ a cruzar, en viaje de ida y vuelta, ¡°las asperezas¡± de Sierra Morena. Para llegar a ¨¦sta, no obstante, tengo antes que cruzar el valle que atraves¨¦ una vez hace muchos a?os y cuya espectacular belleza nunca olvid¨¦ desde entonces: el valle de Alcudia.
El valle de Alcudia surge cruzada la sierra de la Solana de Alcudia, una cadena de montes que anteceden a Sierra Morena, con la que forma la depresi¨®n intermedia que es conocida en todo el pa¨ªs por su abundancia de pastos y su riqueza ganadera. Se trata de una planicie que se extiende de este a oeste durante m¨¢s de 60 kil¨®metros y que tiene en La Bienvenida y en Alamillo sus dos pueblos principales; aunque sus puertas de entrada y salida son Brazatortas, por el este, y Almad¨¦n, por el oeste. En medio de estos dos pueblos, kil¨®metros y kil¨®metros de pastizales, verdes en el invierno y en primavera y amarillos cuando se acerca el verano. Que era cuando se pon¨ªan en marcha (y a¨²n se ponen algunos, pocos) los millares de cabezas de ganado que hac¨ªan la trashumancia hacia el centro y el norte de la pen¨ªnsula en una estampa que recordaba a las del lejano Oeste.
Y que lo recuerda a¨²n. Porque las carreteras que cruzan el valle, la mayor¨ªa de ellas antiguos cordeles y ca?adas de la Mesta o caminos como el de la Plata, que es el que yo llevo, van dejando a un lado y a otro reba?os y hatos de vacas que pastan tranquilamente en la soledad de este fin del mundo en el que apenas hay algunas casas de labor y cobertizos para la estabulaci¨®n de aquellos; una de ellas, en la finca llamada la Pastora (en realidad la Divina Pastora), una extensi¨®n de dos mil hect¨¢reas en la que pastan 500 vacas y 1.500 ovejas, la que fuera famosa venta del Molinillo, citada por Cervantes en su novela ejemplar Rinconete y Cortadillo. ¡°En la venta del Molinillo, que est¨¢ puesta en los fines de los famosos campos de Alcudia, como vamos de Castilla a Andaluc¨ªa¡± sit¨²a el encuentro de los dos p¨ªcaros que se dirigen hacia Sevilla en busca de mejor fortuna y que a partir de aqu¨ª viajar¨¢n ya juntos en el comienzo de una novela que aparece citada a su vez, en un juego literario t¨ªpico de su autor, tan innovador en muchos aspectos, en El Quijote, concretamente en la escena de la primera parte del libro en la que el due?o de la venta de la que sale enjaulado don Quijote camino de su aldea nuevamente le da al cura una maleta que un hu¨¦sped dej¨® olvidada y en la que, aparte de unos papeles, hay dos novelas: El curioso impertinente y Rinconete y Cortadillo, lo que ha hecho pensar a alg¨²n cervantista que el viajero olvidadizo era Cervantes y la venta ¨¦sta del Molinillo de Alcudia.
Cuando yo llego a ella, lo hago a la vez que un todoterreno en el que vienen su due?o y el capataz de la finca, que me reciben con desconfianza. No les debe de gustar que los curiosos merodeen por la propiedad. Pero en seguida se tranquilizan cuando les cuento el verdadero motivo de mi presencia en ella ?Don Quijote! ?Otro chiflado m¨¢s de los que de cuando en cuando aparecen! parecen pensar para sus adentros, aunque no me lo digan, l¨®gicamente.
La encina de las mil ovejas
Cerca de la Pastora, en la finca Morillo, junto a la carretera de Fuencaliente, que es la que une Ciudad Real con Andaluc¨ªa por esta parte de Sierra Morena, hay una encina que es conocida popularmente como la de las mil ovejas porque dicen que bajo ella cabe ese n¨²mero de animales. Otros la llaman la encina milenaria, atribuy¨¦ndole una edad que seguramente no tenga.
Verdad o no (lo de las mil ovejas, no lo de la edad), lo cierto es que la encina tiene tal envergadura que se ha convertido en un emblema del valle de Alcudia, al que representa incluso en algunos folletos de propaganda tur¨ªstica.
¡ª??ngel, ens¨¦?ales a estos se?ores (hoy me acompa?a Navia, el fot¨®grafo) el corral!¡ª grita el capataz a un chico que est¨¢ arreglando un tractor mientras el due?o observa la escena, sin decir nada, en segundo plano. Es un hombre de mediana edad, con cierto aire de se?orito, que acaba de llegar de M¨¢laga, donde vive, para ver c¨®mo va el ganado, seg¨²n me contar¨¢ ?ngel, el hijo del capataz, que es al que ¨¦ste encarg¨® que nos ense?e el corral de la antigua venta, que est¨¢ igual que Cervantes lo describe.
¡ªEso dicen¡ª se encoge ?ngel de hombros mostrando una indiferencia total hacia lo que yo le cuento. El chico est¨¢ curtido por el sol y tiene brazos y cuerpo de trabajar mucho f¨ªsicamente ¡ª?Yo de libros!¡
Millares de cabezas de ganado marchaban hacia el centro y norte
Isabel, la madre, que sale a tender la ropa en este momento, sabe algo m¨¢s ¡°de libros¡±, pero tampoco mucho. ¡°Viene gente¡±, dice, ¡°a ver la casa de cuando en cuando, pero nada m¨¢s¡±. La mujer, que es de Brazatortas (el que es nacido aqu¨ª es su marido, hijo y nieto de encargados de la finca), confiesa vivir feliz en este lugar, pero por la tranquilidad del campo, no porque su casa aparezca en el Quijote.
Entre tanto, su marido y el due?o de la finca contemplan a lo lejos el paso por el camino de las 500 vacas limusinas que son el orgullo de la Pastora.
Kil¨®metros y kil¨®metros de pastizales, verdes en invierno y primavera
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