La pasi¨®n del lector implacable
'La literatura como mentira' re¨²ne los ensayos literarios de Giorgio Manganelli. De Dumas a Joyce, para ¨¦l no existen jerarqu¨ªas oficiales. La ¨²nica regla de oro es la inteligencia
Quiz¨¢s porque la lectura es una actividad ¨ªntima y solitaria, el lector siente, despu¨¦s de cerrar un libro que le ha gustado, la necesidad de contarle a otro su experiencia. De ese generoso impulso nacen los oficios de editor (cuando no se trata de una vocaci¨®n de tendero), de traductor, de ant¨®logo, de rese?ador. Una colecci¨®n de ensayos de Giorgio Manganelli (1922-1990), diestramente traducidos por Mariagiovanna Lauretta bajo el t¨ªtulo La literatura como mentira, es prueba de tal generosidad. A pesar de lo dicho, Manganelli dudaba ¡°que el cometido del cr¨ªtico sea ser generoso, omnicomprensivo o vagamente neocl¨¢sico¡±. Manganelli fue uno de los m¨¢s inteligentes cr¨ªticos italianos, ensayista exquisito en un pa¨ªs en el que la estafa financiera es un pecadillo menor pero la torpeza estil¨ªstica no tiene perd¨®n de Dios. Su campo de inter¨¦s fue vasto, aunque sol¨ªa concentrarse en la literatura de lengua inglesa, que Manganelli ley¨® con ojos de recienvenido. Stevenson y Dickens fueron para ¨¦l autores de su siglo XX, y otros, menos conocidos por los ingleses mismos (Edwin A. Abbott, Ronald Firbank, Ivy Compton-Burnett), ocuparon en sus estanter¨ªas el mismo lugar que los cl¨¢sicos can¨®nicos. Algunas otras literaturas estuvieron representadas (Hoffmann y Dumas), pero es la de las islas Brit¨¢nicas la que Manganelli sinti¨® como m¨¢s suya.
Manganelli hablaba de los libros que hab¨ªa le¨ªdo como si quisiera que nosotros tambi¨¦n participemos en su comentario. Considerando la obra de una figura ejemplar de la novela inglesa del siglo XIX, Thomas Love Peacock (y aqu¨ª debo confesar mis celos literarios al comprobar que uno de mis autores secretos fue descubierto por otro lector), Manganelli dice: ¡°Da gusto toparse ¡ªen pleno revuelo rom¨¢ntico¡ª con una figura de coherencia regulada y exacta que prefiere, con parcialidad elegante, la l¨®gica al rayo emotivo; un escritor en cuya p¨¢gina los puntos de exclamaci¨®n llevan un infalible sonido ir¨®nico¡±. A lo cual el lector responde: ¡°As¨ª lo pienso yo tambi¨¦n¡±. Y empieza la conversaci¨®n.
Las jerarqu¨ªas oficiales no existen para Manganelli: Joyce y O. Henry, Lewis Carroll y Nabokov convergen en la misma frase. Y sus juicios son tan exactos como inusitados. Al final de Los tres mosqueteros, por ejemplo, cuando los personajes ¡°se despiden de nuestros aplausos¡±, Manganelli siente que de pronto ¡°algo se corrompe y se desmorona¡±, porque la sucesi¨®n de acontecimientos no tiene un verdadero centro intelectual para mantener la coherencia del conjunto. Dickens es un escritor ¡°delicioso e irritante¡±. El estilo de Lovecraft es ¡°de una torpeza genial¡±. El amante de Lady Chatterley, de D. H. Lawrence, ¡°no es un gran libro¡± pero el autor supo conceder a su hero¨ªna una ¡°violencia impersonal¡± que le permite aceptar su destino y no tener miedo a ¡°la agresi¨®n social¡±, espl¨¦ndido ep¨ªteto de Manganelli para nombrar la aparici¨®n del erotismo brutal y sincero.
La secci¨®n m¨¢s extensa ¡ªtres ensayos¡ª est¨¢ dedicada no a un novelista ni a un poeta, sino a otro cr¨ªtico, Edmund Wilson, quien, como Manganelli pero con menos br¨ªo, comparti¨® con otros lectores sus sabias lecturas. A Wilson, Manganelli atribuye una pesquisa de las mentiras de la literatura, en el mejor sentido de la palabra, eso que Dante llamaba ¡°errores que no son falsos¡±. Ese credo es tambi¨¦n el de Manganelli. ¡°La obra literaria¡±, escribe en el ensayo que da t¨ªtulo al libro, ¡°es un artificio, un artefacto de destino incierto e ir¨®nicamente fatal¡±. Y el destino del escritor ¡°es trabajar, cada vez con mayor consciencia, en un texto cada vez m¨¢s falto de sentido, en fr¨ªgidos exorcismos que desencadenen la din¨¢mica furiosa de la invenci¨®n ling¨¹¨ªstica¡±. Casi un siglo antes, Flaubert hab¨ªa expresado este gozoso pesimismo diciendo: ¡°La palabra humana es como una cacerola abollada sobre la que tamborileamos melod¨ªas para hacer bailar a los osos, aunque en verdad anhelamos enternecer con ellas a los astros¡±.
En el mismo art¨ªculo sobre Peacock, Manganelli acota: ¡°Una sola acusaci¨®n se repite en todas sus obras, un solo juicio sobre los rom¨¢nticos: no razonan con claridad, se complacen en distracciones emotivas frente a la primera obligaci¨®n del buen razonamiento, aman aquella oscuridad, aquella ambig¨¹edad detr¨¢s de cuya prepotencia y corrupci¨®n encuentran su legitimaci¨®n ret¨®rica. Ese es el motivo de que los desprecie por deshonestos¡±. Ese juicio implacable tambi¨¦n es el de Manganelli. El lector genial que fue quiere compartir con otros sus lecturas, a condici¨®n de que sean inteligentes. La estupidez, al contrario del arte de contar mentiras, es para ¨¦l la ¨²nica imperdonable falta de honestidad.
La literatura como mentira. Giorgio Manganelli. Traducci¨®n de Mariagiovanna Lauretta. Dioptr¨ªas. Madrid, 2015. 288 p¨¢ginas. 19,92 euros.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.